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Junto a los jardines de La Galera, bajando hacia el Campillo, hay una puerta en la muralla. Al acercarse, los vecinos pueden comprobar que está cerrada con una verja. No se puede pasar. Esto se debe a que, al otro lado, hay un desnivel con casi 10 metros de caída. Durante años se extrajeron piedras de las laderas de la Alcazaba para construir las murallas y ese proceso dejó la llamada Puerta de Mérida colgada en medio de un precipicio. Ahora, quieren rescatarla.
La idea es de la Asociación Cívica Ciudad de Badajoz. Tras el desbroce llevado a cabo por el Ayuntamiento de Badajoz en las laderas, muchos vecinos se han acercado a pasear por la zona, porque está despejada. Además, frente a la Puerta de Mérida se aprecia una de las mejores vistas de las murallas pacenses. Con este paisaje, un miembro de la asociación, Antonio Jesús Elías García, aprovechó para hacer una recreación de cómo quedaría instalar un puente que salvase el desnivel y así poder reabrir la puerta.
La pasarela conectaría esta entrada con las laderas de la Alcazaba salvando el sector afectado por la cantera. Este puente nunca ha existido. Antes no era necesario porque no había desnivel. El objetivo, según detalla José Manuel Bueno, presidente de la Asociación Cívica, es mejorar el acceso a una de las zonas más bonitas de la Alcazaba y darle vida a las laderas.
«Se crearía un recorrido turístico que pocas ciudades tienen. Los turistas y los vecinos entrarían a las laderas en uno de los puntos donde mejor se aprecian los lienzos de muralla», añade Bueno. La ruta serviría para que los visitantes puedan conocer el interior de la Alcazaba y también el exterior.
Actualmente el único paso directo a las laderas desde el recinto árabe es a través de la Puerta del Alpéndiz, que fue rehabilitada. Está en las traseras del antiguo Hospital Militar (hoy, Biblioteca Regional). Eso supone que hay que cruzar toda la Alcazaba o rodear la muralla para llegar a esa zona. Sin embargo, la Puerta de Mérida está más cerca de la Plaza Alta y los Jardines de la Galera, puntos turísticos más transitados.
Además, en el futuro está previsto que se abra el Caño de la Loba, un camino a través de la muralla que conectará el Parque de la Legión con el Campillo, lo que se uniría al recorrido turístico que propone la Cívica en esta zona.
Los responsables de la propuesta piden que, en caso de levantarse la pasarela, se añada un sendero que lleve desde la Puerta de Mérida hasta la Circunvalación Reina Sofía. Este es otro acceso habitual hacia las laderas, pero se trata de una zona escarpada por la que no pueden subir todo el mundo.
No sería la primera vez que se instala una estructura similar para redescubrir un monumento. La Asociación Cívica pone como ejemplo la fortificación próxima al Cementerio de los Ingleses, en Elvas, que cuenta con una recuperación similar.
La reapertura de la Puerta de Mérida sería una vuelta de tuerca en la historia de un monumento que ha tenido una trayectoria muy curiosa, como desveló el historiador Julián García Blanco en un artículo sobre este acceso a la ciudad.
Cuando el recinto de la Alcazaba se quedó pequeño para albergar a los habitantes de Badajoz, aparecieron los primeros barrios extramuros (arrabales). Uno de ellos era el arrabal oriental, en lo que ahora se conoce como las laderas. Por esta zona pasaba uno de los caminos de entrada y salida más importantes, el de Mérida. Además de comunicar con esta localidad, servía para bajar al arroyo Rivillas en busca de agua.
Con el paso de los años se decidió amurallar alrededor de los barrios exteriores y hubo que abrir una puerta para no cerrar el camino, se llamó la Puerta de Mérida. Según destaca García Blanco, el primer documento que menciona esta entrada es de 1499, durante el reinado de Carlos V. No se trata de la misma ubicación que tiene hoy en día, ya que posteriormente la muralla se retranqueó (se trasladó).
Los primeros documentos citan las obras que se realizaron en la puerta. En el siglo XVI contaba con un arco de medio punto enmarcado por dos torreones. Sobre la puerta había dos escudos, el de la ciudad y el del emperador, y encima, una capilla con una hornacina con la imagen de Nuestra Señora de Tentudía.
Durante muchos años, se clausuró y se reabrió. Esta decisión se tomaba, por ejemplo, cuando había amenaza de peste, según recopila Julián García Blanco gracias a documentos del Cabildo Municipal en el siglo XVI. Estas medidas se tomaban para evitar que entrase en la ciudad algún apestado.
Con la Guerra de Restauración (1640-1668) comenzó el declive de la Puerta de Mérida. Durante la guerra, se tapiaron todos los accesos a la ciudad salvo Puerta Palmas y Trinidad. Mérida se utilizaba, en ocasiones, para ir a por agua, pero finalmente perdió la mayor parte de su tránsito en favor de Puerta Trinidad, que canalizó el movimiento de mercancías hacia y desde las poblaciones del este.
A finales del siglo XVII, la cerca medieval fue demolida para construir el nuevo recinto abaluartado de la ciudad, la muralla que actualmente se conserva. Sin embargo, las obras se retrasaron más de lo previsto por un conflicto entre la autoridad militar y la municipal. Los conflictos entre administraciones siempre han existido.
Finalmente, la Puerta de Mérida fue demolida aunque algunos de sus elementos se conservaron y trasladaron a la nueva que se abrió entre el Baluarte de San Pedro y el Semibaluarte de San Antonio. No fue fácil poner en pie este nuevo acceso. El gobernador estaba a favor para evitar rodeos, ya que había mucha distancia entre la Alcazaba y Puerta Trinidad, los dos accesos más cercanos. Sin embargo, el Conde de Montijo (entonces capitán general y responsable de las obras de fortificación) consideraba que era añadir un punto débil al cercado de la ciudad desde el punto de vista militar.
La Corona tuvo que intervenir en 1690 en este conflicto y quiso contentar a ambas partes. Permitió que se abriese un hueco en la muralla, pero pequeño, por el que solo pudiesen salir dos hombres a caballo. De ahí, el reducido tamaño que tiene la Puerta de Mérida, que contrasta con el tamaño de otros accesos a la ciudad.
La historia aún da una vuelta más. Al Conde de Montijo no le gustaba la puerta, pero le puso su escudo en la entrada en lugar del emblema de la ciudad, como quería el cabildo municipal. De nuevo hubo enfrentamiento entre las partes, pero ganó el conde y hoy en día, en el exterior de la entrada, desde las ladera, se puede ver el emblema del de Montijo con el del emperador Carlos V.
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