El nombre de la colonia es franquista y varias calles interiores también, está a más de 15 kilómetros del centro de Badajoz y la mayoría de sus casas están abandonadas y llenas de maleza. Las malas hierbas también cubren las aceras que llevan por la ... iglesia cerrada, las piscinas abandonadas o el bar en ruinas. Es Carlos Haya, la colonia militar donde el Gobierno quiere hacer 117 viviendas sociales.
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En la colonia quedan unos 80 chalets en pie y 30 aún están ocupados. El sentimiento de los vecinos que quedan es de incredulidad. Al igual que el alcalde Ignacio Gragera, consideran que es una zona alejada del centro de Badajoz para acoger pisos sociales. Destacan que necesitan coger el coche para todo. La colonia se creó para acoger a los militares de la Base Aérea de Talavera (está en frente), pero tiene pocos vecinos desde hace dos décadas y ha quedado muy abandonada.
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«Tuvimos autobús durante un tiempo, pero casi nadie lo usaban y lo quitaron. Ahora las paradas más cercanas están en Villafranco o Talavera, así que dependemos del coche», explica María José Pérez, que lleva 30 años en esta colonia porque su marido es militar.
En su caso asegura que viven en la colonia porque a su marido le gusta este espacio tranquilo, donde además tiene un huerto, pero que ella preferiría algo más céntrico. Explica que hace vida en Badajoz, incluida la compra, y tarda unos 25 minutos de ida y 25 de vuelta.
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La mayor parte de las 30 familias que residen en la colonia aún son militares en la reserva o jubilados, algunos aún en activo, que tienen estas casas en alquiler. La urbanización es terreno del Ministerio de Defensa y el Gobierno pretende comprarlo para hacer viviendas. Pasaría entonces a ser municipal, es decir, del Ayuntamiento de Badajoz. En la actualidad es del Invied (Instituto de Vivienda, Infraestructura y Equipamiento de la Defensa).
Una de las vecinas más veteranas es Ana Michón que llegó de niña desde Madrid hace 55 años porque su padre fue destinado a la Base Aérea de Talavera. Ella recuerda una colonia muy distinta a la actual. Vivió cuando estaba llena de vecinos, con escuela, la iglesia abierta, bar e incluso un bonito complejo con piscinas. Ahora son ruinas, casas abandonadas y maleza.
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La colonia fue perdiendo población porque Defensa dejó de ofrecer vivienda a los oficiales. Michón no cree que el anuncio del Gobierno se vaya a llevar a cabo. Lo primero, considera que están muy alejados del centro, pero también que puede haber problemas con la base. «Hubo una constructora interesada en hacer pisos en uno de los solares que hay porque fueron demoliendo casas antiguas, pero sabemos que no se pudo hacer porque no se puede construir en altura cerca de la base, por seguridad de los aviones, y en este caso se supone que quieren hacer bloques de pisos».
Ana Michón también ve difícil que se de servicios a la zona y los necesitarían si trasladan allí a 117 familias. «No tenemos agua corriente. Es de pozo y sirve para regar y como mucho hacer una lavadora. Tampoco sistema de aguas fecales. Solo nos recogen las basuras gracias a un convenio de Defensa con el Ayuntamiento», explica Michón que se lamenta porque hace 10 años que esperan que asfalten sus calles, que están en muy mal estado.
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Esta vecina «de toda la vida» también advierte que el sonido de los aviones cazas que pasan sobre ellos es muy intenso. «Nosotros estamos acostumbrados, pero cuando vienen conocidos de fuera, no duermen».
Otro rasgo que llama la atención en la colonia son los vestigios franquistas. La avenida principal se llama General Franco y la paralela García Morato, en alusión al aviador militar que combatió en el bando franquista durante la Guerra Civil. Este nombre está incluido en el catálogo de vestigios franquistas que elaboró la Diputación Provincial, aunque identificado en otros municipios. La colonia también tiene una calle en recuerdo a los aviadores españoles que se integraron en las tropas nazis llamada Escuadrilla Azul y su propio nombre, Carlos Haya, está relacionado con Franco porque fue un aviador del bando sublevado.
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En cuanto al aspecto actual, la avenida Franco tiene varios chalets grandes en buenas condiciones, pero los servicios comunes del barrio llevan 20 años abandonados. Es el caso de las pistas deportivas, de las que solo quedan dos canastas oxidadas.
Al final de esta calle está la antigua iglesia, ahora cerrada. El campanario se ha convertido en un enorme palomar, pero la fachada del templo conserva bien las figuras y los mosaicos.
Junto a la iglesia había un bar que está en ruinas, inservible y cerca las instalaciones de lo que fueron las escuelas. Dejaron de funcionar porque los niños de la zona comenzaron a inscribirse en los colegios de Badajoz. Posteriormente sí hubo una guardería que servía para los que trabajaban en la base, pero también fue clausurada.
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Las instalaciones que más añoran los vecinos son las piscinas. La colonia contaba con un recinto con dos piscinas y jardín que está completamente invadido por las malas hierbas.
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