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¿Qué ha pasado hoy, 30 de marzo, en Extremadura?
Juan Manuel Expósito delante del palio de la Aurora que él mismo ha bordado. Casimiro Moreno

El bordador de oro de las vírgenes pacenses

Semana Santa ·

Cogió los hilos buscando consuelo cuando murió su mujer y sus puntadas engalanan hoy palios y estandartes en las procesiones

Miriam F. Rua

Badajoz

Domingo, 10 de abril 2022, 07:36

Tiene agujereadas las huellas dactilares y un callo en el dedo gordo de la mano derecha. Por fin ha terminado de bordar el palio de la Virgen de la Aurora tras seis años de trabajo. El dorado, el rosa, el blanco, las azucenas, las mariposas, los flecos, la flor de azahar, el óleo de la Sagrada Familia a escala doble del original de Goya, las vírgenes de las hermandades madrinas, el escudo del arzobispo Celso Morga, el del Resucitado... Son infinidad de detalles, ninguno elegido al azar, en una pieza convertida en obra de arte, que destila sensibilidad, la misma que le llevó a coger la aguja cuando la enfermedad se llevó a su mujer y le dejó una pena que no podía sacar fuera.

«Hacía cualquier cosa y todo el afán de mis hijos (tiene dos) era mirarme a la cara. Y yo no podía llorar, no podía estar triste y me resultaba muy difícil porque había pasado mucho, primero con la enfermedad y luego con la muerte de mi mujer. Entonces pensé en meterme en algo que me costase mucho trabajo hacer, que tuviera que dedicarle mucho tiempo y que me dejase absorto». Mientras que lo cuenta, le brotan lágrimas en los ojos por un luto con el que reconoce que ha aprendido a vivir pero no ha superado.

Así fue como este pacense de 72 años se encontró con el bordado, un oficio del que no sabía nada y que hoy es una pasión que lo ha encumbrado –pese a que nunca lo ha perseguido– como el bordador que en los últimos 20 años más ha contribuido a engrandecer el patrimonio artístico de las cofradías pacenses. Suyos son los palios de la Virgen de los Dolores de la Oración en el Huerto, de la Aurora de la Hermandad del Resucitado y de la Virgen de la Soledad de Olivenza, las bambalinas del palio de la Consolación de la Vera Cruz, el bacalao y el manto de camarín que luce la Patrona de Badajoz durante la novena en la Catedral, los paños de bocina de la Palma de San Roque o la restauración del bacalao de San Andrés.

Suyos son los palios de la vírgenes de Los Dolores y la Aurora de Badajoz y de la Soledad de Olivenza

Las manos de Expósito tocan las bambalinas del palio de la Aurora, que él ha realizado. C. Moreno

Estas son solo algunas de las piezas que han sido diseñadas, cosidas o adornadas por un hombre al que ni el bordado ni la Semana Santa le vienen ni de herencia ni de profesión. En su familia, Expósito es el menor de once hermanos –o, como resume, «el de los caprichos y las bofetadas»– y es el único que de pequeño montaba su procesión, usando una caja de cerillas como paso y bellotas como nazarenos, en las horas que pasaba en la finca 'Las Monjías', donde su padre trabajaba guardando los guarros.

También es el único que obligaba a su madre a llevarle a ver las procesiones, porque a él lo que le gustaba –y le sigue gustando por encima de todo– es ver los pasos en la calle. Desde la antigua calle Atocha donde vivía, hoy Porrina de Badajoz, iba de su mano hasta la plazuela de la Soledad para ver pasar las procesiones y cuando la lluvia dejaba a los nazarenos en casa, hacía que su madre le llevara hasta la iglesia en cuestión para cerciorarse de que no salían.

Desde dentro, la Semana Santa la conoció primero como penitente del Cristo de la Paz con la papeleta de sitio prestada de su hermano o su cuñado porque aún no tenía la mayoría de edad y, después, compartiendo horquilla con Ricardo Becerra, quien hoy está al frente de la asociación de costaleros y capataces San José.

En la de San Roque fue la primera cofradía en la que entró, pero también es hermano de Santo Domingo y del Resucitado. Su mayor contribución en Santo Domingo fue poner en la calle a la Piedad el Miércoles Santo; en el Resucitado, es su alma.

Del 'dinero santo' al amor al arte

Antes del bordado, Expósito, que la mayor parte de su vida profesional la ha pasado en el aulario de la Universidad de Extremadura, donde tenía su plaza en experimentación animal criando ratones, ratas, cobayas o conejos, era vestidor de vírgenes.

Empezó ayudando a Santiago Arolo con la Palma, vestía a la Paz de Jerez de los Caballeros y hoy en día sigue ajustando la saya y los rostrillos de la Aurora y de la Virgen de los Dolores de Olivenza. Por este trabajo es por lo único que ha cobrado. Con esos ingresos a los que se refería como 'dinero santo', le compraba a su mujer los zapatos o el bolso que le hacían falta, recuerda con inmensa ternura al contarlo.

Con el bordado, Expósito no ha ganado nunca dinero, al contrario, en muchas ocasiones lo ha arrimado de su bolsillo cuando se le ha quedado corto el hilo. Aprendió leyendo, de las notas que tomaba tras preguntarles a las bordadoras sevillanas, de los consejos de Carmen Luengo y, sobre todo, de su propios errores. Nunca usó la máquina más que para coser disfraces de Carnaval, para la Semana Santa lo trabaja todo en su bordador puntada a puntada. Un trabajo que no puede calcular en horas, pero al que desde que se jubiló le dedica la mayor parte del día en su propia casa, que es el taller donde pasó de hacer manualidades a obras de arte. «Cuando uno quiere y se lo propone, lo puede hacer», no hay más secretos en las manos de un hombre que cambió sus lágrimas por puntadas de oro.

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