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Urgente El puente romano de Talavera de la Reina, derrumbado por la crecida del río Tajo
La escultura de homenaje a la jota de El Redoble reproduce una pareja bailando. Falta la mujer./ MARISA
La capital de las esculturas agredidas
CÁCERES

La capital de las esculturas agredidas

La mutilación de la figura femenina de El Redoble, en la plaza de la Concepción, es sólo el último episodio de un tipo de vandalismo que tiene múltiples precedentes en la ciudad

ANTONIO JOSÉ ARMERO

Viernes, 23 de noviembre 2007, 09:59

EN la plaza de la Concepción hay un hombre solo. Lleva así desde la madrugada del día 3 al 4 de noviembre. En algún momento de esa noche, un vándalo cortó a la altura de las rodillas el cuerpo de bronce de su compañera de baile, que aún permanece en los talleres del Ayuntamiento de Cáceres. La están restaurando para que vuelva cuanto antes a la plaza de la Concepción y así dar vida a El Redoble, que es una canción típica extremeña, quizás la más popular de las jotas de la región, pero también el nombre del último conjunto escultórico inaugurado en la ciudad.

La mutilación de la talla femenina de la plaza de la Concepción es sólo el último episodio de un tipo de vandalismo arraigado en Cáceres: las agresiones a esculturas. Son casi tan viejas como las estatuas mismas. Si pudiera, podría contar la historia con amplitud de detalles el busto del ilustre barón Pierre de Coubertin, que durante años padeció el calvario del gamberrismo nocturno. En un primer momento, el impulsor de los Juegos Olímpicos fue colocado en el Paseo de Cánovas, cerca del parque de Calvo Sotelo, o sea, en plena ruta de paso de los jóvenes que iban del efervescente botellón de la Plaza Mayor a la ruidosa y aún más noctámbula Madrila.

La cabeza del barón

Un peregrinaje continuo de mozalbetes de alegre espíritu que se entretenían fastidiando al barón. Le pintaron los bigotes mil y una vez, le pusieron gorros, en una ocasión le intentaron tumbar y amaneció con su verticalidad renqueante, al estilo de la Torre de Pisa. A fin de preservar su integridad, instalaron una verja protectora. No valió para nada. En julio del año 1997, tres aburridos robaron el busto. En un alarde de imaginación y técnica delictiva, uno de ellos intentó escondérselo bajo la camisa. La Policía Local les encontró, les descubrió y les quitó el busto, que fue devuelto a su sitio.

Tampoco sirvió para mucho, porque en diciembre del año 2000, Pierre de Coubertin volvió a desaparecer del centro de Cáceres. Cuando ya había sido dada por perdida, la insigne cabeza apareció en septiembre del año 2002 -es decir, casi dos años después-, tirada en el Olivar Chico de los Frailes. Hoy, ese busto vive en paz en la avenida que lleva su nombre, en la urbanización Nuevo Cáceres.

No tuvo el mismo final feliz otro busto con cierto currículum vandálico a sus espaldas. La estatua de homenaje a Luis Alvíz, conocido empresario taurino local, fue inaugurada en mayo del año 2000. La pusieron en el lugar que merecía: con los ojos mirando a la Plaza de Toros. A los cinco meses, el Ayuntamiento entendió que pasaba desapercibida y la cambió a un sitio en el que tenía más protagonismo. Medio año, después, desapareció. Al contrario que le pasó al barón, no volvió a aparecer y hubo que encargarle a su autor un busto nuevo.

La historia de la escultura de Luis Alvíz deja claro que no hace falta ocupar un lugar en el centro de la ciudad para llamar la atención de los macarras. Sin embargo, sí es cierto que un buen sitio garantiza la agresión.

Le ha ocurrido en multitud de ocasiones al monumento en honor a Juan Muñoz Chaves, junto a la Fuente Luminosa. Ha sido reiteradamente castigado, y en enero de 1996, una de las figuras que la componen amaneció decapitada. A tres minutos andando está la imagen de la vendedora de periódicos de la plaza de San Juan, una tradicional en las preferencias de los vándalos. Varias veces ha desaparecido del lugar. Una de las últimas fue en el verano del año 2004, cuando tuvo la fuerza suficiente para tumbar a la mujer y reducir su huella a un pie y medio.

Equino mil veces pintado

También cerca está una de las emblemáticas de la ciudad: el caballo sobre el que cabalga Hernán Cortés. La del conquistador es, quizás, la escultura más dañada de la ciudad. Cuando la instalaron, subirse a ella se convirtió en poco menos que una tradición obligada. Pasada esa moda, el equino ha sufrido mil y un castigos. Le han pintado las espuelas, le han colgado adornos navideños, y más de dos se han llevado como recuerdo una foto subidos al animal.

Al margen del ajetreo urbano viven las obras del Museo de Esculturas al Aire Libre del Parque del Príncipe. Y sin embargo, eso no les ha garantizado la paz. Más de una ha sufrido destrozos, y especialmente recordada es la titulada 'Logogrifo egeo', con la firma de Vicente Ortí. La rompieron dos veces.

No parece constituir un freno a las intenciones de los vándalos la ordenanza municipal reguladora de la convivencia ciudadana y de la protección del entorno urbano, aprobada en junio del año pasado. Su artículo 28 cataloga como falta muy grave causar deterioros en piezas del mobiliario urbano de modo que el arreglo valga más de trescientos euros. Es el caso de la escultura de El Redoble, que costará a las arcas municipales unos setecientos euros. Ayer seguía en los talleres del Consistorio. En breve la cogerá su autor, para hacer el trabajo fino, y en un semana, prevé el Ayuntamiento, volverá a su sitio, a alegrarle la vida a su pareja de baile, no sé sabe si por mucho tiempo.

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