Dolly amenaza al lobo

Deja un sabor agridulce que la presidenta de la Comisión ahora, tras la muerte de su pony Dolly, afirme lo que no pocos ya hace muchos años que denunciamos, que en muchos lugares el lobo es un peligro real

Juan Quintana

Lunes, 18 de septiembre 2023, 08:40

Estas últimas semanas ha vuelto a saltar a la actualidad agroambiental el problema del lobo. La Comisión Europea ha solicitado a los diferentes interlocutores locales nuevos datos actualizados sobre esta cuestión, dando de plazo hasta el 22 de septiembre para la presentación de los mismos. ... En concreto, demanda información que permita revisar la evaluación del impacto que está produciendo la protección de esta especie en los diferentes ecosistemas locales, tanto ambientales, como económicos y sociales.

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Hay que recordar que es parte de un procedimiento iniciado hace ya casi un año, cuando en noviembre de 2022 el Parlamento Europeo instó a la Comisión a acometer este trabajo. Además lo que ahora se plantea no es una nueva consulta, sino una ampliación del plazo que se puso en marcha en el primer semestre, con resultados insuficientes.

La realidad es que el regreso del lobo a nuestros ecosistemas está generando un importante daño en las economías locales, con pérdidas sustanciales de reses e incluso de animales domésticos, que son atacados, la mayoría de las veces, de forma indiscriminada y con muchos más animales muertos o mutilados que los necesarios para su alimentación. De hecho, solo una pequeña parte de sus presas son ingeridas como alimento por este carnívoro. Además de las que matan, hay una cantidad todavía mayor que quedan heridas, maltrechas y mutiladas, con el enorme sufrimiento que ello supone, principalmente para las atacadas, pero también para los miembros del resto de los rebaños y manadas.

Pero no se trata solo de un daño económico, sino también de un fuerte impacto emocional y psicológico de los ganaderos y de sus familiares, que sienten el sufrimiento de sus animales y la indefensión a la que se han visto expuestos ante un plan de protección que solo piensa en el lobo, y no en sus presas ni en sus cuidadores. Cierto es que hay aprobadas medidas excepcionales y compensaciones, que es complejo y tedioso conseguir; pero buena parte del problema no se palía con dinero. Pero sobre todo, los ganaderos y la población de estos territorios, lo que quieren es no estar permanentemente amenazados por este animal, a pesar de que en algunos casos puedan ser compensados por los daños materiales de un ataque cuyo origen está en una malentendido naturalismo. Pudiendo prevenir, porque tener que curar.

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Ahora está el debate abierto de si se debe o no reducir la población del lobo mediante la caza controlada. La pena es que se haya tenido que llegar a este punto por una mala planificación estratégica, por el fundamentalismo de algunos grupos animalistas y por la debilidad de los legisladores. En este sentido, también deja un sabor agridulce la actitud de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, que se ha posicionado sobre esta cuestión afirmando lo que no pocos ya hace muchos años que denunciamos, y es que en muchos lugares el lobo se ha convertido en un peligro real para el ganado e incluso para los seres humanos. No cabe duda que es un acicate para poder revertir una situación muy dañina, pero no deja de ser una pena que se tenga que sufrir en propias carnes el daño, para dejar de mirar a otro lado. La muerte de su pony Dolly, que llevaba más de treinta años acompañando a la familia, fue sin duda un duro golpe para ellos, al igual que ha sucedido en otros muchos casos y, aunque ese no sea el origen de esta nueva actitud de la Comisión, sin duda es un catalizador, también mediático y social.

Al final, y quizás lo más estrambótico de la situación, es que somos una de las pocas especies que mata por placer, pero me atrevería a decir que la única que invierte su energía y sus recursos en rodearse de sus depredadores y de los de sus animales de compañía y trabajo.

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