La agricultora María Minguell en una de sus chagras, recogiendo lo que le da la tierra. Antonio Nogales

Cultivos de Colombia en Extremadura

Sostenibilidad. Una joven catalana afincada en Extremadura lidera 'La granja del agua', una granja ecológica cerca de Valverde de Burguillos, y el proyecto Sembrando Agua

José Tomás Palacín

Viernes, 7 de abril 2023, 21:00

En una pequeña finca cerca de Valverde de Burguillos se encuentra 'La granja del agua', un proyecto de restauración ambiental experimental único en Extremadura. Está liderado por María Minguell, una joven de 26 años originaria de Cataluña, que hace unos tres años se vino a ... vivir a la región, de donde es su familia materna, tras pasar más de un lustro viajando por España y Sudamérica.

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Aunque ella se dedica a la agricultura regenerativa desde hace muchos años –aún teniendo en cuenta su edad–, su verdadera especialidad es la permacultura. De ahí que esté transformando este espacio, una parcela de secano, en un bosque comestible. Es la mejor manera en la que las personas que quieren regenerar y reforestar el planeta puedan ganar dinero, así como generar excedentes y dar de comer a las familias, asegura.

«Sé que choca mucho este modelo que promulgo con la agricultura tradicional, sobre todo en Extremadura. Aquí se cultiva olivar, tomates, pero solo un cultivo. Antiguamente todos tenían de todo: animales, huertas, cereales, y no había tanta dependencia de los insumos externos. Aquí hay autosuficiencia. En vez de dar una cosecha de cereal al año, damos seis o siete de diferentes cosas», explica Minguell.

El vivero es, como lo denomina Minguell, el «vientre sagrado» de la granja. Antonio Nogales

La permacultura

Pero ¿qué es exactamente la permacultura? Básicamente, es una disciplina que contempla varios oficios. Viene de «cultura permanente» y son estudios que empezaron en los sesenta en Australia, de unos ingenieros que investigaron los procesos por los cuales el ser humano podía volver a hacer agricultura de la mano de la naturaleza. Es decir, que comprobaron cuáles son los patrones que sigue la naturaleza para ser sostenible y por qué el ser humano debería seguirlos.

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«En esta disciplina se integra desde la educación ambiental –bioconstrucción, sistemas de captación de aguas, residuos, canalización de filtrados– hasta la práctica. En resumen, la idea es ir hacia una cultura sostenible», especifica la agricultora.

En la granja, Minguell cultiva en 'chagras', cultivos ancestrales de Colombia que mejoran la tierra

Además, la permacultura debe empezar, como casi todo, a pequeña escala. Volver a que cada familia autogestione su vida. Bien sea aprovechando una fosa séptica para regar, bien sea para aprovechar agua de tejados, abono de animales, crear albercas y charcas... Lo de «toda la vida», volver a lo circular.

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Viajes y chagras

Primero salió de Cataluña, hastiada de unos estudios que le decepcionaron –Ciencias Políticas y Antropología–. Luego fue a Colombia, donde estuvo varios años. Argentina, Ecuador... Y vuelta a Cataluña, a la que jamás se volvió a acostumbrar.

«Yo trabajo la tierra, y poseer tierras es muy complicada allí, no las hay asequibles, si las quieres comprar tienes que ir a ritmo de ciudad y no me parece saludable. Mi madre es de aquí, de Extremadura, como mis abuelos. Para mí ha sido como volver. Dimos con esta tierra y fue muy fácil para mí, la verdad», cuenta.

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En esos viajes quería aprender sobre la permacultura, los procesos de vida en comunidad. Y fue directa a vivirlos.

La agricultora cultiva varias plantas medicinales. Antonio Nogales

De este modo, en Colombia descubrió las chagras, la forma ancestral que tienen allí de cultivar. Imitan la selva, no reproducen un huerto como lo entendemos en Europa, «con líneas de cosas iguales», como ilustra Miguell.

Por culpa o a causa de la colonización, escondían su comida en la propia selva para que no se la quitaran. La cuestión es que hoy en día, gracias a esa forma de cultivar –caóticamente ordenada– tienen uno de los ecosistemas más biodiversos del mundo. «Si seguimos el mismo modelo de los que se han cargado todo, no hay salida», razona.

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El modelo, según la permacultura, debe cambiar hacia algo circular, y primero se necesita un buen suelo. En dos o tres años se pueden hacer cambios abismales tratándolo bien. Y es que esta disciplina es una perspectiva a futuro.

«Hablamos de regenerar hasta siete generaciones. Los pueblos originarios con los que conviví así me lo transmitieron».

Si la tierra está bien trabajada, asegura, sale todo solo. Puerros, romero, kale, cebolla... conviven en un lado de la chagra. Al otro también hay plantas medicinales como la milenrama blanca, que sirve para limpiar el útero y aliviar los síntomas premenstruales fuertes. De repente, se pone a sembrar patatas. Al fondo de los cultivos se vislumbra un alberchiguero, junto a un almendro y un naranjo. Y nogales, olivos, un manzano... Un poco de todo.

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«Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento, eso es la idea. Que la tierra haga sus procesos, no yo. Ahora en primavera dejo crecer la hierba de los pasillos de los huertos, la deshierbo a mano –me relaja– y vuelvo a crear un acolchado a la tierra. Y vuelta a sembrar. Como una cobertura vegetal para que también se proteja la humedad».

–¿Por qué está todo mezclado?

–Por protección. Con las sequías hay muchos insectos raros, muchas plagas. Si terminamos con lo que había antes, ranas, culebras, lagartijas, nada funciona. No puedo desplazar a estos seres porque rompo el ciclo. Así que convivo con ellos. Si siembro todo igual, tienen más posibilidades de que si se enferma una planta se enferman todas. De este modo, separado, a lo mejor alguna se lo comen los ratones. Pero me quedan otras plantas. Mantengo la biodiversidad.

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La idea es pasar de un espacio de finca de secano a un bosque comestible que sea rentable para familias

Defiende que miles de variedades adaptadas a la región pueden convivir perfectamente entre ellas. «Cultivamos arroz en Extremadura. ¿Estamos locos? En Sudamérica las hojas son grandes como un ser humano. Aquí son plantas de tallo fino, espinosas. Eso no significa que no haya especies productivas: tenemos lavandas de las más medicinales del mundo. Por eso tenemos que cuidar esta tierra».

En 'La granja del agua' también hay animales. Minguell les da de comer con lo que le da la tierra y los animales le dan el abono para esta. Y así sucesivamente. Por ejemplo, ahora tiene gallinas; antes tenía patos. «Pero me los he comido, ensuciaban mucho el agua, volaban... Las gallinas son mejores. Así, cuando mi burro Apu va comiendo el césped y cortándolo las gallinas van comiendo todo detrás. Así están de fuertes y bonitas», alega, orgullosa.

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Para el huerto

Los excrementos de las gallinas, por cierto, irán luego a caldos microbianos que servirán para el huerto. También prepara el compost con una tierra que va trabajando y echando el residuo de la gallina –bien tratado, porque tiene amoníaco–. Y luego, todo irá a las chagras. Y al vivero, el «vientre sagrado».

«Lo llamo así para que los voluntarios sepan dónde están en cada momento, en realidad. Es un vivero regenerativo, algo donde comprar los árboles, los sustratos y que haya alguien que te asesore. Ese es el proyecto final, podríamos decir, de la granja, su rentabilidad. Tenemos tomillo, fresas, orégano, menta, lavanda, valeriana, romero, salvia, santolina, melisas...».

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Minguell hace nidos de abono donde fermenta el compost que luego irá a clados microbianos. Antonio Nogales

Asimismo, entre los semilleros también hay ajetes, que repelen bien los insectos, y facilita que las macetas se mantengan sanas. Además hay tomates, ocras, albahaca canela, nísperos, lechuga o fisalis, su favorita, una planta subtropical recientemente de moda.

Sembrando agua

El dinero para la granja sale, por un lado, de su bolsillo. Por otro, de su proyecto Sembrando Agua, que también es su empresa. Una corporación que se dedica a la formación de permacultura, aunque colabora con centros extremeños como Cicytex, universidades nacionales e internacionales, recibe voluntarios de todo el mundo... Todo lo ganado se reinvierte en la misma granja. Se venden productos medicinales del vivero, de las huertas. Y el objetivo final es convertirse en un bosque comestible.

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«Se necesitan muchas hectáreas de permacultura para recuperar Extremadura. Pretende ser una solución local a un problema global. Y en esas estamos». Calcula que con 500 hectáreas ya se podrían empezar a notar cambios en la biodiversidad de la región. 'La granja del agua', en Valverde de Burguillos, es la primera en intentarlo.

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