Somos la región con más potencial de agua embalsada gracias a nuestras 13 centrales hidroeléctricas y 126 presas. Por Extremadura pasan dos de los ríos más caudalosos y largos de España, Tajo y Guadiana, y contamos con presas que, en algún momento de los últimos ... 50 años, fueron las más grandes de Europa (La Serena y Alcántara). Incluso la más grande en la actualidad, Alqueva, es un poco nuestra. En Londres, desde que en los años 60 del pasado siglo se prohibieron las chimeneas de leña, ya casi no hay niebla. Extremadura ha tomado el relevo, pero no por sus nieblas de humo de chimenea, sino por su pura niebla de agua. En esta tierra diversa y acuosa, la proliferación de ríos, embalses, canales, lavajos y arroyos provoca que durante 50 días al año un manto vaporoso juguetee con el paisaje. En cada dehesa, en cada cortina o finca chica, los extremeños hemos construido un depósito artesanal y antiguo donde hacer acopio: las charcas. Y en el norte, las jóvenes gargantas de corriente saltarina. La necesidad nos ha convertido en una potencia acuática, pero tenemos un problema: de toda esa agua, se evapora un metro. Con el agua que se evapora en Extremadura, en Almería regarían todos sus invernaderos. Los profanos desconocemos este problema hasta que nos lo explican quienes saben del agua y dependen de ella para sus explotaciones. Hay que soterrar el agua, llevarla por tuberías, impedir que se evapore. Debemos proteger nuestra condición de potencia acuática nacional.

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