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¿Qué ha pasado hoy, 11 de abril, en Extremadura?
Martínez Terrón, que tiene 84 años años, con su nuevo libro.
Martínez Terrón revive en su último libro el famoso crimen de Miajadas

Martínez Terrón revive en su último libro el famoso crimen de Miajadas

Es uno de los asesinatos ocurridos en Extremadura desde el siglo XIX, que recoge en 'Memoria popular de la infamia en Extremadura'

Sergio Lorenzo

Domingo, 2 de noviembre 2014, 08:29

«A la entrada de Miajadas/ hay que poner un letrero:/ 'Aquí mató a Valentín/ un puñao de pistoleros'/ Por querer a una mujer/ a un infeliz han matado...» Así comenzaba un romance que se hizo popular en Extremadura hace más de sesenta años, que narraba el asesinato de Valentín Corrales Vázquez el 18 de agosto de 1948, cometido a 500 metros de Miajadas. Fue un crimen del que también se preocupó desde Moscú la Emisora Pirenaica (Radio España Independiente) bautizándolo como el 'crimen azul', en donde se recalcaba que gerifaltes de Falange querían tapar el asesinato cometido por uno de los suyos, por un cacique que mató al novio de su hija al no ser de su gusto.

Cuando han pasado 66 años el escritor Luis Martínez Terrón rescata del olvido el que fue uno de los más famosos crímenes ocurrido en Extremadura, comparable al de Don Benito o al de Puerto Hurraco, del que él tuvo conocimiento en el año 1968, cuando fue nombrado comandante del puesto de la Guardia Civil en la localidad de Almoharín.

Cuenta Luis Martínez Terrón que Valentín Corrales era un joven de Miajadas que mantenía relaciones con María González Acero, hija de José González Díaz, «uno de los caciques más poderosos e influyentes de la comarca por las relaciones que mantenía su hermano Francisco con el Ministro Secretario General del Movimiento Raimundo Fernández Cuesta, y con el que fuera tan temido capitán de la falange cacereña durante la Guerra Civil, Manuel Luna Menéndez, por entonces procurador en Cortes y Consejero de Estado en la Renfe».

El padre de María avisó a Valentín de que si no dejaba a su hija era hombre muerto, y unos días después, el 15 de agosto, la llevó a pasar una temporada a casa de unos familiares a Almoharín. El novio se enteró y fue a ver a la novia en bicicleta el día 17. Cuando regresaba a Miajadas de madrugada, a las tres y media, antes de llegar al pueblo le paró el padre de su novia acompañado por un grupo de familiares y amigos. Le torturaron durante varias horas, hasta que a las seis y media de la mañana le mató de un tiro en la sien.

Tres años después fueron juzgados en el Palacio de Justicia de Cáceres nueve hombres y la propietaria de un puticlub en donde se fueron a limpiar las manchas de sangre. Según publicó el Diario HOY, había tal espectación, que legaron autobuses al Palacio de Justicia, en donde se llegó a pagar 100 pesetas por lugares en la cola. El fiscal, tras una intervención de cinco horas, pidió la pena de muerte para los nueve varones procesados; pero al final la Audiencia condenó a 30 años al padre de la novia y a otros dos, hubo dos penas de 25 años y otras de 17, 10 y 7. La sentencia fue recurrida en el Supremo que en el año 1952, elevó a cinco las condenas de 30 años, otro fue sentenciado a 12 años y otros dos a diez años cada uno.

Martínez Terrón recuerda que uno de los condenados a 30 años, Díaz Vázquez, tío de José González, apodado 'El Llorón' se suicidó en la cárcel, mientras que la novia se casó con un taxista de Miajadas.

Martínez Terrón, que en la actualidad tiene 84 años, hace en su último libro un repaso por algunos de los crímenes cometidos en Extremadura, desde el siglo XIX hasta el de Puerto Hurraco.

El párroco degollado

Uno de los más antiguos es el ocurrido en mayo de 1852, cuando unos bandidos secuestraron al párroco de Valverde del Fresno, dejando suelto al monaguillo para avisar que pondrían en libertad al cura cuando les dieran 2.500 reales. La gente del pueblo consiguió el dinero que entregaron al padre del monaguillo para que se lo diera a los raptores, pero el mediador se quedó con los reales y el párroco apareció degollado.

Otro crimen es el ocurrido en Sierra de Fuentes en mayo de 1867, cuando el labrador Antonio Maestre Nevado, de 42 años, casado y con dos hijos, mató a Juan Ignacio Sánchez al que debía dinero. Antonio murió a garrote vil. Un año después, en el invierno de 1868, se escribió en los periódicos de otro asesinato cometido en Almaraz, cuando el ebanista Ramón Claram y cuatro bandoleros asaltaron una casa de campo matando a tres personas.

Muchos crímenes se cometían con hachas, muchas de ellas de pequeño tamaño usadas para quitar la corcha de alcornoques. Con estas herramientas un grupo de ladrones y asesinos mató a toda una familia acomodada en Berzocana, en la madrugada del 26 de diciembre de 1879. Los cinco culpables fueron juzgados en Cáceres y luego se les llevó a Berzocana para aplicarles el garrote.

Otro asesinato que cuenta el escritor Martínez Terrón es el ocurrido en Ceclavín en 1900 cuando tres hombres mataron a la viuda Agustina Torres para robarle, o el ocurrido en Don Benito en el año 1902, uno de los que ha tenido más repercusión en la literatura y el cine, al tratar de un señorito que con ayuda de varios secuaces mató a una joven que se negaba a acostarse con él y a la madre de ella.

El enigma de Moraleja

Habla el escritor del enigma del crimen de Moraleja, que tuvo lugar el 15 de julio de 1915, cuando en una finca aparecieron muertos un hombre, dos mujeres (una de ellas embarazada) y dos niñas de 12 y 10 años. Les dieron 65 hachazos en sus cabezas. Se juzgó a cinco sospechosos, pero fueron absueltos al no hallar pruebas contra ellos.

El 25 de enero de 1925, en el pueblo de Miajadas, Pedro Doroteo mató con un cuchillo a su hija, que se había entregado a un hombre, y luego se quitó la vida de un disparo en la cabeza.

Un capítulo especial es el que dedica a los cuatro guardias civiles ajusticiados en 1931 por gran parte del pueblo de Castilblanco, cuando intentaron disolver una manifestación. Según Hugh Thomas, «les aplastaron las cabezas, les sacaron los ojos y mutilaron los cuerpos». El hecho también fue relatado por Francisco Camba: «saltó un surtidor de púrpura del cuello del cabo y la multitud, ya océano encrespado, fue como la manada de fieras del presagio de la víspera, que han visto la sangre, que han sentido su olor, lanzándose sobre los guardias mujeres y hombres con sus navajas, con los cuchillos de sus cocinas, con las piedras recogidas de la calle». Se juzgó a muchos vecinos de Castilblanco, a algunos se les condenó a muerte, pero luego fueron amnistiados.

Martínez Terrón también habla del crimen de Puebla de Obando de 1962, cuando un joven de 19 años usó un hacha para acabar con la vida de la novia que le dejó; o del cometido por el vecino de Azabal apodado 'picha de oro' que en 1985 mató a su mujer para que no le increpara por estar con otras mujeres. También escribe sobre el terrible crimen de Táliga en 1988, cuando un loco degolló a un niño de 10 años, y también de la famosa noche de venganza de Puerto Hurraco en 1990.

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