La puerta principal del teatro López de Ayala estaba ayer a mediodía abierta de par en par. En el vestíbulo, su director, Miguel Murillo, ejerce de guía. Al grupo que se acerca a escucharle le cuenta que la mejor forma de celebrar el Día Mundial del Teatro es adentrarse en las entrañas del López, subir al escenarios, pasar por la tramoya y terminar en la terraza.
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Antes de pasar a la platea, una lección de historia para entender la importancia del emblemático edificio por el que han pasado dos millones y medio de espectadores y ha acogido seis mil eventos culturales desde que se reabrió por tercera vez en 1993.
La primera vez que levantó el telón fue 1886. Muchas de las compañías y orquestas que en esos años ya giraban por Europa y se desplazaban desde Madrid o Barcelona hasta Lisboa descansaban en Badajoz. Era un contrasentido que la ciudad donde paraban no tuviera un sitio en el que poder trabajar. Por eso decidieron construir un teatro. Entonces, recuerda Murillo, había una barriada de cuatro manzanas de casas que se tiraron.
Aunque este año se celebre el 25 aniversario de su reapertura, el López de Ayala en realidad tiene 132 años. La velada de inaguración del 30 de octubre de 1886 no pudo ser más desastrosa. La zarzuela contratada fue un fiasco y a los fallos en el escenario se sumaron otros defectos que ensombrecieron la fiesta. Su historia ha dado para muchos libros de investigadores locales. Entre los documentos que se han rastreado hay sesiones del Ayuntamiento de 1861, en el que se puede considerar el primer documento de la obra. En esta sesión se nombra una comisión para adquirir un local. Entre 1863 y 1864 se ejecutan las expropiaciones de las casas.
Otra fecha en la que merece la pena detenerse es el 14 de agosto de 1936. En la toma de Badajoz por las tropas del general Yagüe el recinto se bombardeó y se quemó. Se perdió toda la memoria artística que guardaba hasta entonces. Pero lo más sorprendente, explica Murillo, es que en solo cuatro años se reconstruye. «Pocos se acuerdan de que en plena Guerra Civil se trabajó intensamente para levantarlo».
La lección de historia termina en 1982. Justo cuando iba a ser demolido y hay quien se pone delante de las máquinas para que no suceda. Las gestiones de Manuel Rojas, el alcalde de entonces, permitió un acuerdo con los propietarios del recinto. Le permutaron el edificio por unos terrenos donde ahora está el Edificio Presidente, que era el que en un principio se iba a levantar tras tirar el López. Tras cambiar la propiedad, el teatro se rehabilita y en el 93 abre de nuevo.
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Ahora preparan la fiesta del 25 aniversario del próximo mes de mayo. Han planeado una jornada de puertas abiertas en las que habrá cuadros, esculturas y montajes plásticos de la Escuela de Artes y Oficios y música en directo de los alumnos del Conservatorio Superior de Badajoz.
Tras los apuntes históricos, Murillo invitó a los interesados a subirse al escenario y recorrerlo hasta el fondo. Allí les detalló los componentes y maquinarias que forman la tramoya para agilizar los cambios de escenarios y el funcionamiento de la iluminación, un elemento clave en todo montaje teatral.
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El foso fue el que más sorprendió a los asistentes. Allí se colocan los músicos en las representaciones que incorporan orquesta.
El recorrido siguió por los camerinos, que se encuentran en la parte alta y en una zona muy pocas veces accesible para los espectadores. En el piso superior también mostró a los visitantes el puente de servicio de la tramoya. En este piso se colocan las pesas y las contrapesas que mueven los telones. La visita terminó en la terraza.
El director cree que este tipo de iniciativas sirven para que el espectador tome conciencia de lo que realmente supone el teatro. «Con esto –explica–, yo creo que valoran más el trabajo que se hace aquí». «Me sorprende que mucha gente, todavía, no conozca la terraza. Allí hay sitio para quinientas personas. Tiene mucha actividad y lleva abierta 25 años».
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El director suele mostrar el interior del recinto a colegios, institutos y compañías.
Los 132 años de historia dan para mucho más que la manida leyenda del fantasma.
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