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Productos como el aceite de oliva, el vino, la carne y derivados del cerdo, entre otros muchos, tienen un gran potencial

Alimentos españoles en China

Juan Quintana

Lunes, 10 de junio 2024, 08:41

A pesar del rápido desarrollo industrial, China sigue siendo una nación agrícola destacada. Su sector primario podría alimentar a una quinta parte de la población mundial, a pesar de que dispone de una de las proporciones más bajas de superficie agraria útil con respecto a ... la total. No en vano produce una cuarta parte de los cereales globales utilizando solo una décima parte de la superficie agrícola mundial. Este logro se debe a la alta prioridad que el gobierno chino otorga a la agricultura.

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Por otro lado, con su vasta población y creciente economía, ha superado a Estados Unidos como el mayor mercado mundial de alimentos y bebidas. En 2022, la industria alimentaria china tenía un valor de 1,3 billones de dólares, siendo el pan y los cereales una parte muy significativa de su consumo. Los consumidores chinos están cada vez más interesados en alimentos saludables y sostenibles. La demanda de productos ecológicos está en aumento. Además, la digitalización está transformando el sector, con un impresionante 36,5% del consumo total de alimentos realizado a través de compras en línea.

Por todo ello el mercado chino se ha convertido en un actor fundamental para el sector agroalimentario español. Con su economía en constante crecimiento y una población de más de 1.400 millones de personas, China ofrece oportunidades significativas para las exportaciones de alimentos. Pero no solo para España, también para otros muchos países, con los que en muchos casos mantenemos una intensa pugna comercial para conseguir una mayor proporción del pastel. Por el momento, China ocupa el noveno lugar en las exportaciones agroalimentarias de España a nivel global y es el tercer país fuera de la Unión Europea (UE), con exportaciones que alcanzaron los 1.900 millones de euros el año pasado.

En este contexto, China, consciente de su relevancia en este sector, ha implementado una nueva ley de importación para garantizar la seguridad alimentaria y la calidad de los productos, que afecta tanto a los productores nacionales como a los extranjeros.

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Para la industria alimentaria española es una prioridad potenciar y crecer en los países de exportación habitual, pero también abrir y consolidar nuevos mercados. Algo que, por cierto, nuestro sector sabe hacer muy bien, tal como se ha podido constatar en numerosas ocasiones, cuando ha sabido mantener su potencial y su hegemonía en momentos de recesión económica, o ante la pérdida de mercados de forma súbita por conflictos geopolíticos o comerciales. Hay que recordar que España es el séptimo productor mundial de productos agroalimentarios y el cuarto de la UE.

Las oportunidades son evidentes, ya que la creciente clase media china demanda alimentos de alta calidad y saludables. Productos como el aceite de oliva, el vino, la carne y derivados del cerdo, entre otros muchos, tienen un gran potencial. Sin embargo, también existen desafíos, como la competencia con otros exportadores y la necesidad de comprender las preferencias del consumidor chino. Este mercado presenta características únicas que requieren una estrategia específica. Su cultura, preferencias alimentarias y regulaciones comerciales difieren de las de otros países. La negociación bilateral de protocolos es esencial para garantizar el acceso y la calidad de los productos exportados. En este sentido el Salón SIAL donde ha estado presente una importante delegación española, encabezada por Luis Planas, ministro de agricultura, ha sido no solo un escaparate y espacio de negociación comercial, sino también de negociación política económica. Pendiente de ver si las conversaciones de plasman en protocolos operativos, han quedado el sector avícola y el del porcino, con una importante presencia. En el caso del vacuno hay que recordar que en el pasado mes de febrero se alcanzó un acuerdo entre ambos países que eliminaba el embargo impuesto por China al vacuno español, implantado a principios del presente siglo como consecuencia de la crisis fe las vacas locas.

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