Diego Muñoz Cardo (Badajoz, 1965) no ha vivido una vida sino varias vidas en una. En parte, por la profesión de su padre, que llegó ... a ser director de oficina del Banco Hispano Americano. Bienvenida, Campillo de Llerena y Fuentes de León fueron parte de una infancia que tuvo su otro foco de interés en Fuente de Cantos, donde estaba el colegio religioso en el que estudió como alumno interno. Con 18 años regresó a Badajoz para cursar Magisterio en la UEx y más tarde amplió su formación con Psicología, unos estudios que le resultaron muy útiles cuando hace 25 años la Diócesis de Mérida-Badajoz creó el Colegio Diocesano en un ala del edificio que ocupa el Seminario de San Atón.
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–¿Qué recuerda de los inicios?
–Este centro empezó a funcionar el 1 de septiembre del año 2000. Era una época en la que se había reducido el número de seminaristas que estudiaban aquí y la Diócesis quiso garantizar que los aspirantes al sacerdocio tuvieran una buena formación. Esa fue la razón por la que se puso en marcha un colegio concertado, abierto a la ciudad, en un lugar con tradición formativa como es el Seminario. Aquí siguen estudiando los seminaristas menores, precisamente en febrero dos antiguos alumnos se ordenarán diáconos.
–¿Costó arrancar?
–Recuerdo que el arzobispo de entonces, don Antonio Montero, nos dio plena libertad para elegir a los mejores profesores. Hubo tantos candidatos que se llenó el salón de actos del Seminario y aquella selección ha sido clave para conseguir el equipo de profesores que se buscaba.
–¿Qué tiene de especial este colegio?
–No hace mucho me crucé en una de las galerías del Seminario con un señor de mi edad que ahora es profesor en el Instituto San José. Me dijo que él había estudiado aquí y que él era lo que era gracias a lo que había aprendido aquí. Esa tradición educativa ha sido clave, pero también lo es la diversidad que marca a este colegio, porque el Seminario está en la barriada de San Fernando, en un entorno que tiene diferentes realidades sociales. Aquí reciben un buen nivel y se atienden sus necesidades.
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–¿Marca de algún modo ser un colegio de la Diócesis?
–Aquí tenemos clara nuestra identidad cristiana. Respetamos a todas las familias que deciden traer a sus hijos, pero teniendo claro que tenemos un proyecto educativo impregnado claramente en el único maestro que tenemos, que es Jesús de Nazaret. En realidad, se trata de mostrar al alumnado que hay un modo de vida que da la felicidad.
–Después de 25 años dirigiendo un colegio, ¿cuál cree que es la clave a la hora de enseñar?
–Antes hablaba de diversidad y precisamente ahí está la clave. Nosotros dedicamos todos los días 30 o 45 minutos a actividades no estrictamente académicas que elige cada alumno y cada alumna en función de sus gustos. Hay talleres de fotografía, baile, rugby, teatro, poesía, matemáticas, inglés, un grupo de pastoral, un taller dedicado a los Oscar, mindfulness, informática... Y cada profesor da el taller que más le gusta. Eso saca lo mejor de ellos.
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–¿Son los alumnos de hoy como lo eran hace 25 años?¿Ha influido la aparición de los nuevos dispositivos tecnológicos?
–Yo creo un acierto que este colegio, como ocurre en todos los colegios de Extremadura, sea un espacio libre de móviles. Merece la pena que unos chavales que están hiperconectados tengan seis horas de descanso de esa hiperconexión. Son muchas las ventajas que han traído los dispositivos, pero también han traído una tremenda pérdida de atención que puede crear muchos problemas en el ámbito educativo y en otros muchos ámbitos de la vida. La educación se realiza en diálogo constante, pero ese diálogo es difícil si hay algo que corta continuamente la atención.
–¿Usan libro de texto o digital?
–Aquí utilizamos libros de texto pero también damos uso a las plataformas educativas digitales en todo lo bueno que aportan.
–¿Qué porcentaje de la vida depende de la etapa educativa?
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–Los psicólogos siempre han dicho que la vida de una persona se juega en la infancia. Yo añadiría que la adolescencia es una etapa muy decisiva en la persona y nosotros estamos en contacto permanente con alumnado de 12 a 18 años. Más de una vez he contado que estamos aquí como echando monedas en sus bolsillos para que algún día alguno, cuando quiera, meta la mano en ese bolsillo y encuentre que lleva algo. La pena está en los que meten la mano en el bolsillo y no encuentran nada, cuando la mano sale vacía me parece que hay opciones y caminos en la vida que te pueden llevar a derroteros no adecuados. Cuando tenemos la suerte de tener un maestro que nos ha escuchado, que nos ha atendido, que nos ha abierto un área del conocimiento que a nosotros nos resulta también atractiva, yo creo que tenemos mucho ganado en nuestro recorrido como adultos. Y yo creo que eso aquí lo hacemos, porque si hay algo que tiene este colegio es que es un colegio pequeñito. Cuando estamos solo 300, nos podemos conocer por el nombre y sabemos qué pasa detrás de cada chico y chica.
–Comienza el 25 aniversario del colegio, ¿cómo van a celebrarlo?
–Habrá actos todo este año, pero la apertura tendrá lugar el día 4 de febrero, a las 6 de la tarde, con una conferencia inaugural del profesor de Historia del colegio Ricardo Luengo. Ese día vendrán el arzobispo José Rodríguez Carballo, la consejera de Educación Mercedes Vaquera, el alcalde de Badajoz Ignacio Gragera, y también están invitadas las familias y los antiguos alumnos, que son muchos. Aquí estudio la concejala de Juventud del Ayuntamiento de Badajoz, Mariema Seck.
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