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En el año 2023, la Campiña Sur, el granero de Extremadura con 50.000 hectáreas potencialmente productivas, vivió una sequía histórica. Se perdió prácticamente toda ... la cosecha de trigo, cebada o avena. Apenas dos años después, los cerealistas de la comarca del sureste extremeño viven una situación de angustia similar. «Ha llovido como no se recordaba aquí y lo ha hecho con tantas ganas que estamos como en 2023, pero ahora por todo lo contrario. Entonces porque no nos cayó ninguna gota; ahora porque han caído demasiadas», relata Manuel Martín Mota, agricultor de 50 años, de Villagarcía de la Torre.
Sobre un terreno ligeramente alomado, a un par de kilómetros del casco urbano de Llerena, Manuel comprueba junto a Cándido Méndez, de 61 años, agricultor, ganadero y presidente de la cooperativa AgroLlerena y comarca, cómo están los sembrados.
Es la última semana de marzo y el tiempo húmedo ha dado una tregua. Sale (y pica) el sol. Pero el daño ya está hecho en la comarca, que aporta aproximadamente la tercera parte de las hectáreas de cereal que produce Extremadura.
Lo que a estas alturas de la primavera podía haber sido una imagen de verdor intenso de miles de hectáreas si hubiera llovido de forma razonable en la Campiña Sur se está transformando en un panorama de color amarillento en las fincas de cereal.
«Es irrecuperable casi toda la cosecha. Lo estáis viendo aquí. Salió el grano, pero la planta se ha muerto y no puede desarrollarse porque se ha asfixiado por el exceso de agua», sentencia el agricultor de Villagarcía de la Torre, que dispone de 150 hectáreas para ganarse la vida.
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«Las parcelas están llenas de agua, de barro, de malas hierbas. No se va a poder entrar en ellas a hacer ninguna labor de recuperación. Esto de aquí a un mes está cubierto de malas hierbas que solo van a servir para alimentar a ganado quien pueda aprovecharlo», concluye. Y advierte que las lluvias de este inicio de abril ahondarán más ese pronóstico.
Méndez no deja de repetir dos palabras: asfixia radicular. Son las que explican la muerte o mala nacencia, que viene a ser lo mismo, de miles de semillas de cereal, plantado habitualmente entre octubre y febrero a más tardar.
«La asfixia radicular hace que el agua desplace al oxígeno en el suelo, limitando la capacidad de respirar de las plantas a través de las raíces. Es ocasionada cuando existe un exceso de agua en el suelo, independientemente de que sea por poco o mucho tiempo. Y aquí ya ves el panorama», explica como si se tratase de un profesor de biología. No lo es, pero la experiencia acumulada de décadas de Cándido Méndez sirve para asentir la afirmación previa realizada por Manuel Martín.
«Esto ya solo vale para que las máquinas puedan entrar en un mes o mes y medio y hagan pacas de heno. Esto solo puede servir para quien tenga ganado porque de aquí no se va a sacar un solo grano», concluye.
La caída brusca de la producción en esta campaña puede ser similar a la de 2023. Entonces, según datos de Cooperativas Agro-Alimentarias de Extremadura, se consiguieron sacar en la región 146.422 toneladas de cereal, de ellas algo más de 90.000 de trigo, en una superficie sembrada de 232.691 hectáreas.
Los datos se refieren a los llamados cereales de invierno (trigo, cebada, avena, triticale). Mientras, entre cereales de verano serían el maíz y el arroz.
En cambio, la cosecha del año pasado, con lluvia, la justa, fue más que aceptable en la comunidad autónoma en cuanto a los cereales de invierno: 943.776 toneladas en 224.123 hectáreas. O sea, ocho veces y media más de producción con 8.000 hectáreas menos sembradas.
«Lo de este año va a volver a ser como lo de 2023», comentan en un corrillo varios cerealistas apiñados junto a la nave de la sociedad cooperativa de Llerena en la que se acumula trigo que todavía no se ha vendido de la pasada campaña.
AgroLlerena alcanza los 25 años de existencia. Cuenta con unos 200 socios agricultores y ganaderos «porque solo con el cereal no da para muchos». La cooperativa tiene capacidad para almacenar siete millones de kilos en sus instalaciones.
En estos momentos quedan ya pocos granos en sus instalaciones, pendientes de ser comercializados en cuanto lleguen los pedidos.
«El problema del sector no es, en sí mismo, las ventas, la mayor o menor cantidad de toneladas que vendamos. El problema es lo que nos pagan. Es a qué precio se vende. Mira lo que dice la Lonja de Extremadura», comenta Antonio Mateos mientras muestra su teléfono móvil. «La tonelada de kilo de trigo ha bajado 25 euros en dos semanas. Y no ha motivo para ello», remarca Antonio Mateos. La semana pasada se estaba pagando 0,23 céntimos de euro por kilo, puntualiza con tristeza.
«Es que nos siguen pagando como hace treinta años y eso no pasa en ningún sitio salvo en el cereal», critica Mateos, de 53 años.
En este sector, agrega Antonio Soto, responsable de la sectorial de Cultivos Herbáceos de Cooperativas Agro-Alimentarias de Extremadura, «estamos al albur de muchas cosas que no dependen de nosotros a la hora de los precios. Hoy, de Trump y de Putin».
El valor de los cereales españoles –enfatiza Soto– «se decide en función de lo que entra en los puertos», en referencia a las importaciones siempre abundantes de cereal. Tradicionalmente era el procedente de Ucrania y de Rusia.
España superó los 14 millones de toneladas de importación de cereales de países terceros al cierre de la campaña 2023/24. Un 4,1% y 550.824 toneladas más que en el mismo periodo de la campaña anterior. Se trata del volumen de cereal comprado por España más elevado desde al menos la campaña 2014/15, según datos de la Comisión Europea.
Algo más de la mitad de las importaciones de grano de nuestro país, con un 51,4% del total, correspondieron a maíz, con casi 7,45 millones de toneladas. España concentró un 40,32% de todas las entradas de este cereal al mercado comunitario.
En segundo lugar se situó el trigo blando, con casi 5,62 millones de toneladas, casi un 40% del total importado del cereal de fuera de la Unión, con un fuerte incremento del 44,4% y de casi 1,73 millones respecto a un año antes. España fue también, con un 61% del total, el principal importador de este grano desde fuera de la UE.
La invasión rusa de Ucrania puso en cuestión esa entrada de trigo a España pero, según Soto, «más o menos eso se ha regularizado».
Lamenta el responsable de Cultivos Herbáceos de Cooperativas de Extremadura que se haya estabilizado para mal el precio a percibir por los cerealistas extremeños de trigo. «No suelen cambiar mucho, no», admite.
En cambio, Antonio Soto percibe que este año puede haber un cambio favorable para los productores de cereal de primavera/verano. Para los maiceros, fundamentalmente.
«Parece que hay buenas perspectivas, pero todo se va a ver en este mes de abril», afirma. Lo que sí es incontestable es que en este año, ante la reducción considerable de la superficie para el cultivo de tomate, habrá más hectáreas para el maíz y para el arroz. Entre otros motivos, porque hay agua suficiente.
Respecto al cereal de invierno, Antonio Soto lamenta que en la Campiña Sur el exceso de precipitaciones haya perjudicado a lo cerealistas de la comarca. «Es el sino de los agricultores», afina.
En el caso de las Vegas Bajas del Guadiana, donde Soto reside, no ha sido así. «Aquí ha llovido bien. No se perciben daños en las parcelas. En algunas hay zonas anegadas pero poca cosa. Los sembrados aquí, y también en Vegas Altas, están magníficos», finaliza. Como se percibe, nunca llueve a gusto de todos.
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