M. M. NÚÑEZ
Lunes, 7 de diciembre 2015, 09:14
Se encerraron el viernes por la noche en la iglesia de Guadalupe y se pusieron el reto de resistir en el salón de actos que les ha abierto el párroco de par en par durante toda la campaña electoral. Dos semanas bajo el techo del templo para airear sus reivindicaciones. A base de pancartas, octavillas y sacrificio. Porque ese medio centenar de personas que se han plantado en una de las parroquias con más contenido social de la ciudad han dejado atrás durante estos días sus casas y sus familias para dar visibilidad a la protesta. Paro, renta básica, desahucios... están en primer plano.
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Cumplen su tercera jornada y las caras no parecen dejar señales del cansancio lógico. Todo son palabras de agradecimiento hacia el cura e incluso el Obispado. «Saben que no somos conflictivos, que no vamos a montar ninguna historia rara. Solo queremos que se nos escuche», insistían ayer. Ahora se plantean ir más allá del 20-D y mantener el encierro durante más tiempo.
Hay jóvenes y mayores, hombres y mujeres, están los integrantes del Campamento Dignidad que como Javier llegan desde Almendralejo, o miembros de la Red de Solidaridad Popular de Cáceres como Manuel. A él le tocó buena parte del protagonismo en la cocina que les ha cedido el sacerdote, Tino, como le conocen todos. El sábado hubo «papas con carne», cuenta Felipe Carballo, de la Plataforma de Parados. Fue otro de los 'cocinillas' que sacaron adelante la cena, esta vez a base de huevos fritos. Unos 40 preparó. Ayer comieron sopa y espaguetis y tienen pendiente una paella solidaria. «La gente se está implicando con nuestras reivindicaciones», repite agradecido Carballo. Luce la camiseta del Che Guevara y una sonrisa que ni siquiera las penurias le cambian. Tras más de una veintena de años de trabajo en la construcción se encontró sin recursos, en el paro. Está casado y es padre de tres hijos, dos de ellos a su cargo.
Las horas pasan despacio en la parroquia. El sábado hicieron asamblea antes de la cena. Ayer pusieron en marcha la fotocopiadora y prepararon cientos de octavillas. Hasta 3.000, aseguran. Las repartían por grupos y barrios. Si el viernes estuvieron por el centro ayer tocaban los alrededores de Llopis y Las 300. «Una barriada obrera, gente sufridora. Lo conozco bien», detalla Felipe, luchador al frente de la Plataforma de Parados en decenas de concentraciones en estos años de crisis.
El encierro, dice este colectivo, tiene que ver con «una serie de exigencias que consideramos básicas en este período electoral donde todo es de color de rosa». Asumen que gane quien gane las Elecciones Generales habrá que seguir luchando. «Contra la pobreza sólo actúan de cara a la galería». Protestan contra una clase política que, bajo su puntos de vista, se olvida de esos desfavorecidos y no ofrece respuestas en materia de empleo, renta básica o desahucios. Allí están también los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
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Y por allí aparecen vecinos que les expresan su apoyo y a los que ellos les cuentan sus problemas y les regalan octavillas. «Nos traen leche y latas de conserva sobre todo. Se agradece», señalan en este grupo de personas que no descarta prolongar el encierro. En Guadalupe o donde sea, adelantan.
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