José Tomás Palacín
Badajoz
Viernes, 14 de mayo 2021, 14:01
La crisis provocada por la covid-19 ha afectado a todos los sectores de la sociedad. La ganadería no iba a ser menos. Antes de marzo del 2020, antes del confinamiento, antes de la crisis, algunos ámbitos de la ganadería ya estaban en caída de precios, como el porcino ibérico. Al llegar la primavera, siguió igual. Con el cordero o el vacuno pasó exactamente lo mismo. Remontar ha sido difícil.
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La última montanera del porcino, por ejemplo, no ha ayudado. «Ha sido desastrosa», como explica Antonio Prieto, responsable de varios sectores ganaderos de UPA. «Sobre todo en los precios, muy bajos para el productor respecto al año pasado. Y en este momento, que parece que nos recuperamos, que los precios son aceptables, hay un incremento de los piensos para todos los sectores. Estas cantidades, siendo sostenibles, al tener mayor presión, nos llevan al límite de la rentabilidad. El precio es bueno, pero si gastamos mucho en alimentar al ganado… El maiz, el trigo, la cebada, tiene un buen momento para los agricultores, pero a nosotros nos afecta mucho. Y no somos capaces de repercutirlo».
Pero para explicar la situación actual hay que remontarse al inicio de la pandemia en España. El parón total en la restauración –bautizos, comuniones, eventos– fue un gran problema para el sector. La Semana Santa, unos veinte días después del comienzo del confinamiento, fue peor. «La Semana Santa es, por ejemplo, el punto álgido del cordero. Ese corte tan brutal fue estrepitoso para la ganadería», indica.
Se empezó a aguantar el tipo en la primera «nueva normalidad». Cada sector hizo sus movimientos. Así, el vacuno fue el primero en exportar a países terceros y comenzaron a recuperar los precios.
«El comercio de los países árabes con el cordero provocó un repunte importante, lo que le dio sostenibilidad a los precios. El porcino, por su parte, lo reintentó con su producción, programando la reproducción para que las hembras no parieran a final de año.
Hubo más soluciones para paliar la crisis: se propusieron iniciativas para el comercio «light», con la Confederación de Restaurantes a nivel nacional –ya se estaba abriendo el mercado– y el ibérico se alió con la Comunidad Europea de Cocineros (Euro-Toques), alcanzando un convenio entre la restauración y la charcutería también a nivel nacional.
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Quizá, el gran cambio en está época fue una nueva forma de consumo: el comercio online. «Se incentivó el online, el comercio de proximidad y que el producto fuera a casa, no que fuéramos nosotros. Que ese producto de élite pudiera consumirse desde casa. Con formatos diferentes, precios y demás», explica Prieto.
«En verano –prosigue Prieto– se reforzó nuestro mercado, porque chefs de primer nivel cocinaban en sus casas con productos de calidad y lo volcaban en redes sociales. Los usuarios aprendieron cómo hacer paletillas o presas, y hubo un repunte.
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Ya en otoño los precios estaban estabilizados. Mejor dicho, dentro de una gran crisis, se mantuvieron. Pero el precio empezó a caer… Y la Navidad, otro punto álgido, llegó con otro confinamiento. «Sin embargo –apunta–, se aceleró de nuevo el comercio online. De hecho, el ibérico ha crecido en torno a un 128% en este sector. La venta de productos frescos, que tampoco tenían una gran venta, se ha incrementado un 7%. Y las charcuterías, en los meses de enero y febrero, se ha incrementado un 15%. Todo online. Eso se ha visto reflejado en unas buenas ventas».
Tras la «desastrosa» montanera, la poca rentabilidad actual y la incertidumbre acentúan los problemas en la ganadería. Y la cuestión más importante, la del pienso, sigue sin solucionarse.
«Los sectores están al borde del colapso. El año pasado, en este momento, el porcino ibérico, el cebo de campo, se pagaba por arroba a 10 o 12 euros. Ahora, a 21 y 22 euros. Y la rentabilidad es igual de mala. Se pusieron entre 17 y 18 euros cuando se recuperó, pero gastábamos lo mismo en el pienso. Los precios de costo han vuelto a subir, por lo que los precios han subido de nuevo», se lamenta Prieto.
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Lo que queda, tras todo este tiempo, es la ilusión tras volver a aprender de las nuevas formas de consumo y el aguante del cordero, el único sector que ha tenido precios algo más normales una vez que se recuperó del primer golpe. «Mucha ilusión, de verdad. Hemos mantenido el tipo, no ha habido muchos cierres, ha habido pocos abandonos. Si volviera el turismo, las reuniones familiares, eventos, comuniones, bodas, el sector estaría de vuelta. Lo estamos deseando. Queremos volver a ser competitivos, recuperarnos. Sí, se ha vendido, pero siempre se puede más». En definitiva, han resistido.
«Lo hemos hecho porque nos hemos adaptado a las nuevas tendencias de consumo y las iniciativas de comercio online y proximidad, al consumo interno de calidad. Esto es lo que hemos aprendido. Lo que hemos reaprendido, mejor dicho. Los productos de más calidad, los gourmet, se compraban en restaurantes. Si teníamos diez euros, los gastábamos en diez hamburguesas de un euro. Ahora, compramos un buen cordero. Así ha cambiado la mentalidad de los compradores de 25 a 40 años, que han dado un buen impulso», asegura Prieto.
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