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Con la entrada oficial en la fase uno de la desescalada, mi amigo se dispone a retomar una mudanza que el coronavirus cercenó sin andarse con chiquitas. Y como en todas las mudanzas, estoy convencido de que tendrá algún incendio que apagar y no sé cuántos provocados. En una mudanza se suele aprovechar para eliminar lo que sobra –aunque nunca sobra tanto como se pretende– y no falla que uno arroje a la basura algo que echará de menos poco después, ya descartada, por supuesto, la esperanza de que una reubicación espacial suavice la desazón de cada cual consigo mismo o en compañía, tanto da. Las serpientes, por cierto, viajan sin equipaje porque mudan la piel con cada cambio de estación. Los humanos, sin embargo, cargamos con maletas y bártulos de volúmenes dispares. Mudamos de amigos, de colchón, de marca de calzoncillos, de pareja. También adoptamos costumbres que criticábamos no hace tanto. Fluctuamos entre dejar de fumar o darle a la priva solo los fines de semana y fiestas de guardar. Modificamos los hábitos para no parecer retrasados o aparentar que estamos en medio de algo más o menos trascendente. Pasamos a limpio los apuntes, los 'mudamos' a bonito. También removemos el pasado con un cucharón, procurando que no se pegue el fondo. Arrastramos la cómoda con cuidado de no rayar la tarima flotante, naúfragos ya en nuestra propia casa. Por supuesto, cambiamos de coche, de gafas, hasta de jefe. Aunque también somos reemplazados por necesidad, lástima, porque sí. Y pasamos a formar parte del pasado, del paro, de los que sobran o de los que faltan e, incluso, de los inesperados. También nos destituyen sin ser herederos de grandes fortunas y sí de un préstamo hipotecario o el exceso de unos días en Benidorm con la que está cayendo. Cada cierto tiempo renovamos el denei y la corbata que nos hace parecer alguien que solo somos en teoría y nos quedamos, si nada lo impide, con las ganas por estrenar o el cierre echado.
Esta mudanza con incendios incorporados devolverá a mi amigo a la Ronda Norte tras diez años, una gata negra y 2.677 libros. Me ha confirmado que habrá espacio para él y la gata. Mi amigo y yo sabemos que los libros arden bien, pero nos hemos callado.
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