![Nos vemos en los bares, joven](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/10/11/FOTO-kAzF-U210399166071AoF-1200x840@Hoy.jpg)
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Cada vez que llegaba alguien nuevo a la redacción había que explicarle por qué, más de veinte años después de que aparecieras por aquí, todavía eras 'la joven' para muchos. Tu dirección de correo electrónico, aquella con la que intercambiamos la documentación para tu primer contrato, era lajovenmir@hotmail.com. Detrás de aquel apodo, por el que siempre te gustó que te llamaran, había toda una filosofía de vida que siempre te acompañó a donde fueras. Tan interiorizada tenías la idea, que una tarde nos costó demostrarte que tu no eras milenial y que tu fecha de nacimiento te dejaba fuera de esa generación a la que estabas convencida de pertenecer.
Daba igual, tu cara y tu sonrisa decían a gritos cada día que eras tan joven como te diera la gana. Esa sonrisa que no perdiste siquiera cuando nos contaste el viaje en el que tu 'Morao', aquel cachorro que te regalaron cuando eras corresponsal en Villanueva, se escapó del cajón en el que viajaba y nos sobrecogió a todos la noche en la que dejaste en siniestro total tu primer coche. La misma sonrisa con la que te camelaste a todos los carnavaleros de Badajoz, tan celosos de su fiesta, para montar la primera Guía del Carnaval. Esa sonrisa zalamera con la que un día nos convenciste de que para hacer el reportaje de las primera ruta de la tapa pacense, había que probar todas las candidatas, acompañadas de sus respectivas cervezas. Menos mal que al final aceptaste que nos repartieramos los bares entre todos y convertimos esa fecha cada año en una cita que sirvió para formar una familia que nos permitió atravesar, codo con codo, algunas de las etapas más duras de este diario.
Cuando decidiste cambiar de velocidad profesional y aprovechar para dedicar unos años a formarte y ordenar tu vida, recuerdo que te dije lo que me alegraba por ti y lo que lo sentía por nosotros. Sabía que era muy difícil que volviéramos a trabajar juntos y compartir aquellos ratos de confidencias en los que despellejábamos a quien se nos pusiera por delante.
Por suerte, muchos años después, surgió una vacante y Ángel Ortiz me dio la alegría de permitirme llamarte para que te incorporaras a esta casa otra vez. Recuerdo la conversación que me contaste con tu madre: «tengo una llamada perdida de Pepo y eso solo puede ser bueno». Lo que yo no sabía es que el puto cáncer me iba a obligar a despedirme de ti otra vez tan pronto. Eso sí, me niego a hacerlo con otra fórmula que no sea la que tú siempre utilizabas para salir de la redacción: «Nos vemos en los bares».
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