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CARLOS PINO
Lunes, 16 de enero 2012, 21:40
Como si de una película de terror se tratase, el viaje en el 'Costa Concordia' de los miajadeños Pedro Ruiz y Daniel Franco comenzó como una experiencia idílica y espectacular y acabó rozando la tragedia para ellos. Sobre la 21:30 horas este crucero por el Mediterráneo acabó con el barco chocando contra unas rocas a apenas 150 metros de la isla de Giglio. Pedro, todavía sin saber la magnitud de los hechos, se dirigió a su camarote, mientras que su compañero Daniel corrió hasta los botes salvavidas.
"Oímos un fuerte golpe y la gente se levantó y tras otro fuerte golpe el barco se balanceo y la gente se asustó mucho, empezaron los gritos y la gente a correr", asegura Pedro Ruiz, empleado de un estanco en el centro de Miajadas de 36 años. Se mantuvo tranquilo, subió al camarote y se dio cuenta que el barco seguía en marcha. El hecho de que les dijeran que era un fallo eléctrico le tranquilizó. "Todo era un descontrol, al cabo de media hora, cuando dieron la voz de alarme supe que la situación era grave", asegura Pedro que le llamó la atención la poca preparación que tenían los miembros de la tripulación que tenían que ayudarles y que no sabían qué hacer, de hecho a alguno de ellos le dio un ataque de pánico y se puso a llorar. Asegura que el capitán y el comandante, a pesar de que les dijeron que era un fallo eléctrico, nadie se lo creyó, pero después los mensajes empezaron a llegar de un coordinador, Jairo, natural de Plasencia. "Él estaba nervioso y ahí me percaté que la situación era grave".
Poco a poco el 'Costa Concordia' se fue tumbando cada vez más y la tensión creció.
Pedro pudo meterse en la quinta balsa, no conocía a nadie y todo el mundo estaba asustado. Asegura que las escenas de pánico eran terribles, con gente herida en el suelo y sin saber qué podía pasar "cuando cortaron la cuerda del bote aquello se desplomó con un fuerte golpe y pensé que nos matábamos".
En ese momento Pedro no dejaba de pensar en que le podría haber pasado a su amigo Daniel, del que no supo nada desde el primer golpe. "Fue la situación más complicada, le fui buscando entre todos los golpes, tardé media hora en encontrar a Daniel", asegura Pedro, quien cree que tuvieron suerte porque llegaron de los primeros. A las 22:45 horas estaban en tierra mientras que algunos españoles no pisaron Giglio hasta las 03:00 horas. "El barco ya estaba tumbado y salieron arrastrándose, llenos de sangre de los heridos".
La experiencia de Daniel Julio Franco fue más dramática. Tras el segundo impacto corrió a los botes salvavidas, y a pesar de las primeras informaciones él no se fió. Tras la alarma la gente empezó a subir a los botes. Precisamente el descenso al agua fue lo peor. Había mucha más gente en el bote de lo que estaba permitido y el conductor no sabía cómo manejarlo, "no podía avanzar, sólo daba vueltas sobre su propio eje y dio varios golpes contra el casco el barco y pasé mucho miedo y creí que de allí no salía". Cuenta que gracias a la ayuda de una patrulla de la policía pudieron llegar a tierra. Una vez allí se alegró cuando pudo ver a su amigo Pedro.
Cuenta que las escenas para subir a las embarcaciones salvavidas fueron dantescas "el personal de la tripulación tenía que empujar a la gente porque todo el mundo gritaba y quería subir", afirma Daniel, que asegura que pasó algo más de una hora entre que sintieron el golpe y subieron a la barca salvavidas.
"Mi vida la peligraba"
Una vez en tierra nadie les atendieron. Primero estuvieron en una iglesia, después de estar ahí les comunicaron que un barco iba a salir de un muelle cercano, pero cuando llegaron allí estuvieron esperando cinco horas sin saber noticias de nada. Antes pudieron hablar con sus familias y tranquilizarles. Afirman que tuvieron que meterse en un bar en donde no pudieron ni pedir un café, porque no tenían dinero. "No teníamos nada, ni documentación ni dinero, tan sólo conservamos la tarjeta", asegura Pedro Ruiz.
La primera noche la pasaron sin abrigo, Pedro durmió en una silla y Daniel en un banco, en manga corta y con sólo cuatro grados de temperatura. Ambos han perdido todas sus pertenencias, su ropa, dinero, cámara de fotos, móvil y otras cosas, por lo que aseguran que pedirán responsabilidades a la empresa.
Se quejan además de que durante los cinco días anteriores de viaje nadie les explicó el simulacro de evacuación, ni de dio ningún tipo de instrucción al respecto. "Todo lo hicimos por intuición", declara Daniel Franco.
Tras la primera noche les trasladaron con un ferry hasta Roma, de ahí el domingo partieron en avión hasta Madrid, a donde llegaron el domingo por la tarde. Hasta la noche no llegaron a Miajadas, en donde fueron recibidos con emoción por familiares y amigos.
A pesar de la experiencia Pedro Ruiz afirma que volvería a hacer un crucero si tuviese la oportunidad. Asegura que todo era precioso y tremendo y no entiende como una instalación de esa magnitud pudo acabar así. "A mi me ha encantado, hasta el viernes".
Un español entre los fallecidos
Los bomberos revisaron las cabinas, una por una, en la parte del buque que emerge del agua. Fue en una de ellas donde se hallaron los cadáveres de un español y un italiano, lo que eleva a cinco el número de fallecidos. El español fue identificado como Guillermo Gual, un mallorquín de 68 años. El otro cuerpo era del de un hombre de 86 años natural de Cerdeña.
Se teme que muchos de los desaparecidos, cuyo número se ha reducido a 15 personas, puedan estar en la parte sumergida o que todavía haya gente encerrada en sus camarotes, pues se oyen ruidos en el interior. El apagón ocurrido a los pocos minutos del choque pudo bloquear los sistemas eléctricos de las puertas de los camarotes, que se abren con tarjetas magnéticas.
La buena noticia del día fue el rescate de una pareja de coreanos, de 29 años, más de 24 horas después del siniestro. Hye Jim Jeong y Kideok Han, dos profesores de física y química, estaban de luna de miel y habían embarcado en Civitavecchia, dos horas antes de la tragedia. Su relato, a una agencia italiana, refleja una vez más el caos de la emergencia: «No oímos ninguna alarma, solo vimos una persona que entró en nuestra cabina y nos intentó explicar algo en italiano. Cuando fuimos a las salidas de emergencia estaban bloqueadas, no pudimos volver al camarote y hemos aguantado con lo puesto en un rincón hasta que hemos oído los gritos de los bomberos».
También fue rescatado ayer el jefe comisario de a bordo, Marrico Giampetroni, descrito como un héroe, pues ayudó a numerosas personas a salvarse, pero al final sufrió una fractura en una pierna y quedó atrapado en el puente 3.
Pasados ya dos días del naufragio, empieza a imponerse otro problema nada fácil: las 2.380 toneladas de combustible que quedan en los depósitos del barco, y qué hacer con la propia nave. El ministro de Medio Ambiente, Corrado Clini, ha explicado que están listos los cordones flotantes para aislar un hipotético vertido y se estudian las soluciones. En principio, se vaciarían los tanques. El barco debería ser reparado, puesto de nuevo a flote y llevado a puerto, una tarea compleja con sus dimensiones. Si no, habría que desmontarlo. Y tiene que ser rápido, pues existe el riesgo de que se acabe deslizando a una profundidad mayor.
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