Hace poco menos de un año comentábamos en este mismo espacio cómo la guerra de Ucrania había supuesto un agravamiento de la crisis preexistente de los fertilizantes. Con el cierre de las importaciones de gas, en algunos países de la Unión Europea (UE) la capacidad ... productiva de este importante 'input' agrícola se llegó a reducir hasta en un 70%. Fue debido, entre otros factores, a la fuerte dependencia de la industria europea de países terceros para la obtención de las principales materias primas, como son el gas natural y la roca fosfórica.
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En la actualidad y a nivel global, el mercado de los fertilizantes se ha estabilizado, tal como reconoce la Asociación Internacional de Fabricantes de Fertilizantes (IFA). En ello ha tenido especial influencia el no aplicar sanciones a las exportaciones rusas de fertilizantes y la protección a las cadenas de suministro. Según esta misma organización, en 2022 la producción de ácido fosfórico aumento un 2% hasta las casi 85 millones de toneladas, mientras que el cloruro potásico cayó el 15%, situándose en algo más de 62 millones de toneladas, y el amoniaco un 1% con 182 millones de toneladas. En este contexto y con la apertura de nuevos mercados de importación, los precios se han conseguido revertir con respecto a los máximos alcanzados en el primer semestre de 2022.
Sin embargo, varios nubarrones vuelven a oscurecer el horizonte, como son el repunte del coste de la energía previsto para esta última parte del año y, por tanto, el previsible incremento de los precios. Un escenario que podría reforzar la decisión de los agricultores de, con carácter general, reducir las labores de abonado para bajar los costes de producción. Además, la política conservacionista de la UE supone también una constante amenaza a medio plazo para este sector. La Comisión Europea ha propuesto como objetivo que para 2030 haya una reducción del uso de fertilizantes superior al 20%, lo que sin duda afectará a la industria productora, pero también a la productividad de nuestra agricultura y, por tanto, al precio de los alimentos.
A pesar de ello, la IFA prevé que en el corto plazo, el consumo mundial de fertilizantes pueda aumentar un 4% en 2023, superando los 192 millones de toneladas, por encima 2019, debido fundamentalmente al incremento de la superficie mundial de cereales.
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Por su parte, en España la patronal del sector de la industria de fertilizantes, la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (Anffe), destaca que la fuerte sequía que ha azotado a nuestros campos ha supuesto una importante caída de la producción agrícola. Todo ello ha llevado a un descenso sustancial en el consumo de fertilizantes en 2022, que oscila entre el 25-27% con una producción total de 3,5 millones de toneladas, una cifra alejada de la media de años previos, que rondaba los 5 millones de euros. Esta bajada refuerza la tendencia del pasado año, cuando en 2021 y según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la caída fue del 3,4%.
En cuanto los principales abonos, la venta interior en España fue de 1,3 millones de toneladas en 2022, el 58% correspondiente a nitrogenados, el 19% a fosfatados y el 23% a potásico. En Extremadura se comercializaron en el mismo año 62.100 toneladas, el 4,8% del total nacional. Una región que en diez años ha visto disminuir en un 10,5% su consumo de fertilizantes; una tendencia preocupante.
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