Saber la composición de los átomos no es nada extraordinario para Paloma Jiménez, una mujer oliventina de 32 años graduada en Química y que se está preparando el Quir, la oposición que le dará acceso a trabajar en el laboratorio del Hospital Universitario.
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Un hecho ... que a muchas mujeres gitanas les parece extraordinario pero que para ella, gitana también, no lo es. «No sé qué os voy a contar de mi vida porque yo no he hecho nada extraordinario más allá de estudiar», dijo al comenzar su presentación en una de las jornadas que se han celebrado dentro del programa de empoderamiento de la mujer gitana estos días en el centro social del Gurugú.
El motivo del encuentro, organizado por el colectivo Romis Calí es concienciar a jóvenes de esa cultura y sus familias de la importancia de la formación académica. «Estamos en contacto con asociaciones de otras comunidades y en la mayoría los jóvenes tienen formación superior, pero en Extremadura nos está costando que las mujeres gitanas vayan a la Universidad», apunta la presidenta, Manuela Salazar.
A escuchar la experiencia de Paloma casi una treintena de personas acudió al encuentro. Como Carmen, que pese a que no pertenece a esta etnia estudió magisterio a los 40 años porque la situación económica de su familia en la década de los 60 le obligó a trabajar desde joven para ayudar económicamente.
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Una situación que no es habitual hoy día, pero que algunas familias gitanas aún mantienen con sus hijos y que es una realidad que no se tiene en cuenta en muchos de los centros educativos a los que acuden a diario. «El personal de los centros educativos tiene que conocer las realidades de la cultura gitana porque solo así podrá trabajar mejor con los alumnos», subraya Jiménez, que mientras se prepara la oposición trabaja como promotora educativa en el colegio de Olivenza. Su papel en el centro no es otro que hacer un seguimiento de los niños gitanos escolarizados en él, y de sus familias para prestarles ayuda y orientación educativa, ya que según la joven hay que dar a conocer la cultura gitana para poder romper los estereotipos que aún tiene la sociedad hacia esta etnia. «En los colegios falta concienciación sobre las necesidades que tienen los niños gitanos, y en consecuencia no se sienten motivados en el centro. Esto unido a los problemas familiares que muchos tienen en sus casas hacen que el nivel de abandono sea aún elevado, similar al que había hace décadas».
Para Jiménez, esta realidad se podrá cambiar si las familias y los centros trabajan de la mano.
«El apoyo de las familias es importante para que los niños estudien. Yo he tenido mucha suerte porque en mi casa estudiar fue algo normal. Para conseguir que esto sea así en la mayoría, los colegios que tienen niños gitanos matriculados tienen que adoptar más la cutlura gitana», sentencia la joven, que explica que en ocasiones no se les presta a estos niños la atención necesaria.
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95%
Es el porcentaje de niños gitanos que hoy día están escolarizados en los centros de la ciudad, según el colectivo Romis Calis
El otro motor importante para que los menores de esta cultura estén formados son las familias. De ahí que Nuria López acudiera a este encuentro. «Tengo 35 años y cuatro hijos. Mis padres hubiesen querido que yo estudiara, pero terminé la ESO y lo dejé, ahora me arrepiento, y no me gustaría que a mis hijos les ocurriera lo mismo», explica López.
Entre los pocos jóvenes que fueron a conocer a Paloma estaba Sulamita Salazar, que a sus 13 años tiene claro que al terminar la etapa obligatoria optará por hacer algo de formación profesional. «Estudio primero de la ESO y me siento una afortunada por ello. Las mujeres gitanas de generaciones anteriores a la mía no pudieron hacerlo porque entonces tenían otras obligaciones».
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Pese a que cada vez más gitanos terminan sus estudios y van a la universidad, las tasas de absentismo escolar aún son muy elevadas, por eso Jiménez habló a las familias de su experiencia, para que vean que pese a los estereotipos para los gitanos también hay otro futuro posible.
Para la asociación de mujeres gitanas, Romis Calí la formación es la base de la vida. En función a esta premisa este colectivo trabaja para que los niños y jóvenes de su etnia no falten a los colegios.
«Pretendemos que las madres se mentalicen que sus hijos tienen que estudiar para gerantizarles un futuro mejor. Porque la escuela es el lugar en el que tienen que estar los niños», subraya la presidenta del colectivo, Manuela Salazar que destaca que la mentalidad del pueblo gitano ha cambiado a la hora de acceder a los estudios.
Un cambio para el que Romis Calis ha trabajado en los últimos 25 años a través de proyectos y encuentros de concienciación como el que organizaron con Paloma Jiménez.
«Cada vez cuesta menos que las familias lleven a sus hijos al colegio. Hoy día el 95% de los niños gitanos están escolarizados y eso antes no pasaba», subraya Salazar, que aún así está preocupada por el absentismo escolar de la comunidad gitana.
«Para frenar esto son necesario los promotores educativos. Ellos son los que acompañan a los niños y sus familias para que estudien y se preocupan porque no abandonen, son un apoyo importantísimo para su educación porque muy pocos gitanos terminan sus estudios, y menos aún van a la universidad».
Con este proyecto, dedicado sobre todo a las mujeres el colectivo Romis Calis pretenden que las niñas no se casen tan pronto y opten a otro tipo de vida para que sean más independientes. «Necesitamos que las familias normalicen los estudios, que a veces no lo hacen porque a los gitanos tenemos menos acceso a puestos de trabajo de formación aunque la tengamos», sentencia.
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