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Hay columnas que podrían escribirse con las palabras de otros porque no podemos pensarlas mejor. Si ponemos una cita o un extracto en el lugar adecuado, evitamos, además, desbordarnos, irnos por las ramas, descalabrarnos o hacernos invisibles. Cuando no alcanzamos a ser tan precisos o tan lúcidos, siempre podemos recurrir a las palabras de otros que pensaron o escribieron parecido. Porque en nuestra mente nos puede parecer fantástico lo que a continuación vamos a poner negro sobre blanco, pero a la hora de darle a la tecla, retrocedemos y dejamos que otro más iluminado nos resuelva la tostada. La cita que elijamos debería expresar de la forma más sencilla posible la idea que queramos transmitir. Probablemente pensamos como una vez pensaron nuestros muertos, así que repetimos las ideas de los muertos, a veces con las palabras de quienes aún están vivos. Y así, poco a poco, vamos evolucionando y hasta nos liberamos de aquellas creencias antiguas o rancias que se oponen a la propia evolución del pensamiento. Es decir, que nos vamos columpiando entre ideas, creencias, mitos y falacias varias que nos hagan la existencia más llevadera, procurando, en la medida de lo posible, no convertirnos en parásitos –que van de la escala «insignificante» a «muy perjudicial»– y, sobre todo, ser gente buena, comedida y sensata que prefiera, llegado el caso, no columpiarse porque temen, qué duda cabe, acabar ensartados en una rama o en el suelo mismo, por muy acolchado que esté en los parques del siglo XXI.
En este último año he comprobado que está de moda columpiarse, pero columpiarse a lo bestia, ojo, haciendo el salvaje, sin miedo al hostión padre, a pecho descubierto, sin el más mínimo atisbo de vergüenza o de sentido común, para qué. Porque no vamos va a pedirle que vaya frenando y razone al que se columpia por temor a una mala contestación, una bofetada con carné de socio privilegiado o, simplemente, porque nos hemos ido acostumbrando y el callo ya está hecho. Además, estamos hablando de personas buenas, sin motivaciones malas, que siempre apuestan a caballo ganador y que suelen estar a tope con lo de 'Freedom for Javi' y 'Todos somos París'. Vamos, que son de un buen rollo que te caes. Con estas personas buenas la prueba del algodón es innecesaria porque se conservan inmaculados. Que haya una hemeroteca de Don Limpios que demuestre, a todas luces, que la suciedad también les alcanzó, ni los ruboriza.
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