Las cuentas son muy claras. Una hectárea de regadío tiene seis veces más productividad que una de secano. Con abono y agua es muy difícil quedarse sin cosecha mientras que en el secano la estabilidad económica depende de la lluvia. El movimiento de jornaleros cada verano desde las comarcas de secano como La Serena o La Siberia hasta las Vegas Altas demuestra hacia dónde se inclina la balanza de la renta agraria.
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El éxodo al regadío no sorprende ya a los agricultores. Pero más allá del precio del agua que marcan las confederaciones y de las inversiones para el goteo, es necesario renovar las acequias y canales por los que discurre el agua.
Y en eso andan en el Canal de Orellana, una red de más de dos mil kilómetros que va desde Orellana hasta Mérida regando las Vegas Altas del Guadiana. Sesenta mil hectáreas irrigadas en las que trabajan ocho mil agricultores. El problema es que muchos tramos no se han tocado desde que se pusieron en el Franquismo con el Plan Badajoz.
miguel luna, presidente de los regantes
El agua recorre más de mil kilómetros desde que sale del pantano hasta que llega al cultivo. Del canal principal se distribuye a los diferentes sectores -red secundaria- que a su vez nutren al sistema de acequias -sector terciario-.
Miguel Leal es arrocero y presidente de la Comunidad de Regantes del Canal de Orellana desde hace ocho años. Cuenta que cuando se puso al frente de la organización había más de un 30% de pérdidas por el desnivel que se genera en los asentamientos, las juntas deterioradas o las grietas y roturas en el hormigón. El desperfecto ya era insostenible y la junta de gobierno que preside se autoimpuso revertir la situación.
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En los últimos años, explica el presidente, han firmado dos convenios con Seiasa, la Sociedad Estatal de Infraestructuras Agrarias. El primero era de 22 millones de euros y el otro de 14. Han ido acogiéndose también a los sucesivos decretos de la Junta de Extremadura para estas infraestructuras. En total -calcula- en ocho años de mandato han puesto más de cuarenta millones de euros en nuevas acequias. Muchas de esas obras todavía están en marcha. Aprovechan que la campaña de riego se para a finales de agosto y no se retoma hasta abril para ejecutar las obras.
La semana pasada las máquinas trabajaban en el subsector que llega hasta Yelbes, una pedanía de Medellín que vive por completo del Guadiana. La parcela de Francisco López estrenará canalización en la próxima primavera. Trabaja quince hectáreas de maíz y el año pasado ya tuvo bastantes problemas. «Se rompieron varios paños y se vertía todo al agua. Yo tengo 45 años y nunca se habían cambiado». Francisco riega por inundación, el goteo, de momento lo ha descartado porque necesita como mínimo 25.000 euros de inversión para una balsa de retención, mangueras y boquillas. «El precio del maíz, de momento, no da para asumir esta inversión». Al menos tiene la certeza de que no se repetirán los problemas de la temporada pasada. «No estabas tranquilo porque se perdía mucha agua y eso lo notaba el cultivo».
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La modernización no se limita a levantar una plataforma de hormigón y poner otra nueva, también se han incorporado aforadores para medir en cada momento el agua por segundo que entra en la red terciaria o compuertas inteligentes para gestionar de forma remota la red secundaria. En estas obras también se están instalando tuberías subterráneas, un sistema de pérdidas cero que desgraciadamente no se puede aplicar a la red principal y secundaria. «Entubar toda la red es prácticamente imposible. No hay dinero para pagarlo. Por eso nos limitamos a mejorar la última fase», explica el presidente Leal.
Los agricultores -explica- también han seguido este camino. El goteo supone ya un 30% de la zona regable y la tendencia es que se extienda mucho más en los próximos años porque la mayoría de las inversiones se destinan al goteo. «Mejorar infraestructuras por parte de la comunidad y localizar riegos en las explotaciones, ese es el camino que emprendimos y el que debemos seguir», sentencia Leal.
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Ese interés por mejorar se nota también en el volumen de solicitudes que debe resolver en su reunión mensual la junta de gobierno. Los catorce regantes que la forman atienden más de cuarenta peticiones de reparación en las parcelas. La gente ahora ve que se arreglan los desperfectos, antes no se hacía. Había quien pedía y pedía hasta que se cansaba. Quinientas incidencias resueltas al año con personal propio es un balance más satisfactorio para el presidente.
La comunidad cuenta con una plantilla de setenta trabajadores entre operarios en el campo, administrativos y técnicos.
El organigrama de trabajo se divide en cinco zonas de explotación. En cada área trabajan un capataz y nueve acequieros, que controlan novecientas hectáreas cada uno. «Es un sistema muy marcado en el que se desenvuelven gente con mucha experiencia. Algunos acequieros llevan más de veinte años», según el presidente. En la comunidad presumen de un modelo de gestión que les permite incluso plantearse controlar toda la fase de riego.
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Ahora hay un protocolo mixto entre la Confederación y la comunidad. El gestor de la cuenca controla los pantanos y el canal, abre las compuertas y lleva el agua hasta la red secundaria, mientras que las acequias son responsabilidad de los regantes. Según cuenta el presidente Leal han iniciado conversaciones con la Hidrográfica del Guadiana para quedarse al frente de todo el entramado de canalizaciones que serpentea por las Vegas Altas. «Tiene su lógica que el papel de la Confederación se centre en los pantanos y que nosotros seamos responsables desde que se abre las compuertas hasta que llega a nuestras tierras». No sería la primera vez, explica, que una comunidad de regantes asume toda la responsabilidad en la cuenca.
La gestión integral llegaría en un momento crucial. El canal ha llegado a su máximo de capacidad. La última ampliación de regadío fue hace dos años. En estas dos últimas campañas se ha comprobado que en los picos de demanda de verano, la canalización tiene dificultades para transportar el agua que demandan los cultivos. En la margen izquierda ya no hay más superficie regable y en la derecha, aunque se podría ampliar, también se ha detectado que la red no permite más. «Sesenta mil hectáreas es el tope al que hemos llegado y aunque recibimos solicitudes se deniegan porque no es viable».
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Maíz (29%), arroz (28%) y tomate (17%) son las variedades que más han crecido en los últimos años y las culpables de llegar al tope que permite el canal.
En este avance tiene mucho que ver el contexto económico actual del regadío. La rentabilidad solo se consigue acaparando terreno. Si antes bastaban cinco o seis hectáreas de arroz o tomate para conseguir beneficios ahora se necesitan, al menos, quince o veinte. Hace diez años, el arroz se pagó a 35 céntimos de euro, en la pasada campaña fueron 27, prácticamente no ha evolucionado mientras que los costes de producción -agua, fertilizantes, material y combustible- han ido a más.
Producir una hectárea de arroz cuesta hoy casi diez veces más que lo que costaba antes de que entrara el euro, según los cálculos que maneja el presidente de los regantes. El mismo ejemplo se podría aplicar a otros cultivos como el maíz o el tomate. Los márgenes son tan pequeños que a los agricultores solo les queda ampliar la extensión que maneja para llegar a los beneficios. «Antes con seis o siete hectáreas podías casi vivir, hoy te arruinas», sentencia de forma gráfica. De ahí la demanda tan alta de tierra.
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Este modelo cierra las puertas a los agricultores que quieran incorporarse. No hay tierras libres y el censo agrícola, sin embargo, apenas se mueve. Solo tienen opciones los que acceden al sector por el relevo generacional porque reciben fincas familiares o acceden a alquileres asequibles. Saltar desde otro sector es prácticamente imposible, según las cuentas que echa el presidente de los regantes.
Un regante necesita, al menos, entre quince o veinte hectáreas para aspirar a beneficios. Conseguir que alguien venda o alquile ya es complicado, pero en el caso de dar con un vendedor o arrendatario, los precios echan por tierra cualquier opción.
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Comprar quince hectáreas requiere una inversión de más de 400.000 hectáreas. «¿Quién puede pagar eso hoy en día?», se pregunta Leal.
La vía de las ayudas públicas a los agricultores apenas da para asumir esas inversiones, de ahí que muchos vecinos de los pueblos de las Vegas Altas que en su día se fueron a la construcción o al sector servicios y ahora tratan de volver al campo se desaniman.
Resulta atractivo, explica el presidente, pero hay que conocer muy bien las variedades y tener músculo financiero para invertir en mecanización y esperar varios años sin beneficios. «En el triángulo Don Benito-Mérida-Mijadas se concentra la mayor parte de la agroindustria que hay en Extremadura. Eso solo se explica por la riqueza que aporta el regadío».
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En busca de esa riqueza se han lanzado ya otras zonas agrícolas de la región. En Navalvillar de Pela, por ejemplo, están terminando la concentración parcelaria para convertir en regadío casi 14.000 hectáreas que se regarán por el Canal de la Dehesa. La transformación es posible gracias al Ministerio de Agricultura, que prevé invertir 10 millones de euros en obras de transformación de regadío de un total de 2.954 hectáreas del Sector II de la zona regable del centro de Extremadura.
El proyecto beneficiará a 867 propietarios y 1.159 fincas de Navalvillar de Pela y Logrosán. Ahora se termina la primera fase.
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