Anda falto de sueño Juan Carlos Fernández. En su casa de Monterrubio suena el despertador a las seis. A la siete arranca la máquina de esquilar y no la suelta hasta las nueve de la tarde. Aprovecha las horas de sol. Luego, al llegar a ... casa, toca limpiar y engrasar los peines para el día siguiente. Cuando se quiere dar cuenta es media noche. Y así de febrero a julio. Esquila las assaf de Zamora a final de invierno, los rebaños del Pirineo Francés de primavera, las merinas de mayo y junio de La Serena y la últimas partida de assaf lecheras de otoño.
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En plena faena ahora. Despliega con soltura los brazos y la máquina sobre la faja. Se puede quitar de encima una grande cerrada en poco más de un minuto. Las pequeñas y abiertas se las deja a su primo, que está empezando. Juan Carlos es campeón de España de esquila en categoría intermedia. La próxima campaña peleará por la superior. La Champions de los esquiladores. Tiene marca y habilidad para coronarse. Su récord son 298 ovejas en un día. Le entró una partida buena. Estrechas de lomo y abiertas de lana. Catorce horas agachado encima del tablero y patas al suelo en cuarenta segundos. Pierde la cuenta de las que esquila al año. Su tarifa es de 1,75 por cabeza. En Zamora pagan menos porque se integra en empresas de más de cien esquiladores y no tiene que pagar transporte hasta la finca ni llamar a ganaderos para buscar tajo. Allí el sistema cambia. Te llaman, te recogen y al cobertizo. Solo hay que preocuparse de poner ovejas sobre la tabla hasta que se acaben.
Tiene 27 años Juan Carlos y 23 Adrián, su primo. Y han metido en la cuadrilla a Curro, que lleva unos días aprendiendo. Poco tienen que ver los esquiladores de ahora con los de antes. Hasta no hace mucho tiempo, las ovejas las pelaban en la zona de La Serena pastores que se sacaban un extra en verano o jornaleros del campo. Usaban máquinas rudimentarias y ataban a las ovejas por las patas para no moverlas. Prácticamente se echaban al suelo con los animales y pasaban el antebrazo por la lana que cortaban. Tardaban mucho tiempo. Ahora apenas hay cuadrillas. Llaman las grandes ganaderías a empresas que recorren España con contratos de un millón de cabezas por cortar. También inmigrantes que cruzan el Atlántico atraídos por los contratos de las empresas de lana.
Y en este contexto hay jóvenes como Juan Carlos y su primo Adrián. Reivindican el oficio en declive. Profesionales. Material caro, rápidos con las cuchillas y formados en el método australiano. Buscan su hueco para que ganaderos de la comarca les reclamen como cuadrilla entre los contratos de las grandes empresas. «Es muy duro para estar todo el año, pero sí aguantamos cuatro o cinco meses». Usan las redes sociales como Facebook o Instagram para dar visibilidad al trabajo profesional del esquilador y les conozcan. «Si hacemos vídeos, salimos en las redes y vienen los de la tele no es por postureo. Lo hacemos porque queremos que se vea que conocemos el oficio y se valore lo que hacemos». Agradece Juan Carlos que los ganaderos reconozcan la aportación de los esquiladores al bienestar de los animales. «Vamos a muchos sitios distintos y la mayoría de la gente nos trata bien, nos dan facilidades para trabajar en un sitio cómodo y para llevar los materiales». Suele subir fotos a sus redes Juan Carlos de sus cuchillas o de las posturas más apropiadas en cada caso. «Son muy importantes porque según te pongas, tú trabajas menos y la oveja está más cómoda».
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Guarda en el móvil su vídeo con más visualizaciones. Se ve a Juan Carlos pelando con una venda. Demostró que se puede pelar con los ojos cerrados cuando uno domina la cuchilla solo con el tacto sobre el animal. No es fácil aprenderlo. A él le costó tres o cuatro años. Y ese ha sido uno de los problemas de las cuadrillas que ahora no tienen relevo, que siempre huían de los aprendices. Costaba encontrar a esquiladores que se detuvieran a enseñar a a los jóvenes con interés. Les llevaban como ayudantes y les pagaban por recoger la lana, preparar las herramientas o mantener el cobertizo limpio para moverse con las ovejas. Pero no les ponían en las tablas y tampoco les daban las máquinas para verles en el tajo y corregirles. Tiempo enseñando es tiempo sin pelar. Y sin ganar. Ahora que ya es un esquilador consolidado, Juan Carlos agradece a sus tíos. «Yo entré en esto por necesidad. No tenía nada y encontré una alternativa para buscarme un oficio».
Asume que es muy duro porque en los meses con pico de actividad como ahora casi no tiene tiempo para descansar. «Pasas mucho tiempo agachado, no paras un día y trato de dormir todo lo que puedo». Ni se acuerda de su último día libre. Cree que fue hace dos meses, cuando trabajaba para una empresa de Zamora y tuvo que ir hasta León. Tampoco lo ve como una profesión para mucho tiempo por el desgaste físico. «A los treinta y seis o treinta siete años hay que dejarlo. Te duele mucho la espalda y los brazos como para seguir». Tampoco compensa porque se pierde agilidad y resistencia. Ahora, aunque no hay un sueldo fijo, es fácil estimar lo que se puede sacar en un día. La media de un esquilador top está en doscientas y la tarifa estándar de esta campaña es de 1,75 euros. El producto da 350 euros. Aunque no todos los días hay fuerzas para sacar tantas cabezas. Lo sabe bien Juan Carlos. «No es solo resistencia física, también mental. Hay veces que no puedes seguir porque te paras un momento y te duele todo el cuerpo, pero sigues adelante».
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Todos esos detalles los está aprendiendo Adrián. Empezó hace dos campañas. Todavía no sale fuera. Lo suyo es pelar cerca de Monterrubio, pero aspira también a apuntarse algún día doscientas en la tablilla. «Aprendo mucho poniéndome a su lado, veo las posturas, la forma de coger las ovejas, el manejo que lleva las máquinas». A Adrián también le gusta el oficio. Compartió jornadas algunas veces con su padre, que fue otro experimentado esquilador por la comarca hasta que se retiró. Le gustan los animales y trabajar en el campo, por eso iba con su padre y aprende de su primo. También el deporte. Hace mucho gimnasio durante el invierno y ha comprobado que ese hábito le ayuda a progresar. «Todo lo que ganes en musculatura te beneficia porque es un trabajo muy físico. La habilidad cuenta, pero entrar en campaña en forma también». Como Adrián, otros esquiladores jóvenes de la comarca suelen entrenar en invierno pensando en lo que les espera a partir de mayo.
José Ramón Sánchez tiene 22 años. Aprendió con su padre y ahora se ha integrado en una cuadrilla que pela por Ciudad Real. Es el único extremeño del grupo porque siempre ha vivido entre Orellana y Almadén. Esta semana ha estado en el Valle de los Pedroches, en las fincas de Pozoblanco. «Antes pelaba con mi padre y su cuadrilla, luego él lo dejo, pero yo quería seguir. Me encanta esquilar, cuando llega marzo estoy deseando que haga un poco de calor porque sé que me van a llamar». José Ramón no puede hacer una campaña muy larga. Trabaja en una explotación porcina de su pueblo y ahora lo compagina. «En esta zona hay muchas ovejas y pocas cuadrillas».
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También en la frontera de Córdoba, Ciudad Real y Badajoz se mueve Andrés y Pedro Hernández. Hermanos y ganaderos. Suelen empezar en Semana Santa esquilando las quinientas suyas y luego ya atienden a los avisos. Más o menos, cuentan, suelen esquilar siempre a la misma gente. Ganaderos vecinos que les llaman y les conocen desde hace tiempo.
Aficionados a las redes sociales y subir vídeos en Youtube sobre sus jornadas de esquileos. «Nos sorprende mucho el éxito que tienen. Nos manda mensaje compañeros del País Vasco o de Francia». Agradecen que las cooperativas y los centros de desarrollo comarcales saquen cursos de formación para los que quieran empezar. «Es muy duro. Eso lo sabe todo el mundo. Te ven todo el día agachado y sudando. Hay que dar una visión real de este oficio. Pero también es gratificante cuando lo aprendes. Es una técnica que se hace en todo el mundo. Desde los pastores de Australia hasta los de Sudamérica nos ven».
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Por sus visualizaciones y las recomendaciones que le llegan al móvil, detectan que cada vez hay más documentales y programas de televisión que se interesan por la esquila. «Tenemos más visibilidad y eso puede ayudar a atraer a jóvenes de los pueblos al oficio. Se gana más dinero que en la construcción o la hostelería».
La previsión de José Ramón es cerrar la temporada a principio de junio y superar las quince mil en la tabla. Cuenta sencilla. Suele coger la máquina noventa días y tiene una media de 180. Le salen 16.000 cabezas. Cobra 1,70 por cada una. Si no hay lesión ni contratiempo de última hora. En junio espera recaudar algo más de 27.000 euros. «Yo ya no hecho las cuentas porque siempre hay imprevistos. El año pasado estuve con lumbago cuando empecé y me perdí muchos avisos del principio y ahora tengo problemas con el cabezal, no me funciona bien». No siempre salen las cuentas. Por eso coinciden todas las cuadrillas en trabajar y sumar por días y semanas más que hacer balance de temporada. Y coger también avisos cercanos para no perder mucho tiempo en los desplazamientos.
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