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JAIME PANADERO
Viernes, 4 de junio 2021, 08:43
La trigésimo primera edición de la Feria Ibérica de la Alimentación (FIAL), celebrada del 26 al 28 de mayo en las instalaciones de Feval, fue diferente a todas las anteriores. No solo por su formato virtual, sino también por establecer sinergias por primera vez con un sector hasta ahora inédito en este evento: el turístico. Durante tres jornadas, se destacó su vinculación con la alimentación y la hostelería como motor de desarrollo del mundo rural, y los posibles modelos de negocio que pueden surgir en torno a ello.
Uno de los más interesantes es el agroturismo, basado en ofrecer experiencias turísticas a aquellos viajeros que estén interesados en conocer de cerca el mundo agrícola y alimentario. Esta nueva tendencia contó con un espacio propio en el programa de actividades de la feria, a través de una mesa debate en la que se analizó su potencial como medio de diversificación para la industria agroalimentaria de la región.
Diego Reyes Carrillo García, gerente de la empresa Pago de las Encomiendas, fue uno de los participantes del coloquio. Allí dio a conocer su compañía y el proceso de transformación que ha experimentado en los últimos años, incorporando el enoturismo a su actividad.
En 2008 empezaron a organizar visitas a su bodega para mostrar su funcionamiento por gravedad directa, único en Extremadura. La iniciativa tuvo buena acogida y en 2012 decidieron dar un paso más allá: adquirieron un cortijo, situado entre Hinojosa del Valle y Los Santos de Maimona, que incluía más viñedos y otra bodega, y prepararon el edificio principal para convertirlo en un hotel de cuatro estrellas.
A lo largo de estos años, han ido ampliando y perfeccionando todo un paquete turístico apasionante para cualquier amante del vino. Además de alojamiento, ofrecen multitud de actividades relacionadas con el sector vitivinícola: catas, cursos de iniciación a la viticultura, visitas a las bodegas y los viñedos, cenas maridaje... En época de vendimia, además, los viajeros tienen la posibilidad de presenciar y participar en la recogida de la uva de madrugada, en el proceso de selección y en la cata del vino final.
«El cliente que viene disfruta mucho, porque viene buscando todo esto», asegura el propietario. Él no contempla que una bodega hoy en día no ofrezca algunas de estas experiencias: «Si lo único que haces es elaborar y vender vino, difícilmente vas a fidelizar clientela. En cambio, si la gente visita tu bodega, tus viñedos y ve cómo es todo el proceso de elaboración, vas creando un vínculo que luego se ve reflejado en las ventas», añade.
Otra de las empresas que presentó su modelo de negocio en FIAL fue Oleosetin, ubicada en Marchagaz (Cáceres). Ellos decidieron dejar de vender las aceitunas de sus olivos, de variedad manzanilla cacereña, y pasar a procesarlas para fabricar su propio aceite, pero buscando la calidad por encima de la cantidad. Desde entonces, han recibido numerosos reconocimientos internacionales por la excelencia de sus productos.
Pero sabían que no podían quedarse ahí: «Teníamos claro que solo haciendo aceite no podíamos subsistir, porque en el campo influyen muchos factores que no puedes controlar. Y si un año no salen aceitunas, no hay aceite», argumenta el gerente de la empresa, Luis Miguel Martín.
Por esa razón, decidieron innovar y ofrecer lo que ellos denominan 'otras cosechas' del olivar: crearon una escuela de cata y la primera oleoteca de Extremadura, con más de 100 referencias, y adecentaron un par de apartamentos para convertirlos en alojamiento rural. Ahora permiten contratar experiencias como ser olivarero o almazarero por un día, fabricar tu propio aceite, aprender a catar, o elaborar jabones naturales a partir de aceite y subproductos de la almazara, entre otras. En total, disponen de un catálogo de más de 30 productos turísticos en torno al aceite de oliva.
Martín asegura que su empresa es pionera a nivel nacional en oleoturismo y que es un sector que va creciendo año a año. «Cada una de las actividades suma y todas en conjunto nos permiten vivir dignamente en el mundo rural. Nosotros hemos conseguido crear valor añadido sobre la materia prima que teníamos, que era la aceituna», señala. Al mismo tiempo, invita a otros agricultores de la región a hacer lo mismo: pensar y poner en marcha iniciativas innovadoras de este tipo para darle valor añadido a sus productos, en lugar de lamentarse por la escasa rentabilidad de sus cosechas.
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