«El fútbol es un juego muy válido de preparación para la vida adulta»

Con siete años, a Fernando D'amico le dijeron que no valía para el fútbol. Diez años después debutó con Old Boys en la Primera argentina, luego se fue a Huracán y Quilmes hasta que le fichó el Badajoz de Tinelli en el 98 para jugar en la Segunda española. Aquí coincide en la plantilla con su hermano mellizo Patricio, conoce a la que hoy es su mujer, se casa y se va a Francia. Triunfa en el Lille, disputa la Champions League y la revista France Football le considera el mejor jugador de la liga francesa de la temporada 1999-2000. El final de su carrera lo pasa entre Grecia, el Extremadura de Pedro de Nieto y el Badajoz. Ahora escribe libros para niños en los que el fútbol es la excusa para enseñarles a madurar.

-¿Cómo llega a la literatura infantil?

-He estudiado mucho la inteligencia emocional porque siempre me interesó la educación en valores. Trabajo con niños desde hace doce años y me di cuenta que la lectura podría ser una buena forma de llegar a ellos. He escrito tres libros. El primero junto a un amigo y el segundo y el tercero en solitario con una saga que está teniendo mucho éxito. Ese éxito me anima a seguir creando entregas.

-'El hacker' tiene un trasfondo de ecologismo.

-A todos los niños que he entrenado desde que creé la escuela en 2007 les he pasado cuestionarios para conocer sus inquietudes. Mostraron preferencias por el fútbol, los videojuegos y los personajes de la Guerra de la Galaxias. Era algo esperado, pero me llamó mucho la atención el interés que mostraron por todo lo relacionado con el cambio climático y la contaminación de los plásticos. Con la cumbre del clima parece algo nuevo para los chicos, pero no lo es. Las nuevas generaciones vienen más concienciada de lo que creemos los adultos. En muchas casas, son los jóvenes los que hablan de este tema y no los padres.

-Habla usted también mucho de superación.

-En mi casa siempre me remarcaron que aunque fuera futbolista tenía que estudiar y prepararme. Estudié inteligencia emocional y aplicándola en escuela de fútbol me di cuenta que funcionaba. Nosotros no competimos, el fútbol es una herramienta para hacer a los niños mejores personas. Muchos vienen con la autoestima por los suelos porque no juegan en sus equipos. No buscamos resultados a corto plazo en una competición, vamos a largo plazo, trabajamos la superación, el trabajo en equipo o la motivación. Y la superación es algo que conozco bien. Cuando llegué a España me compró el Badajoz y luego me echa, me dicen que no valgo y sin embargo, un año después, estoy jugando en la Primera división francesa, al siguiente la Champions y ganó la estrella de oro como mejor jugador. Toda mi vida fue así. De niño ya me dijeron que no valía para el fútbol y conseguí ser profesional.

-Cargamos a los niños de expectativas cuando los vestimos de futbolistas.

-En las competiciones infantiles prima demasiado el resultado, solo juegan los mejores y los chicos tienen mucha presión alrededor. Cada niño madura a su ritmo, no es algo homogéneo. Son felices jugando en un campo y una pelota, pero dejan de serlo cuando el entorno les ahoga y todo eso les resta en su formación. Los problemas de autoestima y de motivación repercuten también en el colegio o en su capacidad de relacionarse con los demás.

-¿Hay que tomarse en serio la frustración del niño que se queda en el banquillo?

-Cuando voy a los colegios a presentar mi libro siempre les cuento mi experiencia como profesional y les digo que el fútbol es un juego muy válido de preparación para la vida adulta. Solo un 1% de los chicos que juegan hoy en algún equipo de cantera será futbolista, no generemos frustración en el 99% restante. Y que disfruten del camino.

-Cualquiera no vale para entrenar alevines.

-La formación es fundamental. No se trata de formar campeones, sino de formar niños. ¿Qué les estamos enseñando si ganan por diez o quince goles de diferencia? No estoy en contra de la competición, pero debe ser una competición sana. Otro error frecuente es compararnos continuamente con los demás, como si nuestro éxito dependiera de lo que hacen los otros.