Querido caracol

Actualmente, España consume alrededor de 16.000 toneladas de caracoles al año, situándose como el segundo país con mayor demanda en Europa, solo por detrás de Francia. Sin embargo, según datos estimativos de la Asociación Nacional de Cría y Engorde del Caracol (ANCEDC), el sector produce poco más de 7.000 toneladas, lo que genera un fuerte desequilibrio en su balanza comercial y una alta dependencia de las importaciones, especialmente de Marruecos, que suministra el 87% del caracol consumido en el país. Es precisamente esta debilidad una oportunidad para un importante y potencial crecimiento.

Por otro lado, la propia ANCEC estima un valor de la producción de 30 millones de euros, una cantidad exigua si se compara con otras ganaderías, generando más de 5.000 empleos directos e indirectos en España.

En nuestro país, el sistema de cría más utilizado es el mixto, que combina una fase inicial en naves de obra con una fase de engorde en túneles invernadero. Este modelo permite controlar la temperatura, la humedad y las condiciones sanitarias. Además, existen sistemas al aire libre, cuya viabilidad varía en función de la región y de sus climas específicos, como sucede en la cornisa cantábrica.

En términos de producción, en España hay 629 explotaciones helicícolas registradas. Solo 293 están activas. La comunidad autónoma con mayor número de ellas es Andalucía, representando el 22% del total, seguida por Cataluña con el 18%. A nivel productivo se invierte y Cataluña lidera con el 22% de la producción nacional, seguida de Andalucía (19%) y Aragón (12%).

En Extremadura se localiza el 3%, donde la tradición del consumo de caracoles está arraigada en la cultura gastronómica, especialmente en primavera, cuando la demanda se dispara. Aun así, la producción de caracoles criados en granjas es limitada y la oferta se complementa con caracoles foráneos.

Pero el sector helicícola no solo se enfrenta a un desequilibrio entre la demanda y la oferta interna, sino también a la necesidad de innovación. Hay tres factores principales, como los avances en tecnología para optimizar el rendimiento de las explotaciones, y que permite monitorizar en tiempo real parámetros esenciales como temperatura, humedad y consumo de pienso.

El segundo aspecto es la mejora genética de las razas, con la que se obtiene mayor masa muscular y mejor calidad organoléptica que le permita competir con el caracol silvestre.

El tercer factor es el desarrollo de estrategias sanitarias basadas en el uso de probióticos en la alimentación, ya que, al no existir antibióticos específicos para estos animales, la prevención es un condicionante para evitar pérdidas masivas.

Una nueva puerta que ha abierto el sector para poder aumentar la viabilidad económica de estas explotaciones es el llamado turismo helicícola. Las visitas organizadas a granjas de caracoles son una opción a explotar.

Generan recursos adicionales y contribuyen a difundir la cultura del caracol y fomentar su consumo. Tiene la limitación de la preparación necesaria de los ganaderos y de las explotaciones, y que para los turistas rurales se trata de un sector todavía muy poco conocido y con menos atractivo que otros tipos de turismo ganadero, donde el entorno juega también un papel esencial.