
Mi fiel amigo
Matilde Muro
Lunes, 27 de enero 2020
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Matilde Muro
Lunes, 27 de enero 2020
Mi querido 'potro de Puerta Palma'. Te has ido dejándome una última llamada sin contestar por mi parte. Nunca me lo perdonaré.
Has sido lo mejor que ha pasado por mi vida laboral. Te debo lo poco que me consideran los que no me conocen, y has hecho realidad tantos sueños en mi vida con las exposiciones que hemos elaborado juntos, que no tengo sino lágrimas para decirte cuánto te quiero y cuánto te debo y no puedo seguir agradeciéndote. Esa afición al boxeo, desatada en la intimidad de la devoción insólita y reciente por los gimnasios, no ha sido sino la exteriorización de la lucha constante por mantener el equilibrio de tu gran obra: el Meiac. Era tu obra. Nadie, pero nadie, ha intervenido en él si tú no filtrabas y tamizabas la línea expositiva y el criterio de selección, y eso ha gustado a pocos y enfadado a los más, y encantado a los que recibían tu visto bueno, porque eso era signo de excelencia.
Has sabido, como nadie en esta tierra hermosa, de la que tanto hablábamos con emoción, batallar a puñetazos contra la incomprensión, la mediocridad, el insultante intervencionismo y la locura del todo vale. Has sido enorme, como me ha escrito esta mañana Luis Sáez, y nos has dejado huérfanos de alma, de apoyo, de seguridad, de criterio y de lucha. Te quiero Antonio Franco y ya nada va a ser lo mismo sin ti. Ya quedan pocos con los que confrontar opiniones avanzadas, silencios prolongados, incomprensiones y rechazos a ideas innovadoras, recortes presupuestarios, imposibilidades inexplicables en el mundo de la cultura.
Ahora todos se llevarán las manos a la cabeza por no haberte escuchado, por no haberte puesto más y más en las manos, por no haberte dejado comprar lo que hubieras podido, por no responder en los momentos idóneos. Sin ti ahora, seguirán haciendo lo mismo y extendiendo el erial de la cultura y la inversión en futuro, porque ya no estás para frenar la sequía atroz, pero con su golpe de pecho cuenta.
¿Ves? Te lo escribí esta Navidad: «de la vida solo se sabe que se acaba», pero ni tú ni yo sabíamos la fecha. Lo mismo que esa exposición que nos traíamos entre manos, tú y yo y nadie más, sin fecha ni presupuesto aprobado, pero con el «se hace, Matilde, se hace», que tanto me tranquilizaba. ¿Por qué te has ido Antonio, ahora que los dos estábamos al borde de la jubilación?
Estoy tan enfadada con el destino, que solo quiero uno de esos puñetazos tuyos con guantes de seda, para despertar de la pesadilla.
Adiós 'potro de Puerta Palma'. Te quiero.
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