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Los padres en general, y no solo los que cursamos la EGB, estamos encantados de decir «te lo dije» porque nos sitúa en una posición privilegiada frente a nuestra chiquillería, que no es que sea lerda, sino que no lleva tantos tiros pegados ni falta que le hace. Ni tampoco es cuestión de que nos pongamos en modo pitoniso para enumerarles, mediante la bola de cristal de nuestra experiencia, la de golpes que se van a dar por el mero hecho de ir creciendo, descubriendo y hasta destruyendo puentes que podían haberles venido bien para cruzar hacia otros lares menos tormentosos y esquivar esos golpes que los futuros progenitores que fuimos nunca vislumbramos ni veríamos ahora, a pesar de seguir conservando la mochila de alpinista principiante que, como mucho, rescatamos del armario de los trastos para meter los bocadillos de mortadela sin aceitunas y paté a las finas hierbas -en un alarde de creatividad culinaria-, que se zamparán nuestros vástagos con mal disimulado disgusto porque uno quería queso y la otra jamón, y encima se nos ha olvidado -siempre a nosotros, ojo, nunca a ellos- la botellita de agua fresquita. Total, que algún padre se dispondrá ya mismo a subir a la Alcazaba por el tramo remozado que da a la carretera de Circunvalación, e irá pensando en la colocación estratégica de unas servilletas para hacer un picnic molón bajo las púas de los pinos de los jardines de la Alcazaba, que lo ponen todo perdido . Y como no podrá ser de otra manera, a los cuarenta y cinco segundos de plantar el petate sobre el suelo arenoso, se arrepentirá de haber subido hasta allí y le dirá a esos cafres que son sus hijos cuando ven un columpio, piedras y más niños, y no precisamente en ese orden, que los invita mejor a unos 'trinas' en una terracita porque, la verdad, no se ve sentado mordisqueando los restos de un bocadillo por mucha sombra -que no sosiego- que haya bajo esos pinos y, por qué no reconocerlo, teme sentarse sobre una caca de perro no callejero. Así que, apelando al padre posmoderno que hay en su interior y, olvidando por un momento que todos los padres (y madres), sin excepción, son más chachis que él, prometerá subirles la paga o comprarles un pase de batalla del Fornite, y en la primera papelera arrojará, inmisericorde, los bocadillos.
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