En el primer día de feria, en las horas centrales, la sensación era de bochorno, lo que por contraste convertía en un oasis el interior de las casetas. Por eso quienes estrenaron ayer la feria diurna en Caya lo hicieron a resguardo, esto es, ante un menú en mesas alargadas comiendo con amigos bajo el chorro del aire acondicionado, algo que ya es impensable que no exista en el ferial. Para los incautos que salen al exterior a echar el cigarro o cambiar de local, un camión de FCC, cual aspersor rodante, riega la que a partir de esta semana será la principal avenida de Badajoz.
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Casimiro Moreno
En la caseta Tendido 22 estaban este sábado María Sánchez y Susana Márquez, de cuarenta y pocos años. «Hemos venido treinta personas porque nuestra comida de amigos es ya oficialmente el primer día de feria, así que reservamos en mayo. Y si encima actúa Camela perfecto. Yo vengo ya preparada para ir luego de concierto», decía María antes de sentarse. Su amiga Susana, con la que había llegado en taxi, también lo tenía claro. «Después de una semana de trabajo apetece salir y, ya que se puede, cambiar de escenario y cambiarlo por el del centro. Además, en las casetas se está muy fresquito».
Una novedad este año es la existencia de una caseta privada, lo cual no se veía desde tiempos de Los Pichas, caseta privada que recordarán quienes ya eran mayores cuando la feria estaba en la barriada de La Paz. Ahora, entre unos ochenta socios se han hecho con La Desobediente (el año pasado La Favorita), donde un portero pide pase para entrar. Todavía no tienen claro si será de acceso restringido todos los días a todas horas o según esté de llena.
Por otro lado, se ha difundido la idea de que este año todas las casetas deben dar comidas, pero la realidad es que comer solo se puede en las de siempre. Esta mediodía estaban todas a tope excepto la Municipal y La Bolera, que abre por primera vez con Antonio Barrantes, de Alburquerque, al frente. «Siempre había venido de visitante y veía que a esta feria viene mucha gente». Mientras, la hilera de casetas pegada a las atracciones, las dedicadas a un público más joven, con música latina y animadores –Quinto Pino, Catarsis-Martinica, María Bonita...– estaban cerradas a la hora de comer mientras los trabajadores ponían a punto el interior para arrancar durante la tarde, cuando la mayoría baja la digestión con cubatas y pasos de baile.
Se puede decir que el mecanismo de una caseta de feria es conseguir desmontar las mesas y retirar las sillas en el momento preciso en que los clientes demandan espacio para bailar, algo así como convertir un restaurante en un pub en el momento justo. «Quince minutos tardamos en hacerlo», comentaba este sábado Alberto Pérez, encargado de El Estoque, que con este son ya cinco años en la Feria de Badajoz y cuya terraza ofrece actuaciones cada tarde.
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Alberto Pérez
Caseta El Estoque
Lo de la música en vivo dentro de las casetas también se ha consolidado. Teniendo en cuenta que la media de edad a la hora de comer rondaba hoy los cincuenta, entre los tributos a la música de los noventa y el flamenquito típico de estos días, la otra parte del menú de feria está hecha.
Aunque aún hay gente que debate sobre si el ferial queda lejos, parece asumido que esta ubicación se ha consolidado. Tanto es así que una caseta como La voltereta cumple este año su 25 aniversario, de ahí la fiesta del viernes por la noche, cuando verdaderamente arrancó la feria.
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