JAIME PANADERO
BADAJOZ.
Domingo, 2 de septiembre 2018, 08:53
Trabajadores limpiando el río, personas practicando ejercicio a sus orillas, y camalote, mucho camalote. Es la estampa habitual que presenta el Guadiana todos los días a su paso por la ciudad de Badajoz.
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Iniciando un recorrido desde el mirador del azud, el camalote se convierte ya en el principal protagonista en ese lugar. No solo llama la atención su cantidad, sino sobre todo su altura. Algunos ejemplares de esta especie superan con facilidad el medio metro de altura. Desde el mirador se puede observar perfectamente.
Adquiere esa talla debido a dos razones: la más evidente, porque el camalote en esa zona apenas se retira; y la segunda, porque utiliza al nenúfar mexicano como base y crece a partir de él.
La zona del club de piragüismo, sin embargo, se encuentra mucho más limpia que de costumbre. Dos trabajadores de la Confederación Hidrográfica del Guadiana se afanan en quitar los últimos ejemplares que hay en sus orillas con un rastrillo. Cuando terminan, se montan en su camioneta y se van a otra zona.
Más adelante, una vez se entra en el camino de tierra, se empiezan a ver las primeras pilas de esta planta amontonadas a los laterales del sendero. Todo el trayecto hasta el Puente Real está plagado con toneladas de camalote retirado que rápidamente coge un tono putrefacto con el paso de los días.
Hay numerosos instrumentos disponibles para luchar contra estas especies invasoras, pero siguen sin ser suficientes. Además de los operarios con rastrillos, la Confederación también cuenta con los equipos anfibio, el manatí y varias embarcaciones que utilizan las barreras de contención para acercar estas plantas a la orilla. Una vez agrupadas allí, la excavadora retira varios kilos con cada brazada que se descargan en el contenedor de un camión.
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Los montones de camalote seco y en descomposición se mezclan con el fresco que acaba de ser retirado.
Numerosos transeúntes utilizan este trayecto para practicar deporte. Uno de ellos es José Ángel Esguevillas. Él, al igual que el resto, también mira sorprendido al río y a la planta que se ha adueñado de él.
«Me da la sensación de que no tienen una estrategia clara para luchar contra el camalote. Unos días los veo retirándolo en una zona, otros en otra, pero sigue habiendo», manifiesta.
Él cree que el aspecto del río no refleja la alta inversión realizada. «En Caya también hay muchísimo. Yo no veo resultados después de todos los millones de euros que se han gastado», añade.
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Vista desde fuera, la polémica del camalote despierta rabia y enfado en la población. Desde dentro, reina la resignación en los operarios que día tras día luchan contra ella.
«Antes de trabajar aquí, que empecé hace unos meses, opinaba lo mismo que todo el mundo, pero una vez que estás dentro lo ves de otra forma. No es tan fácil quitarlo como parece. Yo pensaba que en unas semanas lo tendríamos todo limpio, pero me quedé alucinado viendo cómo crecía», relata uno de los operarios.
Ellos se dirigen a las zonas que les ordenan desde la Confederación Hidrográfica. Aun así, asegura que en verano la expansión del camalote es más rápida que lo que pueden llegar a quitar.
«Venimos a una zona y la limpiamos, pero a los pocos días vuelve a estar llena otra vez. Así es imposible sentirse realizado, pero tenemos que seguir retirándolo, no queda otra», señala.
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Pasado el Puente Real, la apariencia del Guadiana no mejora demasiado. El camalote y el nenúfar se reparten de forma aleatoria por el río, en función de las zonas que han sido adecentadas recientemente. No obstante, la mayoría de los ejemplares son de baja altura, lo que denota que acaban de nacer.
La situación empeora de forma notoria en la zona de El Pico, un lugar habitual de pescadores. El puente peatonal de acceso al lugar tiene unas vistas desencantadoras. Allí directamente no se ve el agua, el camalote inunda todo el ancho del río.
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Hace años, en El Pico se reunían todas las mañanas varios aficionados a la pesca. Ahora todas las orillas están repletas de camalote. Esta especie solo respeta un pequeño tramo de unos pocos metros que aún no ha sido colonizado. Es el único espacio libre en la zona en el que todavía se puede pescar. Precisamente es el sitio en el que se encuentra Manuel Saché con su caña.
Aunque ha conseguido capturar varios ejemplares de carpa, asegura que el camalote dificulta mucho la pesca. «Tengo que apuntar al tirar la caña para poner la boya en los sitios en los que no hay ninguna planta. Y cuando pica un pez, se va siempre donde está el camalote y a veces me quedo sin anzuelo. Es una faena que esté el río así», se lamenta Saché.
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Los piragüistas suelen ser los más afectados por este problema, pero los lugares disponibles para la pesca recreativa también se han reducido con esta planta.
«Por esta zona [puente de la Autonomía] no hay muchos sitios limpios, quizás la margen derecha es el mejor. Pero viendo el río así, la verdad es que se te quitan las ganas de venir a pescar», admite Saché.
Como cada año por estas fechas, el camalote es un problema que sigue estando a la orden del día. Se retiran toneladas de esta especie a diario, pero el aspecto del río no parece haber mejorado. Es una plaga que se reproduce demasiado rápido y de la que hay muchas semillas repartidas por las aguas del Guadiana.
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Hasta encontrar una solución definitiva, los operarios de la Confederación tienen que seguir retirándolo para que no se acumule. Hace tiempo que parece que el camalote llegó para quedarse.
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