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El oro de la campana de Espantaperros
Su secreto ·
En el momento de fundir el bronce, se arrojaron al crisol joyas de oro de una docena de niñas pacenses para conservar la tradición de la vieja campanaSecciones
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Su secreto ·
En el momento de fundir el bronce, se arrojaron al crisol joyas de oro de una docena de niñas pacenses para conservar la tradición de la vieja campanaLa campana de Espantaperros guarda un secreto. En sus 735 kilos de bronce se esconde una pequeñísima cantidad de oro, la de las joyas de una decena de niñas pacenses, que fue arrojada al crisol del taller del Montehermoso donde se fundió la pieza que, desde el pasado día 22, suena en el campanario de la Alcazaba.
El maestro campanero encargado de su fundición confirma de qué está hecha la pieza. «La masa de bronce campanil está compuesta por un 79% de cobre, un 21% de estaño e impurezas por debajo del 1,4% de azufre, fósforo, magnesio y muy poca cantidad de oro», detalla Gabriel Rivera.
¿Por qué ese oro? La tradición oral, recogida documentalmente en un informe sobre la campana original que firmó Vicente Barrantes, mantiene que para fundir la pieza las mujeres casaderas donaron sus joyas y que él mismo comprobó cómo relucían los metales preciosos entre los fragmentos en los que quedó reducida, cuando el Ayuntamiento dio orden de destruirla.
«Se utilizaron en ella (se refiere a la campana original de Espantaperros) restos de alguna antigua campana del tiempo de la Reconquista, pues hay la tradición de que las damas mozárabes, poseídas de religioso entusiasmo, arrojen al crisol sus alhajas de oro y plata; y en efecto, estos metales parecen predominar extraordinariamente en la masa refundida en 1517 (fecha errónea porque realmente se hizo en 1567 como ha descubierto el campanero durante la fundición de la réplica)».
Este fragmento forma parte del informe de 1879 que la Real Academia de la Historia le encargó a Barrantes, cronista entonces de la provincia, para que examinase el valor de la campana ante la decisión municipal de destruirla. Entonces, la campana ya no colgaba de Espantaperros, sino que estaba en la espadaña del edificio actual del Ayuntamiento en la plaza de España.
¿Es cierta esta tradición? Esto es precisamente lo que ha tratado de averiguar Amigos de Badajoz, aprovechando que se iba a hacer la réplica. La asociación, una de las promotoras junto con Alcazaba de la campaña de mecenazgo popular que ha costeado la fundición de la nueva campana, ha tratado de dar respaldo científico a las palabras de Barrantes.
Para ello, acudieron al joyero pacense Carlos Castellano, quien se ofreció a costear el análisis por espectroscopia de la campana original. Necesitaba para ello –explica Manuel Cienfuegos, presidente de Amigos de Badajoz–, 10 gramos de la pieza, con la que en un laboratorio de Madrid se podría determinar la composición de la masa y sus proporciones. El Museo Arqueológico, custodio de la campana original, no lo autorizó por considerarla una prueba destructiva, explica Cienfuegos.
Acudieron entonces a la Universidad de Extremadura para que la analizaran mediante técnicas fluorescentes de rayos X. Pero ni el equipo móvil, que estaba dispuesto a trasladarse a Montehermoso, servía porque no ofrecía garantías de que pudiera detectar proporciones pequeñas de oro en la masa ni en el laboratorio se podía examinar la pieza más pequeña que queda de la campana original (de la que se conservan 167 fragmentos) por no caber en el equipo.
La última opción que les quedaba era la Universidad de Cádiz, donde sí hay equipos con capacidad para analizar fragmentos de mayor tamaño. Para ello, fue necesario que la Concejalía de Turismo solicitase permiso al Ministerio de Cultura (titular de la campana) con el fin de llevar a analizar un fragmento de la pieza. «Un permiso, dice Cienfuegos, que nunca ha llegado ni llegará por falta de interés».
Sin opciones ya de averiguar si había o no oro en la campana de Espantaperros, Amigos de Badajoz decidió apostar por la tradición. «No sabemos si la tradición es cierta, si hay oro o no, pero o podíamos perder la oportunidad de mantenerla cuando se iba a hacer la réplica», afirma Cienfuegos.
Para ello solicitaron donaciones de joyas entre las mujeres solteras de su entorno. Una decena de ellas, desde bebés de meses a veinteañeras, entregaron pendientes, anillos y sortijas de oro que Amigos de Badajoz llevó hasta la fábrica de los hermanos Rivera y echaron al crisol donde se fundió la masa de la campana que, aunque en una cantidad muy pequeña, esta vez sí es seguro que la que está en Espantaperros tiene oro.
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