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Rosa Pulido y Lorenzo Pino se reúnen en la explanada del restaurante Marchivirito. J. V. Arnelas
Badajoz

Los cincuenta kilómetros agónicos de Rosa y su salvador

Esta pacense afincada en Galicia iba por Puebla de Obando cuando una píldora se le quedó en la garganta, Lorenzo la llevó hasta Badajoz

Rocío Romero

Badajoz

Martes, 27 de agosto 2024, 07:08

«Muere una mujer atragantada en la carretera cuando conducía con una niña y un perro». Era la noticia que se fijó en la mente de Rosa Pulido durante el viaje más largo que esta pacense ha realizado desde Galicia. Allí es donde vive y de allí venía a las cinco menos cuarto de la tarde del miércoles, cuando a la altura de Puebla de Obando, cogió una pastilla y se la metió en la boca. Bebió el último sorbo que quedaba en una de las tres botellas que tenía. Pero la píldora, parecida a «una gominola naranja bastante grande» que suele tomarse a palo seco, no bajó.

Se había quedado alojada en la garganta. Notaba la gelatina pegada. Trató de tragarla. Trató de escupirla. Pero nada de lo que hacía surtía efecto.

A 50 kilómetros de la ciudad, cogió el desvío, entró en Puebla de Obando y en el primer restaurante que vio, el de los Hermanos Méndez, se bajó y pidió una Coca Cola. Tampoco en ese caso se le fue la molestia en la garganta. «Y me puse muy nerviosa».

Tanto, que uno de los clientes buscó ayuda entre los responsables del negocio. Lorenzo Pino, chef del restaurante, salió de la cocina, la vio y trató de ayudarla. Le contestó que estaba agobiada, otro chico llamó al 112 y Lorenzo se ofreció a acercarla en el coche de Rosa al centro de salud de La Roca de la Sierra, el más cercano al establecimiento.

Allí la atendió un médico y le hizo una maniobra, pero la pastilla no salió. La preocupación de Rosa creció. El médico le aconsejó que acudiera el hospital Perpetuo Socorro, pero le dijo que no podían poner la ambulancia a su disposición.

«La única opción era llevarla con su coche», dice Lorenzo. En el vehículo, la hija de solo nueve años de Rosa avisó a su tío por teléfono, que reside en Badajoz y ni siquiera sabía que venían de cambio. «Era una sorpresa para mis padres», señala Rosa. La niña mantuvo la calma, pero «a mitad de camino Rosa se puso peor».

Intentó vomitar la pastilla, pero solo consiguió que le saliera sangre de la cantidad de veces que se metió los dedos. La ropa se le manchó.

Lorenzo, impresionado, llamó al 112 y le pusieron en espera. Pisó el acelerador y llamó a un amigo policía, Kiki, que le fue indicando cómo actuar al otro lado del teléfono. Este policía dio el aviso al 112 y devolvieron la llamada al coche e indicaron a Lorenzo cómo hacer la maniobra de Heimlich. Ya iban por Gévora y Kiki le dijo que parara en la rotonda del restaurante Marchivirito.

«Ahora creo que no me atendieron como una urgencia porque respiraba, pero yo no sabía si me asfixiaría»

Rosa Pulido

Fue en la explanada de su aparcamiento donde Lorenzo intentó extraer la pastilla con la maniobra de Heimlich que le habían explicado por teléfono. La repitió tres veces. Tampoco salió.

En solo unos instantes, aparecieron las patrullas de la Policía Nacional. Según Rosa fueron tres coches, para Lorenzo seis.

Los agentes Julián, Marcos y Ángel le proporcionaron los primeros auxilios mientras la ansiedad de Rosa seguía creciendo. «Intentaron de todo. Las maniobras, golpes en la espalda... y nada». Les están muy agradecidos por la rapidez y por la atención.

Ya Rosa tenía dolor en la garganta, en la espalda y en el abdomen. Pero la inquietud no se marchaba. Llegaron los efectivos sanitarios y la atendieron en la ambulancia durante unos 20 minutos. Le indicaron cómo respirar solamente por la nariz porque así no le iba a pasar nada. La llevaron al Hospital Universitario. Allí le colocaron una vía y le suministraron corticoides, pero le informaron que el otorrinolaringólogo de guardia estaba en el Perpetuo Socorro y que debía ir por sus propios medios. «No salía de mi asombro, pero me fui con mi padre. Ahora, viéndolo con distancia, creo que no me atendieron como una urgencia porque al respirar no había una obstrucción, pero yo estaba muy nerviosa. Al no ser sanitaria ni entender lo que me ocurría, no sabía si me iba a asfixiar».

Fue al otro centro con la vía puesta. En ese segundo centro le atendieron y, como no lograban sacar la píldora, le enviaron de nuevo al Universitario, de nuevo por sus propuso medios, para que le realizaran una endoscopia y llegar hasta el estómago. Con esa prueba comprobaron que la pastilla ya no estaba en la garganta, y le indicaron que el dolor que aún sentía se debía al daño que se había provocado intentando sacarla.

A la una de la mañana, Rosa llegó por fin a casa de sus padres. A Lorenzo ya lo había recogido un amigo para acercarlo a casa.

Menos de una semana después, los dos se han encontrado reunidos por HOY para recordarlo todo y hasta echarse unas risas a causa de tanto agobio. Él dice haber aprendido a reaccionar y a hacer unas cuantas maniobras. Ella tiene previsto volver este martes a Galicia, pero no piensa tomarse la pastilla. No ha vuelto desde entonces a tocar el blíster. En el coche llevará mucha agua, aunque no cree que nunca vuelva a comer nada mientras conduzca.

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