Es costoso. Transformar una explotación agraria para comenzar a producir en ecológico no es una tarea rápida ni sencilla. El proceso de conversión se puede prolongar hasta tres años, los costes económicos son elevados y las producciones –en el caso de la agricultura es más evidente– se ven reducidas.
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Aun así, cada vez son más los ganaderos y agricultores que apuestan por la producción ecológica. El crecimiento de la superficie de cultivo ecológico ha continuado, pero se ha ralentizado en los últimos años. La pandemia ha influido en ese menor avance: a mediados de 2019 se contabilizaban algo más de 104.000 hectáreas en el registro de producción ecológica y actualmente hay 108.983,3, según los datos de la Consejería de Agricultura.
Son las zonas de dehesa, con cerca de 50.000 hectáreas, y el olivar, que ronda las 30.000, las superficies que tienen un mayor peso en el registro extremeño.
Los productos ecológicos están de moda en el mercado. Los consumidores los demandan y su precio es mayor que los que se producen de manera tradicional. Eso supone que los dueños de las explotaciones pueden aumentar sus ingresos, pero los costes y los riesgos que asumen también son elevados. De esta forma, muchos de los productores que hasta la fecha se han decantado por una producción más respetuosa con el medio ambiente lo hacen más por conciencia que por obtener un mayor beneficio económico.
El número de operadores ecológicos –los agricultores y los ganaderos, pero también los transformadores y los comercializadores– ha crecido menos en los dos últimos años de lo que venía haciendo desde 2015. Actualmente son 3.402, unos 110 más que en 2019.
La mayoría son productores agrícolas, 2.289, mientras que los ganaderos solo suman 84. Quienes realizan ambas tareas ascienden a 140.
Dentro del apartado ganaderos, sí se observa un incremento en el número de explotaciones en los dos últimos años. Han pasado de 300 en 2019 a 574 al finalizar 2021, siempre según las cifras que maneja la Consejería de Agricultura.
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Ese incremento también se ha notado en las cabezas de ganado ecológicas, que ya rozan las 102.000 en la región cuando en los datos de junio de 2019 no llegaban a las 90.000. Ovino y vacuno son los sectores con una mayor presencia en el registro de producción ecológico.
Iniciar los trámites para convertir una explotación tradicional en ecológica es sencillo. Basta con rellenar un formulario a través de internet para darse de alta como productor ecológico. Pero eso no significa que los productos puedan llegar con esa etiqueta a los mercados. Antes, el servicio de Producción Agraria de la Junta de Extremadura tiene que inspeccionar la explotación y comprobar que se cumple con los compromisos de adaptar el sistema de producción.
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A partir de ahí se abre un periodo de conversión, que puede variar de uno a tres años dependiendo del cultivo o de la cabaña ganadera, durante el que se sigue realizando controles periódicos. Si no surge ningún problema, se obtiene el sello ecológico.
La Dirección General de Agricultura y Ganadería es el organismo encargado de certificar que la producción es ecológica, por lo que no dejará de hacer inspecciones durante el tiempo que dure la actividad de la explotación. La normativa marca que al menos una al año, aunque por término medio se hace alguna más.
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La prohibición del uso de plaguicidas y herbicidas es uno de los requisitos principales que deben cumplir las explotaciones. Esto hace que los riesgos de perder la cosecha o verla diezmada sea más elevado. Además, no solo afecta a los agricultores, también a los ganaderos que se decantan por el autoconsumo para alimentar a sus animales, ya que los piensos ecológicos son mucho más caros. Porque los piensos medicamentados tampoco se pueden utilizar en la ganadería ecológica.
Son aspectos que lastran la rentabilidad de las explotaciones. No es lo único. Para los cultivos frutales, por ejemplo, como se trata de evitar la transferencia de fitosanotarios entre fincas ecológicas y tradicionales, la primera línea de árboles actúa de barrera y su producción no se considera ecológica. En el caso de los apicultores, deben garantizar que sus colmenas están alejadas de otros terrenos en los que se usan productos prohibidos, lo que les complican encontrar fincas para desarrollar su labor. Son complicaciones añadidas
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