![Santa Marina se despide de Poli el zapatero](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/09/27/Imagen%20(194895713).jpg)
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Eran las ocho y media de la mañana del lunes, cuando Jesús Muñoz subió la persiana de su estanco ubicado en la calle Rafael Lucenqui, del barrio pacense de Santa Marina. Junto a él está la tienda de reparación de calzados Poli, que abría sus ... puertas cada mañana a la par que el estanco de Jesús. «Nos veíamos nada más llegar. A veces era él quién lo hacía primero, otras era yo. Y si alguno de los dos se retrasaba nos llamábamos», contaba ayer emocionado Jesús.
La mañana del lunes fue a él a quién le tocó coger el teléfono y llamar a Poli preocupado. Eran más de las nueve y el zapatero no había abierto su taller. «Le llamé cuatro o cinco veces al móvil pero nunca lo cogió, entonces le escribí varios mensajes pero no hubo respuesta», añadía Muñoz.
Preocupado por su amigo, porque después de dos décadas puerta con puerta lo de Poli y Jesús se convirtió en amistad, el dueño del estanco decidió llamar a la hija de aquel. Pero esta no vive en la ciudad y le dijo convencida que su padre llegaría pronto.
Una respuesta que calmó a Jesús, pero no a su hija, que pidió ayuda a su tío para localizar a su padre. Pero Poli había fallecido el domingo por la noche. «Aún me cuesta creer que mi amigo ya no esté aquí. Ha sido muy repentino todo, no te lo esperas. Toda la vida trabajando para nada, es una pena», lamentaba Muñoz, enfadado porque su amigo, al que le quedaban cuatro años para jubilarse, no ha podido disfrutar de ese tiempo junto a su familia.
Desde que se conoció la noticia, de la reja del taller de Poli cuelgan lazos rojos, flores de papel, corazones y mensajes donde se lee: «Te echaremos de menos», «eras lo mejor del barrio» o «nunca te olvidaremos». También se leen algunos poemas como el que le ha escrito Ángel Rastrollo, que tiene una 'tienda todo a 100'. «Era una persona muy querida no solo por los compañeros de la calle, también por todos los vecinos del barrio y de otras zonas que venían a reparar sus zapatos», relata.
Poli era una persona muy social, amigable, simpática y muy agradable. Así es como lo describen los vecinos, que en la mañana de ayer paraban frente a la puerta de su negocio, convertida desde el miércoles en un memorial. «Se desconoce de quién ha sido la iniciativa, de repente aparecieron varios mensajes colgando de su puerta, pero es muy bonito que las personas que le quieren hayan tenido este gesto con él, porque no merecía menos», apunta Ángel.
La ausencia de Poli se está haciendo muy dura para sus compañeros, Ángel, Jesús y él compartían desayunos a diario. «El trabajo hace que pasemos más tiempo juntos que con nuestra propia familia, por tanto para mí es cómo si se tratara de un famliar», sentenciaba afectado Jesús.
Para Ángel esta amistad entre compañeros y clientes es fruto de la cercanía que ofrece el pequeño comercio, del que aún quedan varios locales en Rafael Lucenqui. «Cuando llegué al barrio, Poli fue muy acogedor conmigo. Era una persona muy agradable y no faltaba la sonrisa en su cara», dijo.
Poli era muy conocido por su profesión, la de zapatero, un trabajo al que se dedicó en las últimas décadas después de que dejara su empleo en la empresa de máquinas Singer. Desde entonces ha sido uno más en este barrio, donde los vecinos recuerdan lo feliz que les ha hecho a todos.
En el interior de la zapatería hay una silla donde María del Carmen Rodríguez se sentaba a descansar algunas mañanas cuando volvía de la compra. «Su atención era maravillosa, tanto yo como mi marido teníamos mucho trato con él. Echábamos ratitos de charla aquí porque era muy agradable, muy buena gente y tenía mucha confianza en los clientes», cuenta emocionada Rodríguez, que pese a vivir en Pardaleras era clienta desde que abrió el negocio.
En busca de su ayuda acudió en la mañana de ayer Luisa Jiménez, llegó a su puerta con cuatro cuchillos para afilar. Esta pacense que vive junto al hospital Perpetuo Socorro desconocía el fallecimiento de Poli, a quien conoció hace varios años cuando acudió a cambiar la suelas de sus zapatos. «Tenía uno cerca de mi casa pero me hablaron muy bien de este, así que decidí venir aquí y así hasta hoy. No me había enterado de la noticia y me deja rota por dentro, era aún muy joven y le quedaba mucho por vivir», afirmó conmovida en la puerta del taller de Poli que ya no volverá a abrirse.
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