Paquí Trujillo durante las clases de punto en su mercería. Arnelas

Las clases de costura reviven las mercerías de Badajoz

Tiendas de barrio. ·

Los propietarios reinventan su modelo de negocio para poder subsistir ante la oferta de las grandes superficies y las ventas a través de Internet, que también es su aliado para ganar clientes

María Isabel Hidalgo

Badajoz

Lunes, 20 de noviembre 2023, 07:21

Desde hace varios años Paqui Trujillo decidió transformar su mercería en un taller de costura. Allí se reúnen varios días a la semana decenas de mujeres para confeccionar diferentes prendas de punto o hacer ganchillo. «Decidí convertir mi hobby en una parte más de mi ... trabajo porque vender solo botones no sale rentable», cuenta la propietaria de la Mercería Pitti, ubicada en la plaza Autonomía de Extremadura, en Badajoz.

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Paqui heredó la tienda de su madre y aunque a diario vende muchos hilos, telas y ropa interior, cuenta que no es nada comparado con lo que se vendía hace años. «He crecido entre bobinas y madejas de lana. La costura está de nuevo en auge y con ella el punto y el ganchillo. Ahora todo el mundo quiere llevar prendas personalizadas y exclusivas», explica la propietaria.

Aprovechando que las labores vuelven a estar de moda, Paqui enseña a tejer a más de la decena de personas que cada tarde acuden a su mercería. Unas hacen chaquetas de ganchillo, otras ponchos, bolsos, patucos de bebé o amigurumis. Unas muñecas de lana que se confeccionan con punto crochet y que son el reclamo de muchas de las clientas.

El único requisito para recibir las clases, aparte de la cuota mensual que ronda los 30 euros, es el de comprar el material en la mercería de Pitti. Una norma que le ayuda a aumentar las ventas de su negocio.

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Pero este negocio no es el único que ha rescatado la costura para aumentar la rentabilidad de su negocio.

Varias mercerías de Badajoz. ARNELAS

Paqui Barquero, que tras un tiempo en paro decidió ponerse al frente de la mercería 'Las maravillas del Paqui', ha llevado dos máquinas de coser hasta su tienda, ubicada en la calle Virgen de Fátima de Pardaleras. «Los arreglos de costura y la venta de paquetería es lo que más ingresos deja, porque hay mucha gente que no tiene ni idea de costura y necesita que alguien le haga los arreglos», cuenta la propietaria de este local que cogió traspasado hace cinco años, cuando se jubiló su dueña anterior.

Coser los bajos de los pantalones, arreglar cuellos de camisa o bordar toallas o canastillas de bebés es lo que le ayuda a Barquero a mantener el negocio, ya que ella, a diferencia de Paqui Trujillo, tiene que pagar el alquiler del local. «Es complicado sacar rentabilidad a los hilos y cremalleras hoy día, más lo que supone pagar la cuota de autónomo. Yo tengo la suerte de que el local es de mi propiedad, si tuviese que hacer frente a un alquiler no creo que pudiese», añade Trujillo.

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La caída de las ventas en los últimos años ha perjudicado este tipo de negocios, de los cuales apenas queda menos de una decena en Badajoz. «Hay que reinventarse, hoy día no es fácil sacar adelante una mercería, la población se ha acostumbrado a comprar por Internet y muchas han tenido que cerrar», destaca Barquero, que cuenta que tiene clientas de otros barrios. «Hay muchas mujeres mayores que vienen aquí a comprar porque han cerrado mercerías en sus barrios y no quieren renunciar a las medias o los pijamas que han utilizado toda su vida», revela.

Cercanía con los clientes

Lola García es una de las clientas que acostumbrada a comprar en mercería, prefiere hacerlo en estos locales por la calidad del producto. «Son productos buenos, ya sea en cuanto a hilos o ropa interior, tienen calidad y eso a la larga se nota en el uso», sentencia García.

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El hábito de arreglar la ropa es otro de los motivos que empuja a Lola y a otras muchas personas a comprar en las mercerías. «No soy de tirar la ropa a la primera que se rompe, he venido a por unas rodilleras para el pantalón de mi hijo. Este hábito también es importante para que estos negocios funcionen», subraya.

Es precisamente este cambio de costumbres lo que ha puesto a las mercerías contra las cuerdas, por eso los hermanos Muñoz, propietarios de la Mercería Muso, también han llevado su máquina de coser hasta su establecimiento en la avenida Ricardo Carapeto. «Lo hacemos, no porque nos queramos reinventar, sino porque no te queda más remedio. El avance nos empuja a ello sino avanzas terminas cerrando», afirma Rubén Muñoz, quien junto a su hermana Pilar Muñoz lleva 30 años al frente de la mercería que les dejó su madre.

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Para adaptarse a las nuevas necesidades del mercado además de vender ropa interior, hilos, cremalleras, puntillas o botones también se dedican a hacen bordados. «Ahora todo el mundo quiere llevarlo todo personalizado, bordamos los nombres de abrigos, chaquetas del trabajo, uniformes de colegio, toallas o canastilla», cuenta Pilar.

Estos trabajos se han convertido en el mayor reclamo de estos establecimientos y en consecuencia en una fuente de ingresos importantes para estos negocios.

Pese a ello los dueños de las mercerías consideran que este trabajo no está lo suficientemente valorado. «La artesanía está en auge pero no se valora del todo. Requiere de mucho trabajo y tiempo hay que hacer el diseño de dibujo, después bordarlo, que ahora se hace con máquina pero sigue siendo artesano y no se paga lo suficiente», apostilla Paqui Barquero que no solo hace arreglos de costura, también borda.

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La máquina de bordar que hay junto al mostrador de la mercería Muso no pretende resarcir las bajas ventas, de hecho los hermanos Muñoz han notado un ligero incremento en la salida productos de hilo. «Tengo la sensación que mucha gente ha vuelto a la aguja, no sé si por necesidad o por gusto pero se cose más que hace unos años. Tenemos muchos clientes que van a clases de costura y eso hace que vendamos algunas bobinas más», matiza Pilar.

El gusto por el punto y por tejer su propia ropa fue lo que llevó a Belén Acebedo a las clases que Paqui Trujillo da en su mercería. «No tenía ni idea de punto, al principio me llamaban la atención los amigurumis, de hecho estoy haciendo algunos. Pero también me seducía la idea de hacerme mi propia ropa», cuenta esta alumna que acude tres días a la semana a la mercería Pitti. «Merece mucho la pena porque todas nos hacemos muchas cosas y sale económico porque tiene las oportunidad de hacerte la ropa que te gusta de las tiendas», cuenta.

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Los más veteranos en el negocio son los hermanos Muñoz, que después de 30 años tras el mostrador han sido testigos de los cambios que se han dado en este modelo de negocio y además presumen de haber cambiado el suyo. «Las mercerías no van a desaparecer pero hay que adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas formas de mercado y a los clientes», asegura Rubén.

En este proceso de adaptación Musa es de las pocas mercerías de Badajoz en la que aceptan el pago por Bizum. «Es para facilitar la compra de los clientes, cada vez más clientes pagan desde el móvil», señalan.

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La adaptación de su tienda también pasa por tener presencia en Internet. Esta mercería, como la de Pitti, tiene su propia página web, que funciona como un catálogo de sus productos.

Además, las redes sociales son otro aliado más para ellos. «Son nuestro escaparate, hoy día es imprescindible estar en ellas porque sino no existes», afirma Rubén, que es el encargado de elaborar los vídeos de su mercería donde muestran sus ofertas y promociones.

Subida de precios

«Los 'me gusta' que consigo en las redes sociales con las prendas que subo me ayudan a saber qué es lo que quiere la gente», subraya Paqui Trujillo, que cuenta que no suele hacer promociones u ofertas porque son productos exclusivos y de calidad. «La calidad de unas medias es la misma se vendan este año o el que viene. Las grandes superficies tienen de todo pero a nosotros nos diferencia la calidad», indica.

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Una calidad a la que también ha llegado la subida de precios, lo que hace que las ganancias de este negocio lleguen a largo plazo. Pues si un expositor tiene 90 bobinas, diferentes, hay que tener diez de cada una de ellas. «La compra a granel sube el precio y no podemos venderla a 3 euros. Yo tengo que hay que venderla a 1,65 le gano 0,25 céntimos», explica Paqui Trujillo, que le ocurre algo similar con los botones, de los que es difícil venderlos a diario pese a que cuando los compra tiene que adquirir al menos 900. «Tengo ahí botones que llevan toda la vida, por eso hay que buscar otras alternativas y no vender únicamente productos de mercería», sentencia.

Este ha sido el motivo que ha llevado a Esmeralda Peña, propietaria de una mercería que lleva su nombre, a centrar su negocio en la venta de ropa de bebé, pijamas y ropa interior. «Prefiero centrarme en leotardos, calcetines y prendas de calidad porque es la única forma que tenemos las mercerías de desmarcarnos de las grandes superficies y las plataformas.

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Esta propietaria como el resto prefiere trabajar con marcas buenas aunque esto encarezca el precio del producto. «A la larga es más económico porque te duran más tiempo», afirma.

Precisamente la bajada de las ventas que se ha producido en los productos de las mercerías ha hecho desaparecer a algunas de sus fábricas. «Hace años teníamos diez proveedores de edredones de calidad, ahora con suerte hay dos o tres», cuentan desde Muso.

El mercado de las mercerías está unido en defender la calidad de sus productos, por eso ninguna de ellas se suma a la moda de promociones como la del 'Black Friday' «No necesito seguir estas promociones porque eso no me va a hacer competir con las plataformas. Prefiero hacer las rebajas de enero y julio o compensar a mi clientela cuando lo considere oportuno», revela Peña, que compite con la venta online a través del reparto a domicilio. «Lo implanté en la pandemia y lo he quedado para las clientas que lo necesiten, no me cuesta trabajo y es una posibilidad para muchas personas que no pueden venir».

Como ella, Paqui Barquero busca afianzar a su clientela a través de productos de temporada como bolsos, paraguas... «Es cuestión de meter otras cosas para intentar tirar para adelante».

Es una medida a la que siguen todas las mercerías que en estos meses es cuando tienen su época de más ventas. «Vendemos más con la llegada del invierno y hasta el mes de febrero. Antes el Carnaval era una época de muchísimo trabajo pero ha dejado de ser una fecha de ventas porque ahora las comparsas compran todo al por mayor», cuenta Pilar Muñoz, que destaca que el trabajo de las mercerías en la actualidad requiere de mucha imaginación porque hoy «cuesta mucho vivir de estos negocios, hay que trabajar mucho más aquí que en las grandes superficies».

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