El parque no es tuyo

Alucino con la fuerza de voluntad de todos los ciclistas que se enfundan sus maillots para salir a quemar el turrón de los pretéritos excesos. Alucino con que salgan más de una vez a la semana, no solo en domingo. Hay quienes hasta se programan entrenamientos y cumplen unos objetivos. Son constantes, fieles. Tienen una meta. Y una vez superada, se ponen el listón un poquito más alto para la próxima temporada. Alucino también con la cantidad de tecnología que suelen portar, con las camisetas y chaquetas que transpiran, no pesan y abrigan lo justo, tres en uno. Alucino con las zapatillas para asfalto, campo o guerra mundial. Alucino con lo poco que se les oye respirar aunque vayan morados del esfuerzo. Me alucina que cuando acaban de darle al pedal no se derrumben y puedan acertar con la opción de «terminado» en el móvil o el reloj con GPS para no perderse al volver a casa. Alucino con la facilidad con la que esquivan a los que van paseando, charlando, estorbando. Muy buen rollo, ya digo, hasta que te cruzas con el aspirante a papafritas del año subido a una 'mountain-bike'.

Les cuento. Paseaba yo por la zona asfaltada del interior del parque del Guadiana cuando oigo a un ser humano montado en una bici gritarle a otro ser humano disfrazado de ciclista: «Revienta a la tía esa». Y «esa» no es otra que una mujer que, doy fe, pasea sin estorbar en absoluto, excepto a este melón en mallas que considera que el parque es suyo y cree estar compitiendo. Veamos, amigo 'cicliraptor', para que nadie te estorbe en tu carrera hacia el infarto definitivo, te aconsejo circular por las vías del tren, que aquí en Extremadura es difícil que te estorbe uno.