Manuel Ruiz, párroco de San Agustín, con su libro en la José Vicente Arnelas

El periplo de la cofradía que huyó de la Alcazaba

El libro se presenta hoy ·

El párroco de San Agustín reconstruye la historia del Santo Entierro y sus imágenes, desde su salida de la desaparecida ermita de Santiago hasta llegar a su actual sede

Miriam F. Rua

Badajoz

Sábado, 6 de noviembre 2021, 07:56

Cuando Badajoz fue escenario de la guerra contra Napoleón, a la cofradía del Santo Entierro le tocó salir huyendo de la que hasta entonces había sido su casa, la ermita de Santiago en la Alcazaba, con la promesa de volver cuando acabara la contienda. Pero los franceses arrasaron la ermita que estuvo en la explanada donde hoy se levanta la Cruz de los Caídos, y entonces empezó una peregrinación de 70 años hasta que la cofradía y sus imágenes encontraron una nueva casa, San Agustín, de la que ya no ha salido.

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Este periplo es el que el párroco de esta iglesia, Manuel Ruiz, ha reconstruido en un libro que presenta hoy en el Colegio de Farmacéuticos de Badajoz. Bajo el título, 'Sal de tu casa a la que te mostraré', ha logrado hilar la peregrinación de la cofradía más antigua de la ciudad durante el siglo XIX, cuya historia estaba hasta ahora en un limbo.

Como dijo su hermana mayor, Carmen María Gutiérrez, cuando fue nombrada en 2016: «He llegado a una cofradía que siempre ha sido de hombres sin ningún papel, pero esta mujer se ha empeñado en que aquí quede constancia de su historia, que –añade ahora– no solo es la de la cofradía, sino la de nuestro pasado como ciudad».

Ella ha trabajado codo con codo con Ruiz en la investigación que sostiene esta publicación, que ha rescatado los libros de fábrica (cuentas e inventario ) y de hermanos de la hermandad de los archivos eclesiásticos del Arzobispado.

Ha recuperado lo que contaban los periódicos del XIX al día siguiente de cada Viernes Santo –día de la salida oficial de la procesión del Santo Entierro–, y ha hallado en el Archivo Histórico Nacional datos inéditos que permiten trazar el camino de una cofradía fundada en 1230 y ratificada en 1604, que ha logrado conservar hasta nuestro días el Cristo articulado (el que salía en la procesión del Santo Entierro antes del Yacente) y la Virgen de las Lágrimas.

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La cofradía, aporta el libro, fue fundada por sombrereros, barqueros y sirgueros (estos últimos eran los que tiraban de la cuerda para llevar las barcas de un lado a otro del río). En 1800 huyen de la Alcazaba por la guerra. La posterior destrucción de su ermita le obligó a salir extramuros y buscar una nueva sede. Le acogieron las monjas del convento trinitario de Los Remedios, que estaba justo en frente de la actual iglesia de San Agustín.

Tras 30 años allí, tienen que salir por la falta de espacio y porque rompía con la vida monacal de las monjas. La cofradía y sus imágenes encuentran acomodo entonces en el convento de San Francisco (la actual iglesia de San Juan Bautista), pero su estancia allí fue muy breve pese a que le habían prometido darle una capilla propia para el culto a las Lágrimas y al Cristo. La desamortización trunca estos planes porque cierra San Francisco y vuelve a dejar al Santo Entierro sin sede.

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Este hecho supone uno de los momentos más delicados en la historia de la hermandad. Parte de sus enseres se llevan de nuevo al convento de Los Remedios, pero las imágenes se las lleva el hermano mayor a su propia casa. «Esa fue la gran ventaja porque ha permitido que hayan llegado a nuestros días», valora Ruiz.

La hermandad pidió tener sede en Las Descalzas cuando la desamortización le echó del convento de San Francisco

Después de tres años pidiéndole al obispo una sede, la cofradía solicita irse a las Descalzas, donde piden una habitación para que las imágenes se custodiasen dentro del convento. Las monjas, sin embargo, no accedieron, dicen las actas que ha rescatado el párroco, por falta de espacio. Este es uno de los hechos más llamativos, porque de haber aceptado —aprecia la hermana mayor del Santo Entierro– «habría cambiado el rumbo de la Semana Santa pacense».

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Tras el rechazo de las Descalzas, piden irse al recién exclaustrado convento de San Agustín. Aunque el obispo de entonces, Mateo Delgado, desde su exilio en Villanueva no lo autoriza, el regreso de los jesuitas a su convento (hoy, Santa Catalina y la Concejalía de Cultura) obliga a trasladar la parroquia de Santa María la Real a San Agustín y allí encuentra por fin acomodo el Santo Entierro. Aquello sucede en 1870 y desde entonces esa ha sido su casa.

Hasta San Agustín llegaron las imágenes de las Lágrimas, que es la dolorosa que sigue procesionando con el Santo Entierro cada Viernes Santo, y el misterio de la Pasión, compuesto por el Cristo articulado y las figuras de la Magdalena y San Juan, pero estas últimas no se sabe ni cómo ni por qué desaparecieron.

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«Con esto le damos soporte histórico a la cofradía para recuperar su historia y se demuestra que desde siempre tanto los hermanos como los ciudadanos han dado culto a estas imágenes», destaca Ruiz.

La hermana mayor, que reconoce que cada dato que han recuperado para este libro ha sido una sorpresa porque ni siquiera les había llegado la historia de la tradición oral, dice que una vez desentrañada la peregrinación de la cofradía durante el siglo XIX, ahora es el momento de estudiar las imágenes para intentar descubrir quién las talló.

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