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El rastro de los templarios

El Temple, clave para la formación de la región

La Orden fue una pieza necesaria para que los reyes leoneses y castellanos conquistaran las tierras al sur de la Sierra de Gata, por entonces llamada Transierra, germen de Extremadura

J. JULIO LÓPEZ RODRÍGUEZ

Lunes, 13 de julio 2009, 14:15

Es indudable la proliferación de libros con temática relativa a la Orden del Temple que se han publicado en los últimos años. La inmensa mayoría carentes de rigores históricos y encuadrados en la novela, en la leyenda o el esoterismo que, si bien pueden entretener, desvirtúan en muchos casos la imagen real de los Caballeros de la Orden del Templo o Caballeros del Temple. En otros casos llegan a nuestras manos libros que pretenden acercarnos a la historia general del Temple, donde se nos habla de sus batallas en Tierra Santa o su poder en Francia, y todo esto nos parece lejano a nuestra tierra.

Pero no podemos olvidar que en realidad El Temple, la Orden de caballería medieval más famosa, poderosa y antigua, tuvo una fuerte presencia en Extremadura que duró casi siglo y medio. Sus tres encomiendas extremeñas llegaron a tener una extensión más grande que la actual Rioja o Cantabria, por poner dos ejemplos comparativos. Obviar esto sería mutilar nuestra propia historia y la de aquellos monjes-guerreros que salpicaron con su legado un inmenso territorio de nuestra actual comunidad.

Para entender la relación de la Orden del Temple con nuestra tierra nos tendríamos que remontar 843 años atrás, cuando los territorios de la actual Extremadura eran dominio musulmán y botín apetecido por los reinos cristianos de León, Castilla y Portugal deseosos de extender sus dominios hacia el sur.

Fue durante el reinado del monarca leonés Fernando II cuando aparece por primera vez documentada la presencia de los templarios en Extremadura, en aquellos tiempos conocida como Transierra. Todo comienza a raíz de la extraordinaria campaña llevada por este rey entre 1166 y 1169, en la que los templarios tendrán gran protagonismo.

Una serie de acontecimientos precipitaron que Fernando II diera un impulso definitivo a la reconquista de la Transierra y tuvo que contar para ello con un ejército disciplinado y contrastado en el campo de batalla como lo era El Temple. El peso de Los Pobres Caballeros de Cristo en esta incursión fue importantísimo si tenemos en cuenta el gran número de donaciones con que les premió el rey leonés.

Con todas las donaciones castilleras, concentradas entre el río Tajo y sus afluentes el Almonte, el Alagón y el Arrago, los templarios formaron su primera encomienda en Extremadura. Como centro de la misma eligieron un lugar bien fortificado y estratégico que era el paso más importante sobre el Tajo, Alconétar.

Años más tarde, Alfonso IX de León dará un nuevo impulso a la reconquista de la Transierra a partir de 1212 tras la derrota musulmana en la batalla de las Navas de Tolosa. Con las conquistas de Mérida y Badajoz en 1230 llevó la frontera leonesa desde el Tajo hasta el Guadiana. Por esas fechas compensó al Temple con los territorios de Burguillos y Alconchel.

Estos territorios, situados en el parte central de la provincia, estaban limitados por los concejos de Badajoz al norte y de Sevilla al sur, el reino portugués al oeste y los territorios de la Orden de Santiago al este, formando una cuña en dirección surestenoroeste. Pero una serie de circunstancias como la preocupación de Fernando III en la conquista del este de la provincia de Badajoz, puerta de al-Andalus, la posterior conquista de Córdoba y Sevilla con ricas vegas que las hacían muy atractivas, y la indefensión de los Concejos de Badajoz y Sevilla con grandes territorios y poca población, fueron poderosas razones para que la Orden del Temple decidiera, de manera unilateral, apoderarse de territorios que no le pertenecían por derecho. Del concejo de Sevilla se apropiaron de la villa de Jerez y de un amplio territorio sobre los que luego fundaron las poblaciones de Fregenal, Zahínos, Valencia de Mombuey, Oliva de la Frontera, Villanueva del Fresno, Higuera la Real y Bodonal. Pero, al igual que ocurriera con Sevilla, los templarios no respetaron los límites del concejo pacense y desde el castillo de Alconchel fueron usurpando territorios hacia el norte (Olivenza), el oeste (Cheles) y el este (Villanueva de Barcarrota y Táliga), donde fundaron nuevas poblaciones.

La encomienda de Jerez

Con todos estos territorios se formó la encomienda de Jerez con una extensión aproximada de 2.888 kilómetros cuadrados, lo que la convirtió en la más grande de todas las encomiendas templarias de la Corona de Castilla y por supuesto de Extremadura, quizá fue esta la razón del deslinde entre Jerez y Valencia del Ventoso en 1272 llamándose desde entonces la encomienda Jerez-Ventoso.

Como rey de Castilla, Fernando III (1217- 1252) emprende una campaña contra los musulmanes para conquistar el Valle del Guadalquivir. Entre sus objetivos se encontraba la bien fortificada y populosa Capilla, enclave fundamental para facilitar el avance cristiano por la Baja Andalucía. Tras catorce semanas de asedio las tropas templarias la tomaron en 1226.

Poco tiempo después de la conquista de Córdoba, los templarios van a recibir de manos del monarca el señorío de Capilla (9 de septiembre de 1236) con un enorme territorio, añadiéndose apenas tresmeses más tarde el castillo de Almorchón. Formándose así la tercera de las encomiendas.

Tres inmensos territorios con escasez de población, en un territorio fronterizo y una vegetación natural muy abundante, no fueron obstáculos para los templarios. El modelo de organización será siempre el mismo, la división de sus territorios en encomiendas o baylías. En lo organizativo cada encomienda se adaptará a su propio territorio tratando de explotar al máximo los recursos existentes. En ninguna de ellas aparecerán grandes núcleos de población que unifique todo el poder, lo que dará más homogeneidad y competencia entre las poblaciones de la misma encomienda.

La repoblación de las tres encomiendas seguirá el mismo modelo. El centro aglutinador de la población es el castillo, cerca de él la iglesia, en honor de la Virgen María como era práctica frecuente entre los templarios, y al amparo de estas dos edificaciones la población.

Ocupar o levantar un castillo

La norma general era ocupar un castillo arrebatado a los musulmanes (Alconchel, Jerez, Cheles, Capilla, Alconétar...) o bien levantar uno de nueva planta (Ventoso en la sierra de San Pedro, Barcarrota, Fregenal, Olivenza, Higuera de Vargas, Burguillos, Cabezón...), para aglutinar aldeas o núcleos dispersos de escasa población, como en Burguillos del Cerro o Garrovillas de Alconétar.

Los templarios supieron repoblar y organizar su territorio de una manera muy eficaz como lo demuestra el hecho de que mientras sus tierras atraían pobladores, sus vecinos como los del concejo de Badajoz, iban disminuyendo su número. Prueba de ello son la cantidad de nuevas poblaciones que fundaron los templarios en las tres encomiendas:

En Capilla, tras la conquista, todos los musulmanes que sobrevivieron fueron enviados al cercano castillo de Gahete (Belalcázar). Ante la ausencia de población autóctona, los templarios se vieron obligados a traer gentes de sus encomiendas gallegas, aún así fundaron: la aldea del Bued (actual Cabeza del Buey), Galizuela, Provichuela (hoy un despoblado cerca del río Esteras), Garlitos y Siruela.

En Alconétar, para la consolidación y repoblación de este territorio, utilizaron como base los castillos, muchos de ellos solamente perduraron mientras cumplieron su función defensiva: Salvaleón, Benavente de Sequeros, Cabezón y Bernardo. Otros como Alconétar persistieron hasta el momento de la disolución de la Orden pasando sus habitantes a la villa templaria de Garrovillas, que junto a Cañaveral siguen siendo núcleos de población en la actualidad.

En Jerez, donde si pudieron contar con población mudéjar y judía, fundaron las poblaciones de: Villanueva del Fresno, Oliva de la Frontera (llamada entonces La Granja de la Oliva),Valencia deMombuey, Cheles, Higuerilla (posteriormente Higuera de Vargas), Zahínos (o Zafinos repoblada con gentes de la encomienda templaria de Ceínos del Campo en Valladolid), Fregenal de la Sierra, Bodonal de la Sierra, Higuera la Real, La Marutera (aldea hoy desaparecida), Barcarrota (antesVillanueva de Barcarrota), Táliga , Olivenza y Ventoso (en la Sierra de San Pedro).

Disolución de la Orden del Temple

Pero la fecha del 13 de octubre de 1307 marcará un acontecimiento injusto y escandaloso que aún hoy, siete siglos después, sigue siendo tema de estudio: la disolución de la Orden del Temple.

El artífice de todo fue el rey de Francia Fernando IV El Hermoso, ansioso por hacerse con todas las posesiones de los templarios, y ayudado por un papa de poca personalidad como era Clemente V. Entre los dos imputaron a los templarios una serie de delitos ficticios como blasfemias y herejías.

En Castilla, a pesar de ser declarados inocentes en los interrogatorios de Medina del Campo y Salamanca, el rey Fernando IV dispondrá de todos los bienes templarios extremeños incluso antes de que se declare disuelta la Orden en el Concilio Ecuménico de Vienne el 22 de marzo de 1312.

A pesar del paso de los siglos y de la obsesión de reyes, concejos y otras órdenes militares por borrar toda huella de su paso por nuestra tierra, la presencia templaria sigue hoy viva. Dice un proverbio antiguo que: «Cuando calla la Historia, hablan las piedras».

Persiste su legado oral con multitud de topónimos (Valle de la Orden, de los Caballeros, Zahínos, Olivenza...) un santoral extremeño salpicado con nombres de Vírgenes introducidas por ellos (Santa María de la Encina, del Castillo, de Belén, de Gracia, de Altagracia, de la Magdalena, Nazaret...), leyes como el fuero del baylío o leyendas (La Torre Sangrienta, El mantel de la Santa Cena, La Virgen de Gracia, La Leyenda del Vaquero...).

Perdura su legado arquitectónico tanto en fortificaciones (Jerez, Fregenal, Capilla, Barcarrota, Alconchel...),en construcciones religiosas (Nuestra Señora de la Encina, Santa María del Castillo, Claustro de Belén, Iglesia Parroquial de Santiago El Mayor, la casa-convento de Altagracia) o vestigios escultóricos (escudo armero en Fregenal de la Sierra, un relieve de Cordero Pascual en Oliva de la Frontera, estelas discoideas en Burguillos del Cerro y Alconétar o tallas de vírgenes como las de Oliva de la Frontera o Cañaveral, entre otros).

La Orden del Temple fue una pieza necesaria para que los reyes leoneses y castellanos conquistaran las tierras al sur de la Sierra de Gata, por entonces llamada Transierra, germen de lo que más tarde se llamará Extremadura.

Monjes-guerreros que asentaron el territorio, lo repoblaron con nuevos pueblos y aldeas, salpicaron todo de castillos e iglesias que hoy forman parte importante de nuestro patrimonio. Y en definitiva, fueron protagonistas clave para la formación de nuestra tierra y por tanto es hora que se le dé un merecido sitio dentro de la Historia de Extremadura.

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