MIRIAM F. RUA
Lunes, 13 de julio 2020, 08:14
A mi cara lo único que le pasa es que ha pasado por muchas operaciones. Con siete meses se me cerró un hueso en la fontanela. Mi pronóstico era que me operaba o mi cerebro iba a crecer pero mi cabeza no, por lo que me convertiría en un vegetal, poco a poco iría perdiendo los sentidos hasta que un día muriese sin enterarme. Mis padres decidieron operarme con todo el dolor del mundo. A consecuencia de esa operación, la frente se metió para dentro, el ojo se bajó unos centímetros y el tabique de la nariz se me torció. He pasado por muchas operaciones para corregir todos esos defectos. Me han ofrecido operarme por estética para verme más guapa, a lo que he dicho que no iba a meterme en una operación si no era por salud. Y no sabéis lo que es ir por la calle y que se rían de ti por tu cara y que a día de hoy te mires al espejo y no sepas aceptarte. No sabéis lo que yo me odio a mí misma por eso.
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Este es el desgarrador vídeo que mirando a cámara se grabó Inma Franco en su habitación. El testimonio de esta extremeña de 21 años que hizo en Tik Tok –la aplicación de moda– ha logrado hacerse viral, convirtiéndose en un alegato contra quienes usan las redes sociales para insultar. Decidió contar su historia al mundo –la han visto millones de personas– harta de que le preguntaran siempre lo mismo: ¿Qué te pasa en la cara?, una explicación que ha dado tantas veces que la cuenta como la abuela que recita de carrerilla los ríos de España.
Inma nació con una enfermedad rara, el síndrome de Saethre-Chotzen, del que apenas se sabe nada más allá de que es genético. Con siete meses entró en un quirófano para salvar su vida. La intervención le dejó secuelas físicas en la cara que no le preocuparon hasta que llegó al instituto. Fue entonces cuando al mirarse al espejo empezó a cuestionarse si la joven que se veía a sí misma como normal lo era o es que no quería aceptar la realidad.
Entró en una espiral de complejos, inseguridad y debilidad que la convirtió en la diana de las burlas de sus compañeros de clase. «Al principio no me preocupaba mi aspecto físico porque crecí así, pero la adolescencia ha sido la peor etapa de mi vida porque se reían de mí».
Inma se fue haciendo cada vez más pequeñita: «Me tapaba la mitad de la cara con el pelo para que me mirasen lo menos posible. Empecé a vestirme de manera diferente para que no me criticaran y a cambiar mis gustos por los de los demás. Dejé de ser yo, hacía lo que la gente quería que hiciera. Aún no me reconozco al cien por cien, han sido muchos años».
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El acoso derivó en un estigma que aún arrastra. Inma vive en un pueblo de la provincia de Badajoz que no quiere ni mencionar y no es por una cuestión de que la reconozcan, ya que no ha tenido ningún inconveniente en dar su nombre y permitir que se la fotografiara durante la entrevista con HOY. Es más, tiene un canal en Youtube donde la siguen casi 27.000 personas. El motivo es que la vida que hace en su pueblo se reduce a su casa y con su familia.
Estudia ahora en un instituto de Mérida –adonde se cambió para acabar con el acoso– y allí ha logrado hacer las primeras amistades. «Las que se suponen que eran mis amigas de aquí –se refiere a su pueblo– me dejaron de hablar, se distanciaron de mí sin saber por qué. He sufrido mucho, pero me he dado cuenta de que necesitaba cambiar de entorno». Dice entorno, porque tiene claro que ella no es la que tiene que cambiar. «Me ofrecieron la operación estética pero me negué. Si me opero para ser más guapa ya no sería yo y lo que quiero es aceptarme como soy».
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La joven siente que la gente ha sido muy injusta con ella. «No han querido darme la oportunidad de conocerme». Precisamente ese anhelo fue el que le llevó a las redes sociales. En 2014 se abrió un canal en Youtube donde dice y hace lo que quiere, un alivio para alguien que frente a frente es incapaz de tener la soltura que demuestra ante la cámara. «Me metí en redes sociales para poder expresarme y me ha ayudado mucho a tirar para adelante. Llegué a pensar que yo era el problema y que me merecía lo que me pasaba hasta que mucha gente empezó a decirme que se sentía identificada conmigo y me di cuenta que todo el mundo no era igual».
Durante el confinamiento volvieron los fantasmas de los insultos, esta vez por redes sociales de gente que habitualmente no la seguía. Decidió entonces hacer el vídeo contando su historia que le ha reportado el ánimo que necesitaba. «Sigo teniendo complejos, pero mi percepción de mí misma ha mejorado».
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