Sergio Lorenzo
Domingo, 19 de abril 2015, 09:10
«En 1914 se demolió un tramo de la muralla en el Adarve de Santa Ana, y ese fue el inicio de la preocupación de las instituciones culturales cacereñas por la muralla, para luego llegar el caso sonado del derribo de parte de la muralla y de una torre en 1930 para construir un mercado en lo que ahora es el Foro de los Balbos. Hubo entonces una diatriba entre el Ayuntamiento y las instituciones culturales, como la Comisión de Monumentos, para ver qué institución es la que tenía más razón para conservar o demoler un tramo de muralla, ya que unos consideraban que no tenía un carácter monumental y artístico y otros sí», afirma el investigador cacereño Carlos Marín Hernández, licenciado en Historia en el año 2008, que acaba de publicar un interesante trabajo sobre una institución cultural que defendió el patrimonio cultural de los cacereños desde el siglo XIX. El libro recoge la actividad de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Cáceres, desde 1898 hasta 1936.
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Esta publicación cubre un vacío que había sobre la historia de la Comisión Provincial de Monumentos de Cáceres, ya que había estudios sobre actividades concretas, pero no en general.
Explica Carlos Marín que las Comisiones de Monumentos nacieron en 1844 en cada provincial y murieron en 1970 ó 1980, con la creación de las comunidades autónomas, al aparecer organismos como las direcciones generales de Patrimonio, «en Cáceres la Comisión tuvo una vida bastante azarosa, porque aunque nació en 1844 no fue hasta 1898 cuando tuvo más actividad. Esta Comisión se preocupaba por la fundación de museos, de excavaciones arqueológicas, de protección de piezas, organizaba exposiciones...»
Las comisiones de monumentos dependían del Estado en cuanto a la gestión, pero los presupuestos dependían de las diputaciones provinciales, «que se desentendieron bastante de asignarles dinero a las comisiones, y cuando se los asignaban eran cantidades ínfimas».
La Real Orden del 13 de junio de 1844, dispuso que tenía que haber en cada provincia una Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos, «compuesta - decía textualmente - de cinco personas inteligentes y celosas por la conservación de nuestras antigüedades, tres de las cuales debían ser nombradas por el Jefe Político y las otras dos por la Diputación Provincial, con la facultad de elegir una de su propio seno». Marín añade que en Cáceres formaron parte de la Comisión gente como Sanguino Michel, Orti Belmonte, Publio Hurtado o Emilio Herreros, «en Plasencia se intentó instalar una subcomisión con nombres como Vicente Paredes. Había presidente, vicepresidente y vocales, pero el desempeño de esos cargos era patriótico y honorífico, no se remuneraba. Los elegidos hacían las gestiones en su tiempo de ocio, en su tiempo libre. Era una actividad no profesionalizada, no como hoy que es una actividad remunerada. Entonces era altruista. Una vez al año tenían que visitar todos los monumentos provinciales, por su cuenta y riesgo, para ver su estado, y todo se lo tenían que pagar de su bolsillo, para que luego el Estado se lo reembolsara, si es que lo hacía alguna vez».
Carlos Marín destaca que uno de los logros más importantes de la Comisión de Monumentos en esta provincia fue la creación del Museo. Un museo que oficialmente empieza el 30 de abril de 1917, pero desde 1898 ya estaba en el Instituto de Segunda Enseñanza. El 12 de febrero de 1933 es cuando empieza en la Casa de las Veletas.
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La Comisión también se preocupó en Cáceres de que en 1910 el investigador alemán Adolf Schulten realizara la primera excavación arqueológica en Cáceres el Viejo.
Donde más energía gastaban los miembros de la Comisión era en defender la muralla de Cáceres. «El problema de la protección de la muralla viene de finales del siglo XIX ante la expansión urbanística de la ciudad. Eso lo ha estudiado María del Mar Lozano Bartolozzi - señala Marín -. Cuando la ciudad comienza a crecer y sobrepasa los límites de la muralla, empieza a producirse el problema típico de los intereses particulares, de los intereses públicos y los intereses de las instituciones culturales».
Mercedes Pulido Cordero y Enrique Cerrillo Martín explican muy bien esa lucha de intereses en el artículo publicado en 2005 en 'Norba. Revista de historia', que titularon 'Sobre una desaparecida torre de la muralla de Cáceres'. El artículo se refiere al derribo de una torre en 1930 para construir un nuevo mercado en donde ahora está el Foro de los Balbos. En esa fecha el Ayuntamiento quiso organizar mejor el mercado destartalado que había en ese lugar, con casetas al aire libre de venta de carne y pescado, siendo curioso que el mercado era cruzado por la mitad por una escalera que comunicaba los soportales del Ayuntamiento con el adarve de la Estrella, saliendo a la Plaza de Caldereros, al actual palacio en el que se encuentra el Rectorado de la Universidad.
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El 'Toledo de Extremadura'
Pulido y Cerrillo escriben que se manifestaron posturas encontradas y opiniones basta duras: «la formada por los técnicos municipales (entre ellos Antonio C. Floriano como archivero y Ángel Pérez como arquitecto) convencidos, como el alcalde, de la necesidad del derribo que justificaban al considerar que existía un notable grado de deterioro de la muralla, la alteración de los elementos originales y el escaso valor patrimonial de todo el tramo». A ellos se opuso la Comisión de Monumentos que recurrieron a la autoridad de la Real Academia de la Historia, que dio unos dictámenes bastante ambiguos. La Comisión recalcaba la importancia de conservar la parte antigua de Cáceres, destacando que sus murallas le ayudaban a mantener su carácter medieval, «hasta el punto de que algunos la denominan el 'Toledo de Extremadura'».
Al final se tiró parte de la muralla y la torre. El nuevo mercado de abastos se inauguró en 1931, estando funcionando hasta los años sesenta. Cuenta Mercedes Pulido y Cerrillo que hacia 1949 se abrió un nuevo vano en la muralla para comunicar Las Piñuelas con el Adarve, frente al palacio de La Generala, y que precisamente el cuerpo de escaleras creado para salvar la diferencia de nivel coincide, en parte, con la planta de la torre derribada.
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El libro de Carlos Marín es parte de su tesis doctoral que le ha dirigido precisamente el catedrático de Arqueología Enrique Cerrillo; ha estado becado por la Fundación Valhondo Calaff.
El libro, editado por el servicio de publicaciones de la Uex, se presentará el 29 de abril en el Museo.
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