José Tomás Palacín
Domingo, 1 de octubre 2023
A mediados del pasado julio, la enfermedad hemorrágica epizóotica (EHE), un virus que afecta a la ganadería de vacuno y a la fauna silvestre, hizo saltar las alarmas entre los ganaderos.
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Tras lo mal que se pasó con la enfermedad de la lengua azul hace ... unos años, solo les faltaba esto para que el vaso rebosara: sequías, competitividad de terceros países sin trazabilidad, pocas ayudas, falta de relevo generacional y, ahora una enfermedad que amenazaba con acabar con la cabaña ganadera de bovino.
El 0,5% de incidencia que se vaticinaba ya se ha superado. Pero tampoco han sido las 425 vacas que aseguró La Unión que morían al día. Según Ignacio Huertas, ganadero y secretario general de UPA-UCE Extremadura, en septiembre mueren en torno a 15 vacas al día. Hay cierta mortandad, cierto, pero no muy alta.
El problema, ahora, es este: «Entre insecticidas, tratamientos, que la enfermedad se ha generalizado en toda Extremadura… Calculamos que supondrá 12 millones de euros de subida de costes de producción para las explotaciones ganaderas. Y los ganaderos ya no pueden seguir asumiendo costes», admite.
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Ángel García Blanco, por su parte, demanda que el Ministerio de Agricultura debe gestionar conjuntamente con las regiones de ganadería extensiva y que apoyen el gasto extra: desde antiinflamatorios hasta los costes de los insecticidas para el mosquito culicoides, el vector que transmite la enfermedad. «Que el ministro se reúna ya y se deje de viajes a Córdoba. El sector ganadero está herido y hay que ayudarlo».
Huertas, de nuevo, insiste en que los ganaderos «no pueden cargar con el peso de todo, el esfuerzo de los protocolos no sirve de nada por la falta de gestión de la cabaña salvaje. Animales salvajes que nadie se preocupa por controlar, por lo que hay mayor riesgo de transmisión. ¿Qué más tenemos que hacer?».
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Es un sector que está en graves problemas y que no parecen que vayan a solucionarse pronto. La enfermedad hemorrágica epizóotica ha sido solo otra muesca más.
Y es que, actualmente, los campos están desnudos por la falta de lluvias en la primavera. «Es uno de nuestros principales problemas, les estamos dando de comer pasto desde enero, cuando nosotros solíamos empezar en junio. Y a eso hay que sumarles los insumos. Es una ruina», destaca García Blanco.
Ángel García Blanco
Asaja Extremadura
Ignacio Huertas
UPA-UCE Extremadura
Hace un par de años, la tonelada de paja se pagaba a 100 euros. Ahora, a 210 euros. «Y la cuestión es que hay, no está escondida ni se ha acabado, así que alguien se está enriqueciendo de ello», apunta por su parte Gregorio Moreno, presidente de la Asociación Nacional Raza Retinta, que también quiere apuntar que él no ha tenido apenas problemas de EHE en retintas.
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Volviendo a los precios, García Blanco añade que, sin materia vegetal en el suelo, los insumos están disparados. Y que además están a la espera de que se transfieran los fondos de las ayudas a la sequía. «Hay ganaderos que están empezando a pedir préstamos a los bancos porque no han llegado», asegura.
En cuanto al consumo, indica que el vacuno está bajo. Los españoles han dejado de comer cordero, y el 90% de esta producción va hacia los países árabes. Y, sobre todo: el caprino está desapareciendo. «No hay mano de obra para atenderlas, y hacían una gran labor por el efecto bombero que provocaban. Las cabras ayudaban a las masas forestales, pero están estabuladas».
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Por otro lado, la montanera del porcino ibérico será bastante buena, pero como ha habido malos precios durante los dos años, habrá pocos primales. Asimismo, se venden bien las carnes frescas, pero hay un atasco en la comercialización del jamón. «Valoramos positivamente que desde la Junta se dé la ayuda a la vaca retinta, típica de aquí, pero hay que agilizar procesos», recuerda García Blanco.
Para el presidente de Asaja Extremadura, el problema fundamental de cara al futuro, más allá del clima o los precios, es la falta de mano de obra. «Sin rentabilidad nadie quiere trabajar». Todos los años había en torno a 1.500 solicitudes para trabajar en empresas ganaderas y hoy apenas llegan a 800.
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«Necesitamos que San Isidro traiga aguas y que el ministro de Agricultura tenga una alucinación y vaya al campo y vea lo que hay. Cada vez nos piden más y nosotros nos dedicamos a producir alimentos. Sin nosotros no hay comida, no pueden ahogarnos», razona García Blanco.
Sobre esa línea se expresa Gregorio Moreno, que no entiende cómo no se lucha más por la ganadería extensiva extremeña. «Las explotaciones, sencillamente, no son viables», lamenta.
Moreno incide en que la competitividad de países terceros en cuanto a la venta de carne es insuperable: no pasan controles, al menos no tantos; no tienen prácticamente regulación; no cuentan con trazabilidad y, por supuesto, la calidad es menor.
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«Espero que en el futuro haya una producción diferenciada. Vender un ganado autóctono en pureza, bueno. Las cosas se tienen que hacer bien si queremos que haya un relevo».
Cabe recordar que la presidenta de la Junta, María Guardiola, inauguró el pasado jueves la Feria de Zafra y anunció que aprobará ayudas a las explotaciones de vacuno afectadas por la EHE. «A pesar de las dificultades presupuestarias, vamos a hacer también el esfuerzo por la situación sanitaria en la que nos encontramos actualmente», aseguró.
Ignacio Huertas, secretario general de UPA-UCE Extremadura, apunta que la situación es muy grave, porque no es un solo problema el que esté afectando al sector. Son demasiados inconvenientes y todos difíciles de solucionar por los mismos ganaderos. «Podríamos hablar de la sequía, pero es que en realidad es el cambio climático, con unas temperaturas inusuales que también da problemas a pastos y montaneras».
La ganadería extensiva, según él, no solo debería tener más reconocimiento a nivel de la sociedad, sino mayor apoyo por parte de las administraciones pertinentes. Desde el punto de vista ambiental cumple una parte importante y positiva en el campo, se produce de manera natural y, por ejemplo, es vital para la supervivencia del ecosistema propio de la dehesa extremeña.
«Nosotros no tenemos que ver con la ganadería superintensiva de otras regiones y países. Somos extensivo y tenemos debilidades. El cambio climático nos afecta mucho más, hemos vivido sequías –aunque llevamos tiempo así–, y se nos han aumentado los costes del consumo y la producción. Pensar en un futuro… es difícil».
Para que haya un relevo generacional se tienen que dar «demasiadas cosas». Lo primero, que haya rentabilidad suficiente para que el ganadero viva de esto. Ganaderos, de hecho, que están sacrificando animales en matadero porque no pueden garantizarles el mantenimiento.
«Es una situación dramática. Necesitamos medidas de apoyo, pero esto es algo más: etiquetados correctos, que el consumidor diferencia bien; que se nos exija menos y a los competidores más; mayor apoyo por la labor medioambiental que hacemos… Estamos en un momento crítico. Ojalá llueva en otoño, pero tienen que cambiar muchas cosas».
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