CELIA HERRERA
Lunes, 22 de septiembre 2008, 12:44
ESTABAN ya en la estación con todo preparado para partir. De repente, se miraron a los ojos, y los dos jóvenes de Cachorrilla (Cáceres) comprendieron que estaban de acuerdo, de repente, en cambiar de planes y de rumbo. En vez de emigrar hacia Granollers (Barcelona), adonde ya había marchado antes casi toda la familia y gran parte de sus vecinos, compraron en ese mismo momento el billete de tren hacia Bilbao, donde pensaron que tendrían más oportunidades.
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Casi 40 años después, Begoña, hija de uno de ellos, Félix Gil, aún se acuerda del sacrificio y penalidades que vivió durante años su familia, siempre trabajando, y siempre ahorrando. Y todavía fue peor cuando Félix murió al caer de un tejado donde hacía horas extras.
Toda la infancia de Begoña, ahora concejala socialista en el ayuntamiento bilbaíno, estuvo marcada por el ir y venir entre Bilbao y Cachorrilla primero, y Bilbao y El Batán después.
Los veranos duraban dos meses en el pueblo, donde le dejaban corretear con libertad, sin miedo a los coches. Las tardes las pasaba en el río o recorriendo los caminos en bicicleta. «Lo que más recuerdo es el olor, un olor que he tardado en identificar, pero que siempre he relacionado con Extremadura. Hasta hace poco, no me dí cuenta que era el olor de la jara y el tomillo», destaca.
Ese mismo olor impregna ahora la memoria de gran parte de la nueva generación de políticos vascos, extremeños en origen o descendientes de los extremeños que emigraron a las Vascongadas de entonces, sabiendo que lo desconocido siempre sería mejor que lo malo conocido.
Sobre todo en el PSE
El fruto de la semilla de la emigración es palpable, sobre todo, en el Partido Socialista de Euskadi (PSE), donde prácticamente el 25% de sus militantes y cargos directivos son de origen extremeño. Y eso adquiere cierta relevancia para Extremadura si se presta atención al siseo que recorre, cada vez con más intensidad, plazas y calles del País Vasco, y que señala al socialista Patxi López como el probable nuevo lehendakari.
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Las encuestas hablan de vientos de cambio en el Gobierno de Euskadi, otorgándole una relevante ventaja al Partido Socialista, cuyo núcleo duro está formado en una parte importante por jóvenes vascos con el alma plagada de recuerdos de los veranos pasados en pueblos de Extremadura.
El candidato socialista, Patxi López, suele bromear con sus amigos sobre esta circunstancia. «Aquí los extremeños son los que mandan», le han oído decir en multitud de ocasiones amigos y miembros de la Ejecutiva del PSE como Miguel Torres, alcalde de Portugalete, y oriundo de Monterrubio (Badajoz).
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Y es que la broma se asienta en una realidad: el Partido Socialista de Euskadi (PSE) se nutre en buena parte de los emigrantes extremeños que poblaron los barrios obreros de los principales núcleos industriales del País Vasco, comprometidos de forma intensa con las ideas de izquierda.
«Mucha gente de la que llegó de Extremadura, con ideología de izquierdas, ha sido la que ha hecho crecer el socialismo en el País Vasco. Por eso tienen tanto poder los extremeños en el PSE, porque se comprometieron mucho en política, y han potenciado su desarrollo en los últimos años», destaca Torres.
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RAFAELA ROMERO
Presidenta de las Juntas Generales de Guipúzcoa. De Quintana
«Los extremeños del PSE podríamos montar una corriente»
La presidenta de las Juntas Generales de Guipúzcoa, la socialista Rafaela Romero, es una de las políticas vascas en activo que presume, y mucho, de ser extremeña. Nació en Quintana (Badajoz), de donde se marchó a los dos años, pero nunca ha olvidado sus raíces y su identidad. Miembro activa del centro extremeño de San Sebastián, continúa la tradición que le transmitieron sus padres de recordar sus orígenes a su hija, de ocho años, que recibe clases de folklore extremeño.
A pesar de que lleva toda su vida en San Sebastián, Rafaela reconoce que ha conocido el dolor del desarraigo. «Era un desgarro todos los 1 de septiembre, y aún lo es, cuando se acababan las vacaciones, y había que dejar el pueblo», recuerda.
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Ahora, siempre que puede se escapa para el pueblo, donde tiene casa, acompañado de su marido, Jesús Eguiguren, otro peso pesado del Partido Socialista del País Vasco, del que es presidente y diputado.
Eguiguren, a pesar de su origen vasco, es un enamorado declarado de Extremadura, destaca su esposa. Su interés por la región le llevó a realizar la tesis doctoral sobre los fueros de la comunidad extremeña. «Adora Extremadura y conoce su cultura y turismo mejor que yo», comenta la presidenta de las Juntas guipuzcoanas, cuya hermana, Petra Romero, también participa activamente en la política vasca como concejala en el ayuntamiento de Andoain.
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¿Tiene el político vasco-extremeño una perspectiva diferente a la hora de gobernar o de plantear estrategias? «Creo que los políticos que conocemos otra realidad somos más solidarios, tenemos una mentalidad más abierta y global, y por eso yo soy socialista. Una de las cosas que me ha enseñado mi experiencia es la solidaridad y la necesidad de equilibrio entre todos los ciudadanos», defiende.
Por tener esa perspectiva más global de la realidad es por lo que considera que muchos emigrantes extremeños o descendientes de ellos se afiliaron al Partido Socialista de Euskadi. «Somos muchos extremeños ya en el PSE. El día en que montemos una corriente propia, que tiemblen todas las demás. Si quisiéramos, hasta podríamos crear una confederación independiente, como en Cataluña. Además, muchos tenemos una responsabilidad política importante», recuerda.
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Otros políticos vascos, sin ser extremeños de origen, están vinculados a esta tierra, como Rodolfo Ares, por ejemplo, el secretario de Coordinación y Organización del Partido Socialista de Euskadi, casado con una extremeña de Valle de la Serena.
MIGUEL TORRES
Alcalde de Portugalete y miembro de la Ejecutiva del PSE. Monterrubio
«Cuando fui alcalde alguno preguntó si era de aquí»
Es amigo íntimo de Patxi López y, alcalde de Portugalete, localidad cercana a Bilbao en la que el 80% de sus habitantes son emigrantes de otras regiones, o descendientes. A lo largo de sus 38 años, destaca como un momento fundamental el regreso anual a Monterrubio, el pueblo de su padre, siempre que llegaba el verano o Semana Santa. De hecho, además de su familia, tiene en el pueblo a su «cuadrilla» de los amigos de siempre, con los que ha crecido desde la infancia.
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«Tengo muy buenos recuerdos de mis estancias en el pueblo, desde ir con mis primos con las ovejas y meterlas en el corral, como pasar las mañanas libre, jugando por el pueblo, correr por el campo, la cuadrilla de amigos, y a finales de agosto, el regreso a esperar al verano siguiente para volver. Y siempre se hacía esperar».
Criado entre Monterrubio y Portugalete, era monterrubiano en Extremadura, y en Portugalete, un vasco más.
Sin embargo, reconoce que los emigrantes de primera generación, su padre por ejemplo, sí fueron víctimas de algún desprecio. «Pero la segunda generación de emigrantes ha crecido mixta y plural», comenta. Aún así, cuando accedió a la Alcaldía, alguno preguntó que si era «de aquí» por su apellido Torres. «Hay gente a la que le gustaría que los vascos oriundos de otra comunidad nos sintiéramos diferentes, pero nos sentimos tan orgullosos de ser vascos como los que llevan varias generaciones. Somos vascos los que estamos dispuestos a hacer cosas por este país», resalta
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Ya de adulto, recuerda como un momento muy especial el día que dio un mitin político en el centro cultural de Monterrubio junto a Jesús Eguiguren, aprovechando que éste se encontraba de vacaciones en Quintana.
BEGOÑA GIL
Concejala del PSE en el Ayuntamiento de Bilbao. De Cachorrilla
«El emigrante hereda dos culturas y es más tolerante»
Begoña Gil se siente extremeña y vasca. Su hermano Melchor también ocupa un cargo político como secretario de Organización del PSE de Vizcaya y vicepresidente de las Juntas Generales de Vizcaya. Ambos crecieron en el ambiente de mestizaje propio de un barrio obrero, donde cada vecino procedía de una región diferente. «Nunca tuve la sensación de que estaba en tierra prestada aunque sabía que mis orígenes eran otros, y además eso lo teníamos siempre presente», explica.
Perteneciente a una familia de tabaqueros, Begoña recuerda la sensación de libertad que experimentaba en cuanto llegaba a El Batán, y también participaba en las tareas propias del cultivo y recolección del tabaco y del maíz.
«No sé si todas estas experiencias dan al político una perspectiva diferente a la hora de gobernar, pero sí que te enriquece. El emigrante es heredero de dos culturas y ello le hace más tolerante al reconocer la diferencia del otro», aclara.
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En su opinión, gran parte de los emigrantes extremeños se afiliaron o se hicieron simpatizantes del Partido Socialista, «quizás por los valores en los que fueron educados, su amor al esfuerzo y su capacidad de resistencia. Yo soy socialista por convicción y por origen, ya que parte de mi familia lo era».
Cada vez que puede viaja junto a su marido, Patxi López, a El Batán, donde es normal verlos juntos. En los últimos tiempos Patxi ya no pasa desapercibido, como antes. El candidato a lehendakari vasco pasó de niño muchas temporadas en la comarca de las Hurdes adonde habían desterrado a su madre durante la época franquista a consecuencia de sus ideas socialistas.
«Pero no lo vivió como algo traumático al desconocer la causa por la que su madre estaba allí, y guarda recuerdos entrañables de cuando iba a cazar renacuajos, o probaba sabores nuevos en la comida, como el gazpacho o o la cocina con laurel», asegura Gil.
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