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¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?
Pepe Espinosa sentado en el viejo banco de madera donde pasó más de 40 años como delegado del equipo en los partidos. / CASIMIRO MORENO
«La gente se quejaba del barro, pero ahora se dan todas las comodidades y tampoco va»
100 AÑOS DE RECUERDOS DE EL VIVERO JOSÉ ESPINOSA CORDÓN SECRETARIO GENERAL DEL CD BADAJOZ DURANTE MÁS DE 50 AÑOS

«La gente se quejaba del barro, pero ahora se dan todas las comodidades y tampoco va»

«Al ver este campo que tanta gloria ha vivido, se te pone la carne de gallina» «De pequeño me saltaba por el muro para colarme a ver los partidos»

JAVI PÉREZ

Lunes, 24 de agosto 2009, 11:08

El Vivero no se entiende sin su Badajoz y el Badajoz tampoco sin su vieja guarida. Lo mismo sucede con Pepe Espinosa, el tercer vértice que cierra este triángulo que tanta gloria dio a la ciudad. Una figura imprescindible para descubrir y desmenuzar la historia de estos dos centenarios que fundieron sus destinos con fuego sagrado hasta el 22 de noviembre de 1998. Pepe Espinosa (Barcarrota, 1934) es memoria viva del Badajoz y su Vivero. Custodio del legado blanquinegro, su devoción por los colores le llevó a rescatar de las cenizas archivos y documentos históricos que ahora sirven de testimonio permanente para las generaciones futuras. Un tesoro que hoy cobra un valor inmenso y que guarda como eterno albacea de un escenario mítico.

Discreto y de gran eficacia, su enorme valía reportó al Badajoz prestigio. Prueba de ello es que ha sido el brazo derecho de todas las directivas que pasaron durante su medio siglo de estancia en el templo del fútbol extremeño. El niño que trepaba por sus legendarios muros para colarse en los partidos terminó siendo su más fiel servidor y cómplice de sus secretos.

-¿Qué sensaciones le produce volver a El Vivero?

-Pues la verdad, un recuerdo penoso en cuanto a la actualidad. Porque ver este campo donde tanta gloria se ha vivido se te pone la carne de gallina. Nos ha dado muchas alegrías como los ascensos. También el esplendor y la sensación que causó en toda España y el extranjero la creación del Trofeo Ibérico.

-¿Cuál fue su primer contacto con El Vivero?

-Tenía yo seis o siete años. Venía a los entrenamientos y en los partidos intentaba colarme porque no tenía para pagar la entrada. Me saltaba por el muro que está detrás de la antigua caseta de vestuarios y miraba por la ventana cómo se cambiaban los jugadores. Otras veces, entraba con mi hermano, que era más pequeño que yo, agarrados de la mano colándonos entre los niños de los hogares de Hernán Cortés. Y luego ya con diez años tuve la satisfacción de que mi padre me hiciera socio infantil en 1944. Hasta la fecha, que soy el socio número 4.

-Quién le iba a decir a aquel niño que se intentaba colar que llegaría a ser secretario general y toda una institución del club después de más de 50 años de servicio.

-No me lo podría creer. Antes sólo había un jefe de administración que era Emilio Márquez Orozco, el 'tío de la cachimba', a quien me presentó un amigo que se llamaba Coleto para hacer las pruebas de botones y me quedé. Pero ya había trabajado con el anterior botones colocando papeletas de rifas de una pareja de mulas y llevándolas especialmente a las hermandades sindicales. Pasé de botones a administrativo y en el 67 la junta directiva de Antonio Ballesteros me nombró secretario general, cargo que ocupé hasta mi jubilación en la temporada 98-99.

-Una vida que parece predestinada al viejo Vivero porque esa fue la temporada del traslado al nuevo campo.

-No creíamos que llegaría ese día. Se empezó a hablar del nuevo campo algunos años antes. La gente se quejaba de que no venía porque había mucho barro. Pero ahora en el nuevo campo tenemos aparcamientos y todas las comodidades del mundo y tampoco va. Siempre he dicho que la afición de Badajoz es buenísima y entendida, pero muy corta para la cantidad de habitantes que tiene la ciudad.

-¿Qué ha representado el viejo Vivero en su vida?

-Ha significado todo. Aquí he estado de delegado de campo 40 años, salvo algunas excepciones. Nunca me perdí ningún partido. El viejo Vivero dejó al Badajoz en Segunda y el nuevo estadio pocas satisfacciones ha dado.

-¿Con qué se queda de esos cincuenta años?

-Con la ilusión de un niño y que he sido una persona muy discreta, que ha encajado en todas las directivas. Pero sobre todo que en toda España y en casi todos los equipos me han conocido y tenido un respeto y admiración.

-Respeto, admiración e incluso le llegaron a tirar los tejos equipos de talla mundial como el Real Madrid.

-Siempre he tenido una gran admiración por el Madrid. Soy del Espanyol, pero siento más el Madrid porque he tenido un trato maravilloso. Cuando íbamos a pedir jugadores en cesión, Miguel Malvo, que era el director deportivo y artífice de llevar al Castilla a la final de Copa con el propio Real Madrid, nunca ponía ningún problema. Allí estaban el Carabanchel, Toledo, Quintanar, en fin todos los equipos de Madrid, para pedirle jugadores, yo asomaba la cabeza y al verme me decían 'Vamos Jose, pasa'. Al pasar delante de todos escuchaba: 'siempre ocurre lo mismo con el Badajoz llega el último y entra el primero'. Eso me permitió conocer al gerente don Antonio Calderón, uno de los personajes del fútbol más sabios del mundo, y que me quiso llevar a trabajar allí. Pero yo era muy cobardica y no me decidí. Me dio miedo, la verdad.

-¿Qué hubiera sido del Badajoz sin Pepe Espinosa?

-Pues habría entrado otro que lo hubiera hecho igual o mejor, no lo sé. Lo que sí es cierto es que la gente que venía a verme para algún asunto me decía: 'Pepe cuando tú te vayas se termina el Badajoz'. Me he acordado de eso muchas veces.

-¿Cómo era ese campo que se encontró por primera vez con siete años?

-No había nada. Sólo cuatro palos colgados sobre un apoyo y gradas no había ninguna. Después de la guerra sólo estaban los laterales y la grada llegaba hasta la fila diez. El campo era de tierra.

-El césped provocaría una revolución.

-Aquello fue una ilusión tremenda. Fue muy laborioso porque empezamos construyendo un pozo detrás del fondo marcador y hubo que cegarlo porque aparte de no encontrar agua suficiente los vecinos se quejaron de que no existía la distancia reglamentaria para hacer otro pozo. Al final terminamos por coger el agua del abastecimiento municipal. Luego hicimos detrás del otro fondo un pequeño huerto de diez metros y lo rellenamos de tierra vegetal, sembramos el césped de raygras inglés con trébol, mientras se movía la tierra y se hacía el drenaje. A los dos o tres días ya venía la gente a ver si había nacido y a los ocho días justos ya se empezó a ver el verde de El Vivero. Había más gente que en los partidos. Salió un viernes y el domingo todo el mundo estaba viendo el césped.

-Después llegaría la luz artificial y con ella el Trofeo Ibérico.

-La primera iluminación se puso a base de postes de madera de la luz. Aquello daba luz suficiente para ver los partidos. Por ejemplo, el torneo de ferias entre el Badajoz, Athletic de Bilbao y Málaga se jugó con luz de pago. Luego Holgado lo mejoró con torretas y por fin Barreiros en la época de Ballesteros hizo el resto hasta ponerlo como está en la actualidad. Inmediatamente después se celebró el primer Trofeo Ibérico. Había que justificar el gasto. Aquí venían los mejores equipos del mundo. Flamengo, Estrella Roja, Real Madrid, Barcelona, Benfica... El Badajoz tenía unas relaciones estupendas con esos equipos. El problema era el asunto del aforo, pues no había suficiente aforo para esos grandes acontecimientos.

-¿Cuál ha sido el mejor partido que ha visto en este campo?

-Aquí se celebró un Atlético de Madrid-Benfica, que no he visto jugar mejor a un equipo como aquel del Benfica. También el Real Madrid-Estrella Roja. Fuera del Trofeo Ibérico, me acuerdo de un partido que no tiene importancia. Fue un Badajoz-Granada de Segunda y el campo estaba encharcado por completo. Cuando se anunciaron las alineaciones todos decían que los Luiqui, Salvador y compañía no tenían fondo para aguantar. Pero hicieron una auténtica exhibición y le metieron 4-0 con una actuación sobresaliente precisamente de Luiqui y Salvador. También hubo otro en Mirandilla, que así se llamaba el campo del Cádiz, en la que con un equipo totalmente nuevo le metimos 1-6 al Cádiz de Segunda. Trajimos a Sierra, los hermanos Rincón, Fiestas, De la Osa, Zamorita, Félix, Isidoro, Salvador, Jiménez y Velázquez. Un equipo recién formado y sin conocerse apenas que hiciera ese fútbol fue sorprendente. Aquello fue tan extraño como bonito. Aquel equipo terminó por ascender. Ese equipo fue glorioso.

-Muchas tardes de gloria, pero faltó una, la del ascenso a Primera.

-Pudimos hacerlo en dos ocasiones. Una fue el año que subió el Extremadura. Nosotros quedamos con los mismos puntos, pero por 'golaverage' se pusieron por delante y ascendieron en la eliminatoria con el Albacete. Pero hubo otro año con el Betis, que jugó aquí con Del Sol. Tenían un equipazo. La victoria nos llevaba a Primera y tuvimos que poner gradas supletorias. Fue un disparate los béticos en Badajoz. Y nos ganaron 0-1. El ascenso hubiera despertado a la gente. Aunque no teníamos solidez para mantener un equipo de Primera.

-¿Qué le parece el destino que va a tener El Vivero?

-No conozco el proyecto. Pero me gustaría hacerle un ruego al alcalde señor Celdrán y que por favor haga lo posible para que el nombre de Francisco Felipe Fernández Marquesta, Conde de la Torre del Fresno, no caiga en el olvido en esta nueva Ciudad Deportiva. Si no inmortalizar su nombre, ya sea en forma de placa o monolito en un lugar destacado. Es lo mínimo que se puede hacer por quien tanto dio al CD Badajoz.

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