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Un dos/ un dos tres/ cuatro cinco seis/ siete/ ocho/ nuevo y diez/ un dos. No es un mantra para pensar antes de hablar. Es el compás de la bulería, uno de los palos más difíciles del flamenco. No todo el mundo puede acompañar con palmas este ritmo, además de técnica hay que tener arte. Y eso es lo que no les falta al grupo de personas con discapacidad que durante todo este año van a compartir tablao flamenco con artistas extremeños.
Son una veintena de alumnos del taller de introducción al flamenco, una iniciativa que nació hace cuatro años de la mano de su monitor de serigrafía en Plena Inclusión Montijo, el también bailaor Óscar Jaén. En este tiempo han aprendido el baile, el compás y el cante por jaleos, tangos y bulerías. Y el último curso lo han dedicado a sacar el duende, es decir, a ponerle expresión y garra a los cantes y bailes aprendidos.
Con ese bagaje, el reto que han emprendido este año es compartir tablao con artistas flamencos de Extremadura una vez al mes. «Para fomentar la inclusión real, pensé que era buena idea traer a cantaores, guitarristas y bailaores para que compartieran su experiencia y talento. En resumen, acercar el flamenco a la discapacidad y la discapacidad a flamenco».
«Muchos de los chicos -prosigue- tienen limitaciones para asistir a una peña o a un evento flamenco y decidí entonces montar el tablao aquí», explica Jaén.
La bailaora emeritense Fuensanta Blanco ha sido la encargada de inaugurar este ciclo. Con un carisma arrollador y una pasión contagiosa, durante una mañana convirtieron el Espacio para la Creación Joven de Montijo en una auténtica juerga flamenca de las de partirse la camisa.
El grupo de Plena Inclusión con porte flamenco. Ellas con mantón, delantal y flor en el pelo. Ellos con pañuelo. Y uno a uno saliendo al centro del corro a cantar, a bailar, a mover el mantón o a dar una 'pataíta' con poderío. Fuensanta sacando lo mejor de cada uno de ellos, dándoles una clase magistral de flamenco sin ortodoxia. «Mover las manos como si estuvierais tirando un puñado de arroz», les dice.
«Arte hay aquí a rabiar que es lo que le falta ahora al flamenco, donde hay mucha técnica y muy poco 'aje'. Estoy muy emocionada con la experiencia, todo han sido sonrisas y eso para mí es vida», confiesa la bailaora.
Óscar, su profesor, disfrutó con cada taconeo de sus alumnos y tiró de los trucos que ha empleado en estos años para enseñarles el flamenco. Sin ningún manual, ha ido adaptando letras, repitiéndolas, explicándole qué cuentan, buscando asociaciones para facilitar su memorización e incluso ha usado la lengua de signos. Le ha resultado. Baste un ejemplo. Para explicarle qué es una 'pataíta' flamenca, les ha dicho: «Imaginaos que veis un mojón en el suelo y lo apartáis con el pie». El humor como vía de entendimiento.
El flamenco le da alegría. Eso se percibe y eso le dicen a su profesor. Pero el aporte de este arte, a su juicio, va más allá. «No pierdo de vista que esto es para que se diviertan y tengan más bienestar, pero también trabajan la memoria, la coordinación, la asociación de letras con gestos e incluso se estimula su creatividad».
El flamenco es una cuestión de duende que no distingue de cromosomas. Lo explica Jaén así: «Aquí la capacidad o la no capacidad no cuenta. Esto se trata de tener sentimientos y exteriorizarlos y quien los tiene puede hacer flamenco».
Después de Fuensanta, pasarán por su tablao Francisco Escudero 'El Perrete', Nane Ramos con Joaquín Muñino, 'La Fontanesa' con Andrés Malpica, La Chispa, Juan Antonio Rodríguez, Miriam Cantero o 'el niño de la Encina'.
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