LUIS ÁNGEL RUIZ DE GOPEGUI SANTOYO
Martes, 5 de mayo 2009, 03:09
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NO es de ahora, pero hay días que se intensifica la sensación de que leer la prensa cuando el sol no ha despuntado y desayunas los sapos de crisis, accidentes, piraos y chorizos conniventes con algunos (pocos, pero parecen legión) políticos te lleva a la inevitable depresión. Y son las siete de la mañana. Entonces, medio hundido, te sientas frente a la biblioteca. No hay nada más hermoso que contemplar una biblioteca. Y, no diría que de golpe, sobrellevo los decaimientos y recupero una cierta energía, propia de la edad, que tampoco hay que regresar a la juventud engañosa. Hay libros por leer, lo que constituye un desafío plausible, un reto sin esfuerzo sobrevenido. Y hay libros leídos, antiguos y recientes, que te recargan las pilas; sobre todos los viejos. Y, a veces, vuelves a sus páginas y te llevas sorpresas. No eran lo que parecían, porque la remembranza iba unida a la circunstancia vital del instante, y otros se dimensionan, crecen, se agigantan y te reducen a tu minúsculo -pero cálido- espacio. Y de los libros, al cine. ¡Qué sería de alguno de nosotros sin el cine!
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