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Javier Barreto, en el parque del río con su hermana Ruth, sus sobrinas y su cuñado Juan. J.V. ARNELAS
Desesperado por un vuelo de regreso a Colombia

Desesperado por un vuelo de regreso a Colombia

Atrapado. Javier Barreto llegó a Badajoz en febrero y la covid le impide volver con su familia y atender su negocio

Lunes, 28 de septiembre 2020, 07:32

Desesperado por conseguir un billete de avión que le lleve de vuelta a su país. Así se siente Javier Barreto Pérez, un colombiano de 42 años que llegó a Badajoz el 12 de febrero para disfrutar de los Carnavales invitado por su hermana. Después de enlazar tres vuelos, aterrizó en el aeropuerto pacense procedente de Barranquilla, su ciudad natal.

Conocer a sus sobrinas de 13 y 9 años, a las que solo había visto en fotos, fue el motivo principal de su primer viaje a España. Pero poco después de llegar estalló la crisis sanitaria y Javier ya lleva casi ocho meses en Badajoz. No hay vuelos y vive impotente sabiendo que los problemas económicos se multiplican para su familia al otro lado del Atlántico.

«En febrero en Colombia se escuchaba algo de un virus que nació en China, pero la gente allí lo tomaba a broma, es algo propio de nuestro carácter. Se comentaba que los chinos son muy estrictos, que cerraron una ciudad...». Una situación que aquí muchos percibían de forma parecida.

Ajeno a los primeros avances de la pandemia, Javier disfrutó del Carnaval pacense en primera línea. Sus sobrinas y su hermana, que lleva 14 años en España y está casada con un pacense, forman parte de la comparsa Wailuku: «Mi cuñado y yo también íbamos en el desfile, empujando el carro de la música».

Una semana después del bullicio festivo, los titulares de prensa se centraban ya en los casos detectados en España y en la necesidad de suspender eventos multitudinarios. De repente se decretó el confinamiento y su vuelo de vuelta previsto para el 30 de marzo quedaba cancelado.

Desde entonces el dinero se acabó y sobrevive gracias a la ayuda de su hermana y su cuñado, que le han acogido en su piso de San Fernando, dándole techo, ropa y comida. «Ellos me ofrecen todo su apoyo y cariño».

Al otro lado del charco el colombiano dejó un negocio que marchaba bien y a su familia: esposa, dos hijas y suegra. Su peluquería de Barranquilla es «muy reconocida», tenía dos empleadas y él incluso había peinado a famosos como el cantante y compatriota Maluma.

Como en tantos hogares, la crisis del cononavirus puso patas arribas ss finanzas domésticas sin que él pueda hacer nada en la distancia. «La peluquería estuvo cerrada tres meses porque Colombia sufrió uno de los confinamientos más largos». Ahora le van a embargar un coche recién comprado y se preocupa porque su esposa le llama sin saber a qué recibos hacer frente.

Javier tiene una peluquería «muy reconocida en Barranquilla» e incluso había peinado a Maluma

Los momentos más difíciles desde el punto de vista anímico los vivió Javier en la primera oleada del coronavirus. «Mi hermana me tuvo que comprar pastillas para dormir. Y aunque la pandemia allá no fue tan brutal en muertes como yo lo veía aquí en las noticias, pensaba mucho en mi país y en mi familia».

El peluquero describe la sanidad pública colombiana como un sistema muy precario. «La salud es más privada que otra cosa. La gente pide una cita médica y cuando se la dan ya te has muerto. Si tienes cáncer y necesitas quimioterapia, pero no tienes dinero para pagarla, cuando te la van a dar puede que hayas fallecido».

Javier, con el cantante Maluma. HOY

Le estresaba especialmente el riesgo para su padre, que tiene alzhéimer. «Temimos que mi hermano le pudiera contagiar. Es técnico de laboratorio y, aunque tomaba muchas precauciones, agarró el virus». Por suerte se aisló bien en casa y evitó infectar a sus padres.

Mientras espera el ansiado regreso a su tierra, a Javier le gustaría poder trabajar en Badajoz para afrontar sus gastos y enviar algo de dinero a Colombia. «Ahora mismo no me pueden contratar y te desesperas: por la situación de allí y por la de aquí».

En este tiempo el colombiano ha podido comprobar la respuesta de España a la crisis. «Allí las cosas no son como acá, que el Estado te ayuda si te quedas sin trabajo y te da un subsidio. No saben bien lo que tienen. En Colombia te quedas sin empleo y te quedas sin nada. Nosotros teníamos un ahorro para comprar una vivienda, pero ese dinero se acabó en todos los pagos: se fue en arriendos y demás facturas. Hasta hemos tenido que firmar préstamos con el banco».

Después del confinamiento la esposa de Javier tuvo que reabrir la peluquería con muchas medidas de seguridad y una reducción de aforo al 30 por ciento. «Arrastrábamos muchos deudas por el cierre y a la vez hubo que gastar bastante dinero para poner esas medidas».

Sin conexiones

Javier no entiende que su país haya retomado algunas conexiones aéreas con México, Ecuador o Estados Unidos, zonas muy golpeadas por la pandemia, y sin embargo él no pueda regresar desde Europa. Ahora la única alternativa son los vuelos «humanitarios», afirma.

Pero su hermana Ruth asegura que poco tienen que ver con este calificativo. «Hemos contactado con nuestra embajada y lo único que nos ofrece son esos vuelos que cuestan más de 3.000 euros. Hay que apuntarse a una lista de espera y va por sorteo. Nosotros no podemos gastar ese dineral en un billete; prefiero enviar el dinero a mi cuñada».

Ruth detalla el limbo legal en el que se encuentra su hermano. «Él entró con un permiso de turista, que caduca cada equis tiempo. En su caso venía por 45 días; pero claro, cuando llega la covid y vence su carta de invitación, se queda de manera irregular. Así que no sabemos si le podría parar la policía, con el miedo de enfrentarse a una multa o un proceso judicial».

Por este motivo decidieron moverse y solicitar una prórroga de estancia. Ruth cree que priori él no cumple los requisitos. «Son prórrogas que suelen darse a científicos, estudiantes o personas que vienen por motivos médico. Pero en casos como este no hay precedentes. Hemos solicitado un mes de prórroga, pero estamos a la espera. Y también lo hemos tenido que afiliar a un seguro privado para no tenerlo desamparado», detalla.

Creen que mientras esté en estudio esa petición, a Javier lo ampara la ley; pero, si la deniegan, quedaría de manera irregular en España. «Tampoco lo podrían deportar porque no hay vuelos».

Lo positivo que extrae de esta experiencia complicada ha sido poder pasar tanto tiempo con familiares que tenía lejos y comprobar que las «maravillas» que su hermana contaba sobre la vida en Badajoz eran ciertas.

«Incluso he pensado que estaría bien traerme aquí a mi familia». Quién sabe si el destino le depara un futuro aquí.

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