Marías, mandalas, etc.

Me acerco en moto al Amazon Hub Locker que hay pegado a la gasolinera de Repsol, enfrente del Parque de la Legión, a recoger unos paquetes: el último libro de artículos recopilados por Javier Marías bajo el título «Cuando la sociedad es el tirano»; un libro de mandalas para colorear y templar, si es posible, los nervios porque llevo una semanita difícil; unos auriculares ergonómicos para cuando se pueda salir a correr y una cortadora de pelo porque, a poco que me deje, voy a arrancarme el flequillo con la ansiedad y prefiero raparme para airear mollera y malos hábitos que solo me perjudican a mí, aparte del atentado estético y consiguiente susto que le voy a provocar a quienes comparten espacio conmigo, que tampoco son tantos ni yo lo quisiera. Pueden criticar cuanto quieran porque, estrictamente hablando, no son productos de primera necesidad, aunque alegren el alma, fomenten la creatividad, animen a moverse y escuchar música o dejen a uno más feo pero presentable. Desde luego, el 'rancio' de Javier Marías –y lo digo con cariño– no es una lectura recomendable para animarse como tampoco lo es Sálvame Deluxe y 'anima' –narcotiza, más bien– a millones de telespectadores ahora confinados, sospecho, no solo en sus casas. Lo de colorear mandalas es similar a colorear a Pluto con ceras Carioca, pero en complicado; y pensándolo bien, lo mismo hasta me estresa más, y termino clavándome el lápiz en la rodilla para sustituir la impotencia de ser incapaz de componer con una mínima armonía el busto de un tigre de bengala o la carota de un elefante –que se asoma entre una tupida vegetación a la que hay que darle matices y combinar, por ejemplo, el verde aguacate con el verde limón–, por un dolor bien real que no le deseo a nadie.

Al llegar a casa, me asomo al balcón para comprobar que la vida no se ha detenido y me pregunto si tras la cuarentena se producirá un verdadero cambio de paradigma social. Ya les adelanto que no.