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Cuenta Joaquín Bohórquez, ecuatoriano que reside en Cáceres desde 1999, que en su país de origen hay demasiada pobreza, la gente va a lo suyo y esto complica que el Gobierno se haga con las riendas del país, que en estos momentos atraviesa una grave ... crisis con las bandas de narcos sometiendo a la población y el Gobierno decretando un despliegue militar y policial sin precedentes.
«Hace poco más de una década Ecuador era un país seguro pese a la pobreza, pero por la presión de los narcos los problemas han ido creciendo», decía ayer apenado este ecuatoriano instalado en Cáceres, arquitecto de profesión.
Como se sabe, esta semana los presos han tomado seis cárceles de Ecuador y el presidente Daniel Noboa ha declarado el estado de excepción, por lo que desde el martes hay toque de queda entre las once de la noche y las cinco de la mañana. Se han visto asaltos de delincuentes en directo por la televisión y hay tanta inseguridad y zozobra que se han vaciado calles, colegios y centros de trabajo.
En Extremadura hay 234 ecuatorianos empadronados, según el INE. Lizbeth Abarca, ecuatoriana que reside en Badajoz, contaba ayer que desde que los disturbios en su país abren los informativos habla por teléfono más que nunca con sus tías, que viven en una pequeña ciudad ecuatoriana. Los problemas allí no son tan graves como en las grandes urbes de Quito o Guayaquil, pero aún así está preocupada. «Mis abuelos vinieron hace poco a Badajoz, en octubre, y ya decían que el índice de criminalidad había subido mucho. No se atrevían a salir a la calle con el teléfono móvil», relataba ayer esta joven estudiante de 27 años.
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Claudia Polanco Yermanos
Joaquín Bohórquez, procedente de Guayaquil, la ciudad más poblada de Ecuador con 2,7 millones y una de las más peligrosas en estos momentos, dice estar procesando las noticas que le llegan de su país «con mucha tristeza y pena, aunque de lejos los toros se vean con más serenidad».
Bohórquez tiene en Ecuador a hermanas, sobrinos, primos, compañeros de estudios y amigos con los que permanece en contacto. «Cuando he hablado con ellos he notado mucho nerviosismo. La gente recomienda no salir a la calle porque durante los toques de queda se hace redadas y caen justos por pecadores», relataba ayer a este diario.
Su análisis es que en Ecuador cada uno va a lo suyo y esta actitud ha estallado en un lugar donde hay mucha droga porque es una zona de paso hacia Estados Unidos, que hace su juego sucio en países como el suyo, Bolivia, Colombia o Perú.
«Cada cual defiende su posición en la sociedad y nadie quiere ceder un milímetro en su estatus. Hay una masa enorme de población que ronda la pobreza y es complicado sacar adelante un país si no se atiende a esa población. No tenemos un proyecto de país que aglutine a esa población que debe tirar del carro y si cada cual se centra en sus problemas esto es difícil para cualquier gobierno. Si estás indefenso y no hay subsidios o ayudas como en España es difícil que la gente se sume. Cada uno está a lo suyo, solo nos une el fútbol y cada cual ha desarrollado su propio mecanismo de resistencia para vivir en la ciudad», lamenta desde la distancia este arquitecto que se instaló en Cáceres en 1999 y se casó con una española.
Para él, aunque las fuerzas de seguridad y el Gobierno terminen controlando la situación, «ahora mismo la inseguridad se ha convertido en un problema latente».
De los 5,5 millones de extranjeros que hay empadronados en España, en Extremadura viven 35.138, según datos del INE de 2022. La mayoría están en Badajoz capital, 5.245. En Cáceres hay 2.816 y en Mérida 1.948. De esos 35.138 extranjeros, 234 son ecuatorianos, una nacionalidad que hace diez años estaba casi cuatro veces más presente, cuando el INE contabilizaba a 824 ecuatorianos. Lo que no cambia desde entonces es que sigue habiendo mayoría de mujeres, un 57%.
Los hay que estudian como Lizbeth, o que trabajan en la arquitectura, como Bohórquez, «pero la mayoría se gana el sueldo en tareas domésticas, muchas de las cuales están relacionadas con el cuidado de ancianos», relata Alberto, que junto a su mujer Alejandra regenta Súper Latino, un establecimiento de la avenida Damián Téllez Lafuente de Badajoz que frecuenta la comunidad latina para enviar dinero y hacer compras. Son la evolución de los antiguos locutorios donde los inmigrantes acudían antes realizar llamadas telefónicas internacionales. En este de Badajoz se vende comida importada de países sudamericanos. «Aquí vienen muchos ecuatorianos, pero lo que más abundan son los colombianos. La gente de Ecuador suelen ser mujeres que trabajan cuidando ancianos o en casas. Casi siempre vienen ellas primero y luego al cabo de un tiempo se traen a la familia. Cuando llegan ellos suelen trabajar en el campo», relata este empresario del que la comunidad ecuatoriana aprecia, entre otros productos típicos, las humitas, una masa de maíz dulce que abunda en un país que proyecta al mundo en estos momento una imagen preocupante.
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