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La piragüista Inés Felipe y su compañero entrenan en el azud de la Granadilla. :: J. V. Arnelas

El camalote se expande por el calor y deja sin río a piragüistas y pescadores

En el azud de la Granadilla las matas superan el medio metro porque conviven con el nenúfar

Antonio Gilgado

Badajoz

Sábado, 4 de agosto 2018, 08:44

Tarde tranquila en el club azud. Los piragüistas iniciados se fueron en julio y los veteranos están en el Sella. Los cuarenta grados a las seis de la tarde tampoco invitan a salir al agua. Desde el hangar de embarcaciones baja Inés Felipe.

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Deja las muletas en el suelo, agarra el timón con la boca y empieza el entrenamiento. Es una sprinter. Se come las series de doscientos metros. Quedan pocos días para el 23 de agosto. Hay que llegar como una moto al campeonato del mundo de paracanoe de Montemor O'Velho (Portugal).

Agosto es el mes clave para Inés, pero su lugar de entrenamiento se ha infectado de camalote y nenúfar. El agua se ha calentado y las dos plantas invasoras han colonizado el azud. Inés palea entre zonas limpias para no frenarse, pero cada vez le cuesta más.

La planta invasora alcanza en verano el pico máximo de reproducción y el problema se agrava

Los pasos de agua se han estrechado y la masa vegetal se ha tragando el río desde las isletas interiores. «Tienes que ir con mucho cuidado para no engancharte».

A pocos metros de Inés se ve aparcada la barcocosechadora de Confederación Hidrográfica del Guadiana. El dispositivo de limpieza se afana cada mañana sacando matas en las riberas del azud para que los piragüistas tengan pasillos de entrada y salida al embarcadero.

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Ana Falcón es entrenadora del club. No falta un día al río. Agradece el esfuerzo de Confederación pero entiende que con estas temperaturas, todos los esfuerzos resultan estériles.

El camalote está en su punto máximo de reproducción. Echa al agua más de lo que quitan. No es ninguna sorpresa. Tras más de una década en el Guadiana, los piragüistas conocen de sobra el comportamiento de la planta. En invierno decae y en verano se expande. Ni las barreras lo sujetan. El sol va cayendo y más deportistas se suman a los entrenamientos.

Inés ya no está sola en el agua. Llega Consuelo Cienfuegos, una de las más veteranas. No esconde su preocupación. «Pronto no vamos a tener sitio para movernos». A la isla frente al embarcadero le llaman 'El Perejil'. Es la referencia para todos. La rodean para volver de nuevo en dirección a los puentes. Hace dos veranos, recuerda Consuelo, la invasión te permitía pasar con holgura, ahora, si no fuera por los trabajos de la Confederación, 'El Perejil' estaría unido a la orilla por el camalote.

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Dos pescadores más abajo del azud J.V. ARNELAS

Lo mismo ocurre a la altura de los nuevos tanques de tormentas. Un prado frondoso sobre el agua. No hay orilla. Para los deportistas, advierte Consuelo, quedarse sin ribera es un riesgo porque no tienen por donde salir del río si vuelcan. Los días de mucho viento se van al otro lado, están más resguardados con un punto de salida cerca.

Consuelo ha participado en varias campañas de limpieza que ha promovido el club. Más que concienciar, aclara, lo hace para que nadie se olvide de lo que le ocurre al Guadiana. «Es el problemas más grave de Badajoz y deberíamos encontrar alguna solución».

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Este verano se han percatado de la peligrosa convivencia del nenúfar y el camalote. El primero, enraizado al fondo, hace de cama y permite que se expanda el segundo. Por eso en algunos islotes las matas se levantan casi medio metro sobre el agua. Consuelo señala al otro lado de 'El Perejil'. «Da miedo».

El río sigue llenándose de palistas. Gonzalo Fernández no ha llegado a la mayoría de edad. Es su cuarto verano practicando y ya se ha acostumbrado a moverse entre las alfombras verdosas. Sobre el nenúfar, explica, no hay problema, flota sobre el agua y estabiliza la barca. Pero el camalote hay que esquivarlo. Se enreda en el suelo de la piragua y puede volcarla. Por eso no entrenan en paralelo. El río se ha quedado sin pasillos anchos y les recomiendan moverse uno tras otro.

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Con todas estas limitaciones, en el club apelan a la resignación. Ya saben que en invierno las plantas se duermen y podrán entrenar con más desahogo.

Los pescadores también se están quedando, poco a poco, sin río. Junto al azud pescaban este jueves Andrés Ruiz y su hijo.

Badajoz, recuerda, puede presumir de varios campeones internacionales. Todos empezaron en el tramo urbano. Abundan campos de entrenamiento entre El Pico -a la altura de la carretera de Cáceres- y la Charca de los Pollos -más allá de la Granadilla-. Las dos plantas invasoras, advierte Andrés, han ido mermando alternativas. Ahora recomienda Las Baldocas, una de las charcas que se forman en el otro azud, junto a la entrada del río por la carretera de Cáceres.

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Confederación instaló allí una barrera de contención para proteger el tramo urbano de Badajoz de la masa vegetal que se desplaza desde Medellín y Mérida. Cada poco tiempo una retro llena un camión y la charca queda impoluta. Las barreras dejan espacio para tirar las cañas, pero a los dos días de limpiarlo todo, afirma el pescador, ya hay de nuevo camalote retenido.

Las Baldocas suelen acoger campeonatos de Extremadura o torneos entre peñas y allí entrena Miguel Ángel Alfonso. Se mueve por torneos de media España. En Badajoz, explica, por profundidad, corriente y acceso, podrían celebrarse muchos campeonatos. Por lo que ha visto, no tiene nada que envidiar a otras sedes. «Pero nosotros tenemos el camalote y el nenúfar y eso lo complica todo». El verano pasado, recuerda, tuvimos mucho nenúfar, este año hay mucho camalote. Ya llegará el invierno.

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