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Las generaciones más jóvenes probablemente no lo sepan, pero el agua que llegaba a sus casas hasta hace apenas unas décadas procedía del Aljibe de ... la Alcazaba. Un depósito de más de 1.000 metros cuadrados que se que se encuentra bajo tierra en el interior de la muralla, y que pese a estar en el recinto árabe fue construido en el siglo XIX para dar de beber a los vecinos de Badajoz aprovechando el punto más alto de la ciudad, el cerro de la Muela.
Aunque se trata de una infraestructura moderna en comparación con el recinto árabe en el que se encuentra, este aljibe es un elemento singular, de gran belleza y muy desconocido.
La cisterna subterránea que se inauguró en 1881 es hoy para muchos un monumento más de la ciudad. El espacio, que fue creado entonces por la Sociedad de Aguas del Gévora, cuenta con 1.200 metros cuadrados de arcos apoyados en columnas con dos depósitos gemelos que se conectan por una tubería a la puerta del Capitel.
La piedra, el ladrillo y el cemento hidráulico, con los que están construidas una serie de crujías de bóvedas rebajadas sobre arquería con arcos iguales, revelan que su origen no tiene nada que ver con la época árabe de la ciudad. «La idea de aljibe nos lleva a pensar en algo antiguo, y parece que a más antigüedad mejor. Aljibes árabes habría en la cuidad pero desde luego no es este», señala el exdirector del Museo Arqueológico Guillermo Kurtz.
El aljibe que el Museo Arqueológico quiere anexionar a sus galerías es uno de los más grandes del Casco Antiguo, sirvió para poner en funcionamiento el sistema de agua corriente utilizando la fuerza de gravedad que le otorga estar en el punto más alto de la ciudad. Su funcionamiento llegaba desde la Alcazaba hasta la casa de máquinas, situada en la cabeza del puente de Palmas. Hasta allí llegaban las primeras tuberías que hubo en Badajoz y que atravesaban el puente.
Fue en la década de los 90 cuando el aljibe dejó de prestar este servicio a la ciudad, lo hizo porque entraron en funcionamiento los seis depósitos de La Luneta y los dos que se instalaron en el cerro del Bote.
Desde entonces el Museo y el propio Ayuntamiento, que es el propietario de la cisterna, han manifestado su deseo de que este espacio forme parte de la galería. «En 2008 el Consistorio propuso al Ministerio la cesión de este espacio y se llegó a aprobar, pero no se avanzó más en el asunto», explica a HOY el concejal de Turismo y Patrimonio, Rubén Galea, que confirma la espectacularidad del aljibe.
La intención de anexionar esta sala al Arqueológico está latente desde que este se vació. «Sirve para suplir las necesidades de espacio de un edificio pequeño, arcaico y muy difícil de utilizar», apunta Kurtz.
En este sentido, el edil explica que la cesión de este espacio es una de las propuesta de su legislatura, y asegura que ya están a disposición del museo para que el aljibe forme parte de él de manera gratuita. «El aljibe es muy importante para el arqueológico y para Badajoz. El Museo se ha convertido en un recurso turístico de primer orden y es primordial que cuente con las salas adecuadas. Es una pena que el 80% de sus piezas estén en El Nevero porque no caben», asegura Galea, convencido de que la inauguración de la sala Tartesos marca el momento idóneo para llevar a cabo la cesión.
Para que esta se lleve a cabo son tres las administraciones que se deben poner de acuerdo. Por un lado, el Ayuntamiento, que es el propietario; por otro el Ministerio, que es a quién corresponde la titularidad de la sala; y por otro la Junta, que la gestiona.
«La cesión sería gratuita, pero es la Junta quién tiene competencias para invertir en las obras que tendrán que realizar en el aljibe para su anexión», comenta.
En el caso de que la cesión sea inmediata, algo que quiere el Consistorio, el proceso de rehabilitación y apertura requerirá un par de años, pues desde 2014 el aljibe tan solo ha abierto sus puertas en contadas ocasiones.
La última vez que se abrió al público fue en 2016, cuando se mucho en marcha el programa Badajoz Mira al Guadiana para poner en valor los monumentos de la ciudad. Entonces fue la asociación Amigos de Badajoz la encargada de organizar algunas visitas, pero desde entonces no ha estado abierto al público.
Esto implica que el paso del tiempo y la falta de uso lo hayan deteriorado mínimamente, por lo que habría que impermeabilizarlo y unir el depósito subterráneo con el museo.
La amplitud del espacio permite que se pueda utilizar para cualquier cosa. De hecho, en el año 2020 se barajó la posibilidad de instalar en su interior un centro de interpretación sobre el recinto árabe de Badajoz, una propuesta que finalmente ha quedado descartada y que pretendía dotar a la Alcazaba de un centro de interpretación para ayudar a los visitantes a completar la información sobre la historia del monumento, desde su origen en el periodo islámico pasando por la conquista cristiana o las guerras de restauración. Un recurso para el que se habló también de otros emplazamientos como la Galera, el polvorín o las ermitas.
Más allá de esta propuesta, que quedó en papel mojado, el uso principal para el que se ha hablado del aljibe a lo largo de los años es el de servir de espacio para ampliar el Arqueológico.
Cabe destacar que este aljibe no es el único que existe en la Alcazaba. Hay más. De hecho, se puede ver el brocal de uno entre la Biblioteca de Extremadura y la Facultad. En la ermita del Rosario se puede ver la embocadura de otro, y había otro más en la casa de los Zapata.
Si la cesión llegara a materializarse, el de Badajoz no será el único aljibe de España convertido en museo. Esto mismo ya lo han hecho otros como el de Isabel II en Madrid.
«La gran sala de exposición del canal fue el aljibe de agua y es del mismo tipo que el que tenemos aquí. Está formado por columnas y arcos. Además, por dentro es de gran amplitud», señala Kurtz.
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