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«Ahora me gasto menos dinero en pienso y paja»
Manejo holístico ·
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Manejo holístico ·
Los ganaderos que han empezado a implantar el redileo casi diario, el cercado provisional y descansos largos ven los primeros resultados en sus fincas de dehesaAntonio Gilgado
Mérida
Sábado, 27 de noviembre 2021
Finca Vando del Monte. Término de Cáceres, pero muy cerca de Casar de Cáceres. Setecientas setenta y cinco hectáreas que pertenecen a la Fundación Fernando Valhondo Calaff. Lleva tres años implantando el manejo holístico en la ganadería.
Manuel Nevado es el encargado agrícola de Valhondo. Se recorre a diario los atajos y está comprobando ya cómo cambia el terreno con este modelo ganadero.
Empezaron, recuerda, a finales de septiembre de 2018 aunque en realidad todo toma forma a partir de 2019 en el campo.
Primero hubo una formación teórica en el proyecto Go Dehesa para entender con precisión los cambios necesarios en el manejo de las ovejas, las cabras y las vacas que comen los pastos.
Realmente, concluye, se trata de volver un poco al principio. Al pastoreo que no vivía del laboreo agrícola. La principal novedad pasa por explotar al máximo el concepto de descanso.
Primera advertencia a los reacios. No buscan tener menos ganado en las fincas. Sería lo fácil y lo simple. Sino compartimentar mucho los terrenos en pequeñas cercas para que los periodos de descanso se alarguen.
Mueven el ganado por redileo y pastores eléctricos en un espacio pequeño para tardar en volver. Cuanto más tiempo mejor. Garantizan la regeneración del suelo por el efecto del estiércol sobre el sustrato.
El redil calienta la tierra. Hacen dormidas concentradas con cancelas. Como se ponían siempre que querían protegerlas de las alimañas.
Para los perros pastores resultaba más fácil guardar un espacio cerrado que abierto. Durante la noche, las ovejas orinan y defecan sobre la tierra, dejan una capa de estiércol natural.
La clave pasa por colocar las dormidas en zonas frías como cerros rocosos. Los animales no les tienen apego porque apenas hay pastos y el poco que sale no les gusta. Con las majadas se les obliga a ir allí. A donde no quieren. Y cuando se van dejan abono sobre el que crece la hierba donde antes había rocas.
También hay pautas sobre los pastos. Los pastores saben que en las interestaciones de otoño y primavera crece más rápido si ha llovido. La mejor época, por tanto, para el plan cerrado.
Ir rotando por parcelas pequeñas en las que se meten muchas cabezas durante muy poco tiempo. Ocho hectáreas, por ejemplo, para seiscientas o seiscientas cincuenta ovejas.
Basta con aguantar una semana. Después se pasa al siguiente atajo. Si hay una planificación adecuada, la rotación completa por la finca se cierra en la otra interestación, en primavera.
El primer problema a solventar es que las fincas no tienen tantas parcelas como demanda el manejo holístico.
Normalmente hay una o dos grandes. Una para parideras, otra para 'acostaeros' de verano y otra para las preñadas de primavera. Ahora hay tres o cuatro más. De ahí la importancia de los pastores eléctricos.
El ganado no se acerca y respeta los límites que marcan las piquetas y los tres hilos de carbono que dan pequeñas descargan cuando se pasan.
Requiere de una instalación sencilla en el campo. Funciona con una batería que se carga con una pequeña placa solar.
No esconde tampoco Manuel que se trata de un pastoreo más trabajoso. Hay que cambiar las cancelas para los rediles de las majadas cada dos o tres noches. Meter las ovejas o las cabras todos los días a la puesta de sol y mover los pastores eléctricos cada semana o diez días. «No requiere una gran inversión porque el pastor eléctrico es un gasto asumible, sino de echar espaldas para ir acotando espacios y estar muy pendiente del ganado».
En invierno las dormidas se mudan cada dos días para que la humedad no dañe las pezuñas. No hay nada más feo que un ganado cojo en enero. En verano pueden trasladarse cada tres o cuatro.
En los casi dos años que llevan con este modelo de trabajo, Manuel se ha percatado de las cercas. Se regeneran mejor y el suelo ha enriquecido.
Y como todo en el campo, parte del éxito depende del agua. En la finca de la Fundación le entra por el pantano de Alcántara y el arroyo de la Aldea, que viene desde El Casar y vierte al río Almonte. Permite cuatro fuentes de agua fijas en las doscientas hectáreas.
Pero al dividirla en muchos espacios pequeños no todos tienen ahora acceso al agua. Se plantearon hacer charcas en cada atajo. Pero lo descartaron. El ganado quiere agua limpia. La solución fue el sondeo que la empuja hasta el punto más alto con luz solar y llena luego un depósito de veinte mil litros que la distribuye por los rediles en los que van poniendo las dormidas o los comederos naturales. El agua puede ir prácticamente a cualquier atajo con la bomba.
En el suelo buscan las herbáceas perennes. Las malas hierbas. El manejo tradicional las elimina. Se fija, sobre todo, en pastos de ciclo anual. La hierba rica.
Pero desde el punto de vista holístico, una tierra se enriquece si nacen plantas menos atractivas para el ganado.
Materia orgánica, fibra y sobre todo proteína que los animales necesitan incluso en verano.
El laboreo continuo de arar, sembrar y barbecho deja el suelo sin malas hierbas. Sin saberlo, se priva a los rumiantes de algo que necesitan.
Las cunetas representan un ejemplo ilustrativo. ¿Por qué las cunetas? En julio o agosto se mantienen verdes. Plantas plurianuales que con una mínima reserva de agua aguantan. A los animales se les calienta tanto la boca con la paja de verano que buscan la comida en las cunetas.
Las gamonitas y los jaramagos también cumplen su papel. Fijan suelo. Si viene una lluvia fuerte sostiene la tierra sobre la fuerza de las corrientes.
No se trata de que se llene la cerca de jaramagos y gamonitas. Pero tampoco plantear la ganadería solo para explotaciones forrajeras con avena y alfalfa. La realidad no es esa en la dehesa de Extremadura. Casi todo el ganado pasta en suelo deficitario. Con apenas diez centímetros sobre la roca superficial.
Conviene, por tanto, no saturar ese déficit y generarle un sustrato de estiércol que se enriquezca con el tiempo de descanso. «Todas las cabezas rondando continuamente por el mismo sitio al final se carga el suelo. No le da tiempo a regenerar», explica.
El pasto en la dehesa sale temprano. Crece pronto la hierba en otoño pero se va rápido en primavera. Se quema antes. Pocas aguantan verdes en mayo. Manuel cree que con el tiempo hay que aprender a interpretar las pistas que da el suelo. Puedes calcular en un principio que hay pasto para cinco días y si al final se ha acabado al cuarto pues hay que mover el ganado al cuarto. «Lo que no queremos es arrasar porque si se arrasa tarda mucho en recuperar».
El manejo holístico también se inspira en las cañadas reales. Los cordeles siempre tienen un sustrato de pastos. Se atribuye a una razón histórica. Eran tan poderosos que elegían las zonas más ricas de paso.
Pero en realidad trabajaban para mejorar el suelo. En primavera el ganado subía de forma muy intensa y paraban poco. En los agostaderos comían hasta noviembre. A los cordeles les había dado tiempo a recuperar con el sustrato que dejó el paso de primavera. Volvían en invierno y se reservaban para la subida de primavera. Así durante siglos. Fue una red de caminos fértiles. Y no porque la eligieron. La crearon con el ganado.
Antonio Vivas es uno de los arrendatarios de la Fundación Valhondo. También se ha implicado en el modelo de trabajo que propone el propietario a través del manejo holístico.
Pastorea sus vacas cerca del río Almonte en divisiones más pequeñas de la finca. Tampoco lleva mucho tiempo, pero vislumbra resultados. Y pone un ejemplo de su día a día. «Tuve noventa hectáreas sin animales, aplicando el descanso largo sobre el terreno y ahora me alegro porque no tengo que alimentarlas con suplementos. Se mantienen con lo que hay en el suelo. Me gasto menos dinero en pienso y paja».
Espera que a largo plazo mejore el mantenimiento. Quizás no haya que ayudarlas durante tanto tiempo con paja y pienso. El coste de producción será menor. Antonio tiene cincuenta y seis vacas de retinto y de cruces con charolés. Lleva en la finca nueve años. Y desde que hace el manejo holístico agradece el acceso al agua. Pensaba que en una zona tan abrupta con desnivel resultaría imposible. «Ahora tengo más bebederos para los terneros y los toros». Por lo que cuentan Manuel Nevado y Antonio Vivas, las pautas holísticas interesan cada vez a más ganaderos. Algunos compañeros les han preguntado. Los márgenes, explican, se han estrechado en el campo. Cuesta rentabilizar y les atrae de este sistema que se ahorran el pienso de invierno. La época más complicada.
Los manuales teóricos que han estudiado los ganaderos para aplicar el método holístico se inspiran en el trabajo del Allan Savory.
El naturalista y ganadero africano planteó cambios a partir de sus estudios en la sabana africana. Entendió que había un método alternativo para la gestión de los ecosistemas según el uso que hacían los animales.
Observó las migraciones de las grandes manadas y los caminos que recorrían en busca del agua y huyendo de los depredadores. Convertían sus caminos en tierra fértil. El problema vino cuando se hicieron los grandes parques. Los animales dejaron de moverse, se resguardaban pero permanecían mucho tiempo parados. Arrancaban raíces y desertificaban. Un problema común con la dehesa: comer, segar y no dejar crecer. Ni en la sabana ni en la dehesa se dan elementos externos. Solo cambia el terreno por el comportamiento animal.
Según los manuales de uso más racional, no hay que fijarse tanto en la sobrecarga de ganado sino en el tiempo. Que no pasten siempre en el mismo sitio. En los ciclos largos han observado además una influencia sanitaria positiva porque se dan menos infecciones y se crían con menos gasto en medicamentos. Comen más tiempo en suelo limpio.
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